Jorge Montejo.
¡Qué maravilloso es el sueño de todo aspiracionista hidalguense! Nada como anhelar con todas sus fuerzas convertirse en político, porque, claro, ¿quién querría trabajar en una empresa privada? Eso es para los tontos. En Hidalgo, el verdadero sueño americano consiste en apoderarse del gobierno y seguir la ilustre tradición de los exgobernadores priistas (ídolos de los morenistas) Murillo Karam, Nuñez Soto, Olvera, Osorio y Fayad. Porque, vamos, ¿quién no querría ser parte de ese club exclusivo donde la impunidad y el enriquecimiento ilícito son los beneficios principales?
¡Ah, Hidalgo! Una tierra donde las oportunidades de trabajo en la iniciativa privada son tan escasas como una gota de agua en el desierto. ¿Por qué molestarse en emprender cuando puedes unirte al capitalismo de cuates? Aquí, un grupo selecto de políticos y sus empresarios favoritos han tejido una red tan fina y eficiente que haría envidiar a cualquier cartel.
En este idílico sistema, los políticos deciden todo con sus medios de comunicación chayoteros, que no son más que repetidores oficiales de la verdad divina. Porque, claro, influir en la opinión pública es más fácil cuando controlas todos los micrófonos y las plumas, ¿verdad? Así, la mente de los ciudadanos se moldea al gusto del gobierno, mientras el libre mercado y la competencia se quedan en el tintero.
La lambisconería, esa noble arte de lamer botas y hacer la barba, es la joya de la corona en el sistema político hidalguense. Es casi como una metamorfosis: el político promedio, que antes comía tortilla y frijoles, se transforma y abraza el sushi y las camionetas último modelo con la misma elegancia que una mariposa desplegando sus alas.
La moda también juega su papel en esta transformación. Desde la chamarra piteada hasta el calcetín transparente, el político en ascenso se convierte en un ícono de estilo, digno de cualquier pasarela. Y no olvidemos las plumas Montblanc, esas herramientas de lujo que portan con tanto orgullo aunque no tengan idea de cómo usarlas. Sueñan con ser gobernadores, imitando a sus héroes, rodeados de whisky y fotos con ratas de mayor renombre.
Una muestra de esta reverencia casi religiosa al líder de turno es la salutación al gobernador antes de la ceremonia del grito de independencia el 15 de septiembre. Ahí están, políticos y funcionarios, formando una fila de sumisión en las escalinatas del palacio de gobierno con bocadillos de primera. Mientras tanto, el pueblo disfruta de garnachas y conciertos bajo la lluvia, porque el pan y circo nunca pasan de moda.
Y así, la lambisconería sigue siendo la piedra angular de la política hidalguense, ya sea bajo el disfraz del PRI o de Morena, o mejor dicho, el PRIMOR. Porque, al final del día, la política en Hidalgo es un juego de tronos donde solo sobreviven los más astutos, los más leales, y, por supuesto, los más lambiscones.
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PD. La cara de la secretaria de salud al retratarse por encima del pueblo con sus familiares en la ceremonia del 15 de septiembre, demuestra el nivel de aspiracionismo, y dirán: YA SOMOS FIFÍS IMPORTANTES E INFLUYENTES. LLEGAMOS A LO MÁXIMO, SOMOS DE LA ÉLITE EN HIDALGO.