Jorge Montejo
Enrique Krauze Kleinbort, el ilustre director de la revista Letras Libres, nos ha iluminado con su último pronunciamiento: "México está dejando de ser una república para convertirse en una monarquía". Lo dice con tal convicción que casi olvidamos que él mismo adquirió la nacionalidad española en 2015 y, en un acto de suprema coherencia, juró fidelidad al rey de España, Felipe VI.
Es curioso cómo Krauze se ofuscó porque Claudia Sheinbaum, la presidenta electa de México, decidió no invitar a su querido rey a la toma de posesión. Recordemos que AMLO le pidió disculparse por abusos, y el monarca español, en un gesto de soberana indiferencia, decidió ignorar la solicitud. ¿Y quién mejor para defender la dignidad del rey que Krauze, quien en su cuenta de X, con la elocuencia que lo caracteriza, sentenció: “Fidel Castro tenía sentido histórico (y sentido común) en su diplomacia. Hasta en eso hemos perdido en México. La nuestra es una diplomacia de cantina. Qué pena”.
El señor Krauze, ideólogo de la oposición mexicana, consiguió su nacionalidad española gracias al ministro de Justicia de España, Rafael Catalá Polo, quien el 11 de diciembre de 2015 le concedió tan distinguido honor. Según el Boletín Oficial del Estado español, Krauze debía cumplir con los requisitos previstos en el Código Civil, entre los cuales, ¡sorpresa!, estaba jurar o prometer fidelidad al rey y obediencia a la Constitución y a las leyes de España.
Pero eso no es todo. Krauze, siempre tan cercano a la realeza, fue condecorado en 2021 con el Premio de Historia Órdenes Españolas, un galardón de la más alta alcurnia promovido por las Órdenes de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa. Y claro, fue Felipe VI, su rey de lealtad jurada, quien le entregó el premio en una fastuosa ceremonia en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, reconociendo su "amplia trayectoria como historiador, ensayista, editor y pensador".
Así que ahí lo tienen, amigos: Enrique Krauze, el hombre que ve monarquías en su propia república mientras jura lealtad a un rey extranjero. Un verdadero ejemplo de coherencia y principios.