En el estado de Hidalgo, la sombra de figuras como Osorio Chong y Omar Fayad sigue presente en el gobierno de Morena, poniendo en duda el tan esperado "cambio verdadero". Hidalgo, tradicionalmente controlado por el PRI, ha experimentado una alternancia política que recuerda a la elección de Vicente Fox en el 2000. Entonces, como ahora, la promesa de cambio llenó de esperanza a los ciudadanos. Sin embargo, tal como Fox fue absorbido por el viejo sistema, algunos analistas temen que el gobierno de Menchaca esté siguiendo un camino similar.
A pesar del impulso que AMLO brindó a la campaña de Menchaca, lo que realmente se percibe en el gobierno actual es una lucha de poder entre los grupos políticos de Omar Fayad y Osorio Chong (padrino de Norma Piña). Ambos exgobernadores, además de infiltrar a sus leales en el gabinete, han dejado "bombas de tiempo" que complican la gestión de Menchaca. Estas acciones generan serias dudas sobre la autenticidad del cambio prometido, mostrando que el pasado sigue influenciando al presente.
El "capitalismo de cuates", una frase que evoca la relación entre el poder político y económico en México, sigue siendo una realidad en Hidalgo. A pesar de la retórica de transformación, los mismos actores parecen mantener su control sobre los recursos y las decisiones clave. La presencia de antiguos aliados del PRI en el gabinete de Menchaca refuerza esta percepción, sugiriendo que, más que un cambio, lo que se ha visto es una continuación de las mismas prácticas que han dominado el estado durante décadas.
Si Menchaca realmente aspira a liderar una transformación en Hidalgo, necesita realizar cambios fundamentales, alejándose de los políticos que continúan perpetuando las formas del viejo sistema. La influencia de Fayad y Chong, cuyos grupos políticos se disputan el control del proyecto de AMLO en Hidalgo, representa un obstáculo para cualquier avance verdadero.
En resumen, mientras otros estados y el gobierno federal avanzan en la transformación que Morena prometió, Hidalgo parece estar rezagado, atrapado en las mismas redes de poder que han definido su historia política. El tiempo para cumplir las promesas se está acabando, y la esperanza de un cambio verdadero en Hidalgo sigue siendo incierta. Como decía Gramsci, "lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer," dejando a Hidalgo atrapado en un gobierno de transición que aún no logra consolidar la tan esperada transformación.