Julio Gálvez
A 24 días de la asunción de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, Irán ha intensificado su actividad diplomática en Moscú y Pekín, en un esfuerzo por consolidar alianzas estratégicas que le permitan resistir el posible regreso de la política de “máxima presión” que marcó el primer mandato del republicano. En paralelo, Israel ha incrementado sus ataques militares contra objetivos vinculados a los Ansarolá, el movimiento de resistencia yemenita que, apoyado por Teherán, se ha convertido en uno de los últimos bastiones del desarticulado “eje de la resistencia” que enfrenta al Estado hebreo en diversos frentes.
La ofensiva israelí, liderada por Benjamin Netanyahu, se enmarca en la fase actual del irredentismo del llamado “gran Israel”, que busca expandir su influencia en Medio Oriente mediante una nueva versión de la “ruta de David”. Este corredor estratégico conecta regiones clave de Siria, Líbano y otros territorios donde la resistencia contra Israel ha sido históricamente significativa. Sin embargo, los recientes ataques contra los Ansarolá han revelado las limitaciones de los sistemas defensivos estadounidenses, como el THAAD, incapaces de interceptar los misiles hipersónicos desplegados por los yemenitas.
Mientras tanto, la diplomacia iraní, liderada por el canciller Abbas Araghchi, ha buscado reforzar sus relaciones con dos de sus principales aliados: Rusia y China. En Pekín, Araghchi se reunió con Wang Yi, alto funcionario del Politburó chino, para consolidar la asociación estratégica integral que ambos países han desarrollado como miembros clave del sur global y del BRICS+. Este acercamiento se da en el marco de una política exterior china que recientemente facilitó la reconciliación entre Irán y Arabia Saudita, desafiando los intereses divisivos de la anglósfera.
Simultáneamente, en Moscú, el embajador iraní Kazem Jalali anunció que el presidente Masoud Pezeshkian firmará el próximo 17 de enero el Tratado de Asociación Estratégica entre Irán y Rusia, un acuerdo largamente postergado que abarcará sectores clave como energía, transporte, tecnología y defensa. Según fuentes iraníes y rusas, este tratado podría incluir la provisión de sistemas avanzados de defensa aérea S-400 y S-500, fortaleciendo significativamente la capacidad de Irán para repeler posibles ataques conjuntos de Israel y Estados Unidos.
El contexto económico en Irán, sin embargo, sigue siendo crítico. La divisa iraní, el rial, se ha desplomado un 18% desde noviembre, mientras que la inflación alcanza el 35%, reflejo de las sanciones económicas y la incertidumbre sobre el futuro político. A ello se suma la preocupación expresada por medios como The Times of Israel sobre la posibilidad de que Trump, en coordinación con Netanyahu, decida atacar las instalaciones nucleares iraníes mientras endurece las sanciones contra la industria petrolera de Teherán.
En este escenario de tensiones crecientes, la inminente firma del tratado entre Moscú y Teherán, apenas tres días antes de que Trump asuma el poder, parece diseñada para inmunizar a Irán contra cualquier intento de agresión. Este movimiento estratégico busca no solo asegurar el apoyo militar de Rusia, sino también establecer un marco de cooperación a largo plazo que incluye el corredor geoeconómico INSTC, una ruta comercial clave que conectará a India con Europa a través de Irán.
Con el cambio de mando en Washington, las próximas semanas serán decisivas para definir el futuro del equilibrio de poder en Medio Oriente y Asia Central. Irán, respaldado por sus alianzas con Rusia y China, apuesta por reforzar su posición frente a una administración estadounidense que podría reactivar la confrontación directa, mientras Israel acelera sus esfuerzos para neutralizar cualquier amenaza a su hegemonía regional.