La feria de San Francisco, su historia.


Arturo Moreno Baños / El Tlacuilo

El hecho de que la feria de San Francisco haya sido restringida y solo se celebrara en el atrio del ex convento de San Francisco ha sido el encono de varios pachuqueños que recuerdan con nostalgia este acontecimiento anual.

El actual alcalde de Pachuca, Jorge Reyes, al ser entrevistado menciona que “La feria es de la iglesia no del parque Hidalgo” tamaño desconocimiento total de la historia de nuestro real de minas ya que por si no lo sabe aquí le refrescamos la memoria con esta columna para que sepa que la feria desde tiempos virreinales abarcaba hasta el actual parque Hidalgo.

La celebración de las ferias es una añeja costumbre europea de carácter comercial, que llegó a América en los años inmediatos a la consumación de la conquista hispana, aunque no es sino hasta el siglo XVIII, cuando tales festividades cobran carta de naturalización en torno a las celebraciones del Santo Patrono de cada comarca, y es a partir de entonces que se convierten en centros de diversas negociaciones a fin de comercializar al mayoreo o menudeo los productos de cada zona.

Su importancia fue tal, que la concesión para su establecimiento era otorgada por Cédula Real y en algunas ocasiones por Bula Papal, ya que de las ganancias obtenidas por los negociantes se cobraba un porcentaje, utilizado para la construcción o mejoramiento de templos y conventos.

La feria de San Francisco en Pachuca, tiene su origen precisamente en el siglo XVIII y su objetivo, fue la construcción de las ampliaciones del Convento Franciscano de este Real de Minas, elevado a la categoría de Colegio Apostólico de Propaganda Fide en 1732.

No obstante, existen noticias que pudieran remontarla a finales del siglo XVII. En efecto, en el Archivo Histórico del Poder Judicial del Estado obran dos documentos relacionados con la festividad de San Francisco, uno fechado el 8 de octubre de 1698 y otro del 5 de octubre de 1719. En el primero los frailes del convento franciscano, solicitan al Alcalde Mayor de Pachuca, don Juan Venegas, que expulse con auxilio de la fuerza sí se hiciera necesario, a los vendedores que no habían pagado al monasterio los derechos de piso, y en el segundo se hace referencia a una reyerta suscitada entre varios vendedores de la feria en la que resultó lesionado Juan Salvador.

En el año de 1772, el Colegio Apostólico, alcanzó la autonomía al desligarse de la provincia de San Diego en México, lo que motivó mayores gastos debido a la ampliación de sus instalaciones. Para sufragar estas obras, contó el monasterio con las magnánimas aportaciones de Don Pedro Romero de Terreros primer Conde de Regla, a quien se nombró patrono del convento, sin embargo como el aumento para la manutención del crecido número de frailes resultaban cada vez más elevada, a la usanza europea se decidió mejorar la realización de los festejos en honor del Santo Patrono a fin de atraer más fieles dispuestos a otorgar buenas limosnas y comerciantes que cubrieran los diezmos de sus ventas.

A partir de entonces, año con año, el Conde de Regla iniciaba desde muy temprano el día 3 de octubre, una magna peregrinación con sus trabajadores y fieles que se le unían en el camino.

El contingente partía de Huascazaloya (hoy Huasca) donde Romero de Terreros tenía sus haciendas de beneficio, continuaba por Omitlán, seguía por Real del Monte, para llegar a Pachuca en la madrugada del día 4, fecha en la que se iniciaban oficialmente las celebraciones religiosas en honor del santo de Asís, a quien se dio el título de Santo Patrono de la ciudad. La ceremonia daba comienzo con la salida del convento de todos los frailes y novicios, quienes esperaban a la peregrinación en el atrio.

Cuando el Conde de Regla llegaba hasta su presencia el prior del monasterio le entregaba las llaves de todas las instalaciones monacales y solicitaba del noble benefactor, permiso para seguirlas habitando; Romero de Terreros se dirigía entonces hasta el portón del templo y lo habría en señal de aprobación a la petición de los religiosos. Entraban todos al interior de la iglesia y fervorosos participaban de la celebración religiosa.

Mientras esto sucedía en el templo, afuera, en el atrio y las huertas (hoy parque Hidalgo), se instalaban puestos de comida, juguetes, dulces, así como vendedores de ganado y semillas que por estar cercana la cosecha acudían con grandes cantidades de mercancías.

Las festividades se prolongaban por espacio de tres o cuatro días y en algunos casos hasta una semana entera. La muerte del Conde de Regla no fue obstáculo para que la feria continuara celebrándose anualmente.

Tampoco lo fue la decadencia minera de las primeras décadas del siglo XIX, ni mucho menos la exclaustración de los religiosos franciscanos en 1860, por ello el 3 de septiembre de 1868, el gobernador del estado de México, al que pertenecía esta comarca antes de erigirse el estado de Hidalgo, Don José María Martínez de la Concha, quien por cierto era originario de Itzmiquilpan, otorgó licencia oficial para la celebración de la feria y concedió la condonación de todas las alcabalas a los productos que se expendieran durante ella.

Desde entonces, de manera ininterrumpida se ha efectuado la feria anualmente hasta nuestros días.

Y así como no fue ningún inconveniente la muerte del mayor benefactor, conde de Regla, ni la decadencia minera de la comarca un impedimento para que terminara esta tradición de feria tampoco será impedimento la obtusa visión de un alcalde que busca sabotear esta fiesta. La feria continuará muchos siglos ante los mezquinos que pretenden borrarla.