Morena Expulsa a Veras Godoy ¿Cuándo le Tocará a los Priistas Infiltrados?



Jorge Montejo

En una jugada que nos deja a todos con la boca abierta y una ceja levantada, la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia de Morena ha decidido expulsar al ex rector de la UAEH, Humberto Veras Godoy, junto con su suplente, el exdiputado local Raymundo Lazcano Mejía. ¿La razón? Haber aceptado una candidatura del Partido del Trabajo (PT) para la alcaldía de Pachuca. Sí, el mismo PT que también pertenece a la Cuarta Transformación. Ironías de la vida política mexicana.

Ahora, con Veras Godoy fuera del juego por haberse atrevido a soñar con una candidatura bajo el ala del PT, la gran pregunta en el aire es: ¿cuándo expulsarán a los priistas y juniors que se han infiltrado en Morena? Estos personajes, expertos en el arte del camuflaje político, han encontrado cobijo en el partido gracias a los buenos oficios del dirigente estatal Marco Rico, quien tiene la nada sospechosa conexión con el siempre recordado Osorio Chong.

Pero, claro, esperar coherencia y honor en la política es como pedirle a un pez que camine. La Comisión de Honestidad y Justicia de Morena parece tener un código de honor un tanto... flexible. Mientras que las candidaturas cruzadas entre partidos de la 4T son castigadas con una rapidez envidiable, los verdaderos protagonistas del cambio verdadero, aquellos que deberían ser el alma de la izquierda en Hidalgo, son dejados de lado, discriminados y marginados.

Quizás en el mundo paralelo de Morena, aceptar una candidatura del PT es un pecado capital, pero invitar a la fiesta a los viejos conocidos del PRI es perfectamente aceptable. Después de todo, ¿quién necesita ideales cuando se puede tener poder, influencia y un buen chisme para el café?

Así que aquí estamos, en el teatro de la política hidalguense, viendo cómo los actores cambian de máscara pero siguen recitando el mismo guion. Humberto Veras Godoy puede haber sido expulsado, pero la verdadera limpieza de casa en Morena sigue siendo una obra en varios actos. Y todos sabemos cómo termina: con aplausos para los infiltrados y un sonoro abucheo para la verdadera izquierda.