Jorge Montejo
La política y los ideales en Hidalgo son como el Santo Grial: todos hablan de ellos, pero nadie los ha visto jamás. La reciente victoria de Julio Menchaca, gracias al empuje de AMLO y al hartazgo de 94 años de priismo, nos deja una lección muy clara: en Hidalgo, los ideales políticos no son más que accesorios decorativos para una lucha de intereses donde lo único que importa es quién se queda con el pastel. Porque, claro, no fue la mafia política local ni los expriistas reciclados quienes impulsaron a Morena, sino “el pueblo”. Sí, ese pueblo tan paciente que cargó con casi un siglo de abusos y ahora celebra haber cambiado a los actores, aunque el guion siga siendo el mismo.
El fenómeno PRIMOR —esa hermosa fusión de intereses entre PRI y Morena— es la máxima expresión del pragmatismo político. Los priistas de toda la vida, esos que se enriquecieron a la sombra del poder, ahora encontraron en Morena el refugio perfecto para seguir haciendo lo suyo, pero con un color diferente en la camiseta. Por supuesto, lo hacen por “convicción” y “compromiso” con la Cuarta Transformación, no porque quieran conservar sus privilegios ni mucho menos. ¿Quién podría pensar semejante cosa? Hidalgo es la tierra de los principios, después de todo.
Y hablando de principios, no podemos dejar fuera a Abraham Mendoza y su grupo, esos guardianes de los ideales morenistas, fueron los que abrieron las puertas de Morena a los expriistas. ¿Por qué no? Total, los principios son negociables cuando hay candidaturas y dinero en juego. Pero, ¡oh, sorpresa!, esos priistas que tanto idolatraron y ayudaron a colocar en Morena ahora les han cerrado la puerta. ¿Quién lo hubiera imaginado? Hasta sus fieles lacayos, como Dino —el visionario de las galletas para fiestas— y Carlos, no dudaron en traicionar a Mendoza para ir a pedir trabajo con Menchaca. Porque en Hidalgo, si algo sobra, es lealtad y ética.
Por supuesto, no todo es culpa de los priistas disfrazados. Morena tampoco se salva. Esa lucha intestina por los puestos, ese afán de apoderarse del partido mientras se dejan de lado los ideales, ha convertido al movimiento en una tragicomedia digna de un premio. Y qué decir del capitalismo de cuates, ese modelo económico tan innovador que Hidalgo perfeccionó durante los años priistas y que ahora sigue más vivo que nunca bajo Morena, (importa más un expriista con dinero que un ciudadano con ideales). En este sistema, los contratos se reparten entre amigos y familiares, mientras la verdadera competencia y el mérito son cosas de otro planeta. Pero, eh, no importa, porque todo se hace en nombre de la transformación.
Mientras tanto, la verdadera izquierda, esa que alguna vez creyó en un cambio auténtico, sigue viendo cómo los políticos de siempre se reparten las migajas. Menchaca, que llegó al poder gracias al empuje de AMLO y al cansancio del pueblo, tiene ante sí la oportunidad de marcar la diferencia, su sexenio está por llegar a la mitad, y muchos compromisos terminarán.
En Hidalgo, la política es el negocio más rentable. Aquí no se entra para cambiar las cosas ni para servir al pueblo, sino para enriquecerse y garantizar la impunidad. Es un arte en el que los políticos hidalguenses son verdaderos maestros. Los exgobernadores priistas dejaron una escuela de corrupción que sigue formando generaciones de líderes listos para aprovechar cada oportunidad.
Quizás, como dicen algunos, todavía hay tiempo para que Menchaca defina el rumbo de Hidalgo, podría convertirse en el gobernador más poderoso de la historia y retomar su papel histórico que le corresponde jugando del lado de la izquierda, porque quién necesita de los priistas en estos momentos.
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P.D. Hablando de ideales, yo creo que AMLO se retrataba con Salinas en las fotos 😂