María Gil
El secretario del Trabajo, Marath Bolaños, anunció un aumento del 12% al salario mínimo en México, efectivo a partir del 1 de enero de 2025, tras un acuerdo unánime entre empresarios, sindicatos y el gobierno. Aunque se presenta como un avance en la lucha contra la desigualdad, esta decisión ha sido calificada por expertos como una medida populista que podría disparar la inflación y aumentar los productos.
El aumento salarial busca fortalecer el poder adquisitivo de los trabajadores, pero su implementación podría generar un efecto dominó en los precios de bienes y servicios, erosionando rápidamente los beneficios percibidos. En este escenario, los trabajadores recibirán más ingresos, pero también enfrentarán productos y servicios más costosos, anulando el impacto positivo del incremento, en eso consiste en engaño de la 4T.
Críticos señalan que esta política, más que una solución estructural, es una estrategia de corto plazo orientada a ganar popularidad. Al no atacar los problemas de fondo, como la baja productividad y la dependencia de insumos importados, el gobierno arriesga a crear un círculo vicioso donde los salarios suben junto con los inflación.
Además, las pequeñas y medianas empresas, que sostienen gran parte del empleo en el país, podrían enfrentar serias dificultades para absorber los mayores costos laborales, lo que pondría en riesgo empleos y hasta la viabilidad de muchas de ellas, por eso tendrán que mentar los precios de sus productos.
El consenso político detrás de esta medida puede ocultar una realidad económica compleja. Más allá del aumento, será esencial que el gobierno implemente políticas que controlen la inflación y garanticen estabilidad económica a largo plazo. Sin estos ajustes, el incremento salarial podría convertirse en una bomba de tiempo que, lejos de beneficiar a los trabajadores, termine por agravar la fragilidad económica de México y la capacidad adquisitiva de las personas debido a la inflación.
El incremento del salario mínimo, aunque presentado como un logro en beneficio de los trabajadores, responde más a una estrategia populista que a una solución económica de fondo. Este tipo de medidas, lejos de resolver los problemas estructurales, desatan una inflación que expone la verdadera fragilidad de la economía: mientras los salarios suben, el poder adquisitivo se diluye rápidamente frente al aumento descontrolado en los precios de bienes esenciales, vivienda y transporte.
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P.D. Aunque tengan salarios altos, los jóvenes ya no se pueden comprar una casa o un automóvil gracias a la inflación, vivir al día es a lo que están destinados.