Elon Musk y la campaña para dañar la imagen de Carlos Slim y México



Julio Gálvez

En los últimos tiempos, ha quedado claro que la competencia empresarial no se libra únicamente en el mercado, sino también en el terreno de las percepciones y narrativas. Elon Musk, uno de los hombres más influyentes del mundo, ha mostrado un interés peculiar en cuestionar y desacreditar a figuras clave como el empresario mexicano Carlos Slim. Pero detrás de esta aparente rivalidad personal se esconde un fenómeno más amplio: una estrategia internacional promovida por sectores de la ultra derecha global que buscan manchar la reputación de México y vincularlo sistemáticamente con problemas como el narcotráfico y la corrupción. Este tipo de campañas no solo afecta la imagen de individuos poderosos, sino que responde a una estrategia más profunda para socavar a México, que hoy lidera el movimiento de izquierda más vasto e importante del mundo.

Carlos Slim, uno de los empresarios más reconocidos y exitosos del mundo, ha sido un referente de estabilidad y liderazgo económico en América Latina. Con una fortuna consolidada a través de industrias estratégicas como telecomunicaciones, infraestructura y construcción, Slim representa un modelo de influencia que desafía los intereses de magnates como Musk. Este último, con su ambición expansionista y sus múltiples proyectos en sectores como el aeroespacial, la energía y las telecomunicaciones, tiene claras razones para intentar desacreditar a Slim, especialmente en mercados donde sus intereses convergen, como América Latina. Destruir la imagen del empresario mexicano no solo debilita la competencia directa, sino que también abre espacio para que Musk consolide su propio dominio en sectores clave, como el de las telecomunicaciones con Starlink, un proyecto que busca monopolizar la conectividad global.

Sin embargo, la campaña contra Slim no ocurre en un vacío, sino que se inscribe en una ofensiva más amplia contra México como nación. En los últimos años, se ha observado un esfuerzo coordinado para desacreditar al país, especialmente desde sectores de la derecha internacional que ven en México un ejemplo incómodo de un modelo de izquierda alternativo de gobernanza el cual puede generar riqueza con empresarios como Slim y a la vez buscar la igualdad. Bajo la administración actual, México ha adoptado posturas políticas y sociales que se alinean con principios de izquierda, priorizando la soberanía, la redistribución de la riqueza y el fortalecimiento de su identidad nacional. Esto lo convierte en un referente global para movimientos progresistas, en un momento en que la derecha busca reafirmar su control geopolítico. Es por ello que no es casualidad que México, como símbolo de una izquierda moderna, sea blanco de una narrativa que intenta asociarlo con la corrupción, el narcotráfico y la inseguridad.

Esta estrategia responde a un intento por deslegitimar los avances que México ha logrado en el escenario internacional, así como para mantenerlo en una posición subordinada dentro del orden mundial. Al vincular constantemente a México con problemas como el crimen organizado, se perpetúa una narrativa que ignora los logros del país y justifica la intervención extranjera en áreas estratégicas como la economía, la política o incluso los recursos naturales. Esto no es menor, dado que México cuenta con recursos clave como el litio, el petróleo y un gran potencial en energías renovables, sectores que han despertado el interés de empresas internacionales como Tesla. Para estos intereses, desacreditar a figuras nacionales como Carlos Slim no es solo una cuestión de competencia empresarial, sino una manera de debilitar el modelo soberano que México representa actualmente.

Elon Musk, como dueño de plataformas de comunicación masiva como X (antes Twitter), tiene la capacidad de amplificar desinformación o rumores que se alineen con estas narrativas. Este control mediático, combinado con la tendencia de los medios internacionales a enfocarse en los problemas internos de México sin el contexto adecuado, crea un terreno fértil para campañas de desprestigio que afectan tanto a los líderes como a la población en general. En este sentido, el ataque a Slim y a México como nación es parte de un esfuerzo más amplio por desestabilizar un modelo político que cuestiona los intereses de las grandes potencias y corporaciones.

Lo que parece una disputa entre dos empresarios es, en realidad, un reflejo de una dinámica más profunda. La campaña contra Slim y el desprestigio hacia México forman parte de una estructura que busca mantener a las naciones en desarrollo bajo control y desacreditar a cualquier modelo político alternativo que ponga en riesgo la hegemonía de la derecha global. México, al posicionarse como un baluarte de la izquierda más influyente del mundo, representa una amenaza simbólica y real para estos intereses. El desafío para el país radica en resistir estas presiones externas, consolidar sus avances y proteger su narrativa soberana. México tiene en su unidad y en su capacidad de liderazgo regional las herramientas necesarias para defender su posición en el escenario global y contrarrestar estas campañas de desprestigio.