Julio Gálvez
Antes de la cumbre tectónica de los BRICS+ en Kazán, el bloque se manejaba con cifras impresionantes: representaban el 36 por ciento del PIB global y el 47 por ciento de la población mundial, en contraste con el G-7, cuya población representa solo el 10 por ciento del total global, a pesar de su pasado liderazgo económico. Desde 2016, el PIB del G-7 ha sido superado por el de los BRICS+, marcando un cambio significativo en el equilibrio económico mundial.
La cumbre en Kazán, descrita como apoteósica, significó un hito con la aceptación de 13 nuevos “asociados”. Esta expansión consolidó a los BRICS+ como la mayoría global, ahora con el 57 por ciento de la población mundial. En solo un año, los BRICS+ incrementaron su membresía poblacional en 1,000 millones, con al menos 17 países más en lista de espera. En contraste, el G-7 muestra signos de declive, con cohesión y gobernabilidad cada vez más frágiles.
El éxito de la cumbre se reflejó también en las propuestas geoeconómicas destacadas, como la “plataforma de inversiones” y la “Bolsa de Cereales” de los BRICS+, impulsadas por Rusia y Brasil. Estas iniciativas subrayan la creciente influencia de los BRICS+ en la economía global.
Además de los logros formales de la cumbre, se llevaron a cabo importantes reuniones bilaterales. Se destacó el encuentro, facilitado por Putin, entre los líderes de China e India después de cinco años. También se reunieron el primer ministro indio Modi con el presidente iraní Pezeshkian y Putin con Pezeshkian, quienes se volvieron a encontrar en un lapso de dos semanas. Sin embargo, no se hizo público el acuerdo estratégico integral entre Rusia e Irán, posiblemente por prudencia estratégica en un momento de tensión con Israel.
La cumbre contó con la presencia de figuras significativas como Antonio Guterres, secretario general de la ONU, y el sultán turco Erdogán, miembro de la OTAN, quien asistió a pesar de un atentado del PKK kurdo en Ankara. También llamó la atención la ausencia del príncipe heredero saudita Mohamed bin Salmán, mientras que el líder de los Emiratos Árabes Unidos, Mohamed bin Zayed, mostró su cercanía con Putin.
El presidente chino Xi Jinping se destacó como líder del Sur Global, promoviendo su propuesta del “Diálogo de Civilizaciones” en oposición al “Choque de Civilizaciones” de Huntington, defendido por los neoconservadores straussianos. Su visión de modernización y desarrollo, junto con la creación de un think tank para el Sur Global, subraya su papel central en la configuración del nuevo orden mundial.
Los grandes vencedores de la cumbre incluyen a China, India, Irán y Sudáfrica, pese a las dificultades internas enfrentadas por Cyril Ramaphosa, atacado por la anglósfera. También se beneficiaron los 13 nuevos asociados, entre ellos Indonesia, Vietnam, Malasia y Tailandia en el sudeste asiático; Argelia, Nigeria y Uganda en África; Bolivia y Cuba en América Latina, aunque Venezuela fue vetada por Brasil; Kazajstán y Uzbekistán en Asia Central; Turquía y Bielorrusia, socios estratégicos en Eurasia.
Kazán, capital de Tatarstán en la federación rusa, se posiciona simbólicamente como el epicentro de los BRICS+ en Asia Central, la “nueva Samarcanda”.
En contraste, México y Latinoamérica quedan como los grandes perdedores, atrapados en la hipocresía jugándole de un lado y del otro, estancados en la doctrina Monroe y enredados en conflictos internos, sin definirse e incapaces de adaptarse a la nueva geoestrategia del siglo XXI que es multipolar y plural.