Guillermo Olivares: el villano favorito en la tragicomedia política de Hidalgo



Jorge Montejo

En Hidalgo, la política no deja de dar material para una novela de intrigas y traiciones. Esta vez, el centro de la trama es Guillermo Olivares Reyna, secretario de Gobierno, quien ha sido señalado por sus supuestas tácticas de control y represión dignas de un antagonista de manual. Según las acusaciones que han salido a la luz, no solo amenaza a los presidentes municipales que buscan recursos en el Senado, sino que además utiliza el poder judicial y la procuraduría estatal como extensiones de su oficina. Porque, claro, si tienes el control, ¿por qué no manejarlo todo como un monopolio político?

El senador Cuauhtémoc Ochoa, convertido en vocero de los “oprimidos”, ha levantado la voz contra este supuesto abuso de poder. En una entrevista reciente, Ochoa acusó a Olivares de “amedrentar” a los alcaldes que tienen la osadía de acudir al Senado a gestionar recursos para sus municipios. Según el senador, el secretario utiliza su puesto para amenazar con castigos políticos a quienes se atrevan a tomar caminos fuera de los dictados del gobierno estatal. Incluso insinuó que Olivares ha convertido su puesto en un arma para dividir al movimiento de la 4T en Hidalgo, bloqueando a los verdaderos protagonistas del cambio y manteniendo el control sobre cualquier posible liderazgo que surja entre los obradoristas locales.

Y aquí entra la parte más interesante de la narrativa: el supuesto miedo del gobierno estatal a que algún líder de izquierda y auténtico pueda unificar a las fuerzas obradoristas. La estrategia, es clara: dividir para vencer. Para ello, se utilizan todas las herramientas posibles, desde la manipulación de carpetas de investigación hasta el bloqueo de amparos estratégicos, todo orquestado desde la secretaría de Gobierno con un toque magistral de intimidación. En palabras del senador, el secretario de Gobierno actúa como un “juez y verdugo” que decide el destino político de quien se atreva a desafiar el statu quo.

Pero Ochoa no se quedó en las denuncias verbales. En un tono más propio de un duelo político que de una entrevista seria, le lanzó una advertencia directa al secretario de Gobierno: “Que no se le olvide que él también tiene presupuestos que pueden ser revisados por la Auditoría Superior de la Federación”. Una amenaza velada que, de manera irónica, parece emular las mismas tácticas de las que acusa a Olivares. Porque, al final, en la política hidalguense, todos los actores parecen jugar el mismo juego con las mismas reglas, solo que desde diferentes trincheras.

El senador también señaló que estas maniobras no pueden ser vistas como una orden directa del gobernador Julio Menchaca, a quien describió como un hombre comprometido con el cumplimiento de su mandato. Sin embargo, dejó entrever que Menchaca debería poner un ojo más vigilante sobre las acciones de su secretario. Porque, según Ochoa, mientras el gobernador intenta cumplirle a los hidalguenses, su secretario parece estar más interesado en consolidar su propio poder y perpetuar una narrativa de control absoluto.

Por si fuera poco, Olivares también ha sido acusado de bloquear a los obradoristas genuinos que buscaban ser parte del cambio prometido por la 4T en Hidalgo. Este bloqueo, de acuerdo con las acusaciones, tiene como objetivo evitar que surjan liderazgos que puedan amenazar el control del grupo político que, al parecer, migró del PRI a Morena solo para mantener sus privilegios. Así, el supuesto “cambio” en Hidalgo se ha convertido en una simulación donde las mismas caras de siempre se aseguran de que nada cambie realmente.

En este contexto, el senador Ochoa hizo un llamado a los presidentes municipales para que no se dejen intimidar por las amenazas de Olivares y recordó que la Comisión de Hacienda del Senado tiene las puertas abiertas para apoyar a quienes busquen recursos para sus comunidades. En un gesto de aparente conciliación, le reiteró al secretario de Gobierno que los cargos públicos no son eternos y que su responsabilidad debería ser garantizar la gobernabilidad, no jugar al villano que controla todo desde las sombras.

Al final, lo que queda claro es que Hidalgo vive una tragicomedia política donde los protagonistas cambian de uniforme, pero no de guión. Los mismos actores que antes operaban bajo el manto del PRI ahora se presentan como los salvadores de Morena, mientras perpetúan las mismas prácticas de intimidación y control. Y como siempre, el pueblo de Hidalgo queda como espectador obligado de un espectáculo en el que, para variar, el gran ausente es el verdadero cambio.


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Posdata: Cabe mencionar que este tipo de “morenistas” jamás han defendido en nada a Andrés Manuel López Obrador ni a su proyecto de transformación. Más bien, parecen especialistas en utilizar el movimiento como una fachada para perpetuar sus privilegios y proteger sus intereses personales en esta nueva etapa de la política.