La cloaca del PRIMOR: acuerdos, corrupción y discursos de unidad



Jorge Montejo

Primero fue el escándalo: señalamientos de presuntos contratos fraudulentos del Senado en Hidalgo y, como protagonista estelar, el senador Ricardo Monreal. La noticia olía mal, muy mal, como cuando se destapa una cloaca largamente cerrada. Aquello parecía el destape definitivo de la corrupción que liga al PRI y Morena en tierras hidalguenses, donde pude salir raspado el senador hidalguense Navor Rojas.

¿Y cómo no? Bastó recordar el pacto que hizo Monreal con Omar Fayad, entonces gobernador priista, para entregar Hidalgo al PRIMOR en bandeja de plata. Porque aquí no se trata de proyectos o ideologías: se trata del “arte” de entregarse mutuamente el poder y encubrirse cuando la cosa se complica.

Como si fuera un guion perfectamente planeado, después del ruido vino el silencio: una reunión en Palacio Nacional. Ahí, en un acto digno de la mejor telenovela política, se juntaron Ricardo Monreal, Adán Augusto López y la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez. Una cumbre de altos vuelos para “dialogar” y sanar las heridas de la supuesta confrontación. Porque cuando la corrupción amenaza con desbordarse, siempre queda el recurso de “ponerse de acuerdo en favor del pueblo”.

Y así lo dijo Monreal, con su clásico tono solemne: “La política será siempre el arte de buscar acuerdos y entendimientos en favor de la población”. Claro, porque aquí todo es por y para el pueblo, aunque el aroma a impunidad persista en el aire. Curiosamente, el tema de corrupción en Hidalgo quedó volando, suspendido en el limbo de lo que nunca se investiga ni se resuelve.

Lo evidente es que, cuando las acusaciones de corrupción salpican, en Morena saben cómo limpiar las manchas con discursos de unidad y reuniones a puerta cerrada. Porque más allá de la “lucha contra la corrupción” que tanto pregonan, queda claro que lo único que importa es el poder por el poder. Y si hay que cerrar filas, pactar con los mismos de siempre o tapar los baches para que nadie vea lo que hay debajo, no hay problema. 

Así, entre acuerdos, fotos y declaraciones de amor a la población, el escándalo de Hidalgo quedó en el aire, como un recordatorio de que en la política mexicana todo cambia, menos las viejas prácticas. Porque la cloaca puede destaparse, pero siempre hay quien se encarga de volver a taparla.