Jorge Montejo
En el marco de las recientes tensiones comerciales y renegociaciones relacionadas con el T-MEC, el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, ha decidido dar un paso que muchos interpretan como un acto de alineación incondicional con Estados Unidos: una cena privada con Donald Trump en Mar-a-Lago. Este gesto no solo ha causado revuelo por lo simbólico, sino que también pone en evidencia el papel que Canadá está dispuesto a asumir dentro del bloque norteamericano: el de un aliado obediente que sigue de cerca los dictados de Washington.
Mientras Trudeau busca asegurarse de que Canadá siga caminando de la mano de su vecino del sur, México, por otro lado, comienza a explorar nuevas oportunidades en la escena global, particularmente con China. La reciente disputa sobre reglas de origen en la industria automotriz, uno de los temas más espinosos del T-MEC, ha puesto a México en una posición estratégica para diversificar sus relaciones comerciales. La posibilidad de fortalecer lazos con China, la segunda economía más grande del mundo, se presenta como una alternativa atractiva frente al cada vez más complejo entorno que representa la relación con Estados Unidos.
La postura de México, liderado por la presidenta Claudia Sheinbaum, no solo ha sido firme en la defensa de los intereses nacionales, sino que también ha demostrado una notable independencia diplomática. A diferencia de Trudeau, quien parece ansioso por asegurar el respaldo de Trump, Sheinbaum no ha necesitado cenas privadas ni gestos de sumisión para posicionar a México en el tablero internacional.
China, consciente del potencial económico y estratégico de México, ha mostrado interés en incrementar su presencia en la región. Desde proyectos de infraestructura hasta acuerdos comerciales, las oportunidades están sobre la mesa. Para México, esta relación representa no solo una forma de reducir su dependencia de Estados Unidos, sino también de abrir nuevas puertas en un mercado global en constante evolución.
En contraste, Canadá parece más preocupado por mantener su lugar como el aliado confiable de Estados Unidos. La cena en Mar-a-Lago no solo es un acto simbólico, sino un recordatorio de cómo ciertos líderes prefieren reforzar viejas alianzas, incluso si eso implica renunciar a explorar caminos alternativos.
Mientras Trudeau se asegura de no salir de la sombra de Washington, México está trazando un camino propio. Con una visión más abierta hacia Asia y un enfoque estratégico en diversificar sus socios comerciales, el país demuestra que, en un mundo globalizado, las oportunidades están en todas partes. Solo hace falta tener la voluntad y la visión para aprovecharlas, sin arrodillarse ante nadie.