19 de septiembre de 1985, el cielo "aborregado" que anunció el terremoto.



Juan Ricardo Montoya.

Mi abuela Tere –mujer indígena y sabia fallecida en 2013 a los 103 años- solía decirnos que cuando el cielo estaba “aborregado”, es decir, plagado de pequeñas nubes o cúmulos redondos similares a copos de algodón, había que tener cuidado porque seguramente iba a temblar fuerte.

A lo largo de su vida doña Tere vivió varios terremotos los cuales según me contó en una ocasión habían ocurrido en días con el cielo "aborregado".

“Así estaba cuando tembló y se cayó el Ángel” solía decir en referencia al sismo de 1957 que hizo caer de su pedestal al Ángel de la Independencia en el corazón de Paseo de la Reforma y cuyos restos aún se exhiben en el Museo de la Ciudad de México.

Y no es por nada pero siempre le atinó.



Ese trágico jueves 19 de septiembre no fue la excepción. Muy temprano, por la mañana de ese día, mi abuela Tere advirtió a mi madre que el cielo había amanecido "aborregado" y que seguramente iba a temblar.

En aquel entonces yo tenía 15 años de edad y había ido a clases en la secundaria técnica 0215 Filomeno Mata, de Ciudad Lago municipio de Nezahualcoyotl.

Días antes, el sábado 14 de septiembre, había acompañado a mi madre Blanca y a mi hermano Arturo al Centro de la Ciudad de México, precisamente al Eje Central Lázaro Cárdenas (antes San Juan de Letrán) y tras comprar algunas cosas, habíamos comido piezas en un local que en aquel entonces se ubicaba frente a la mitica zapatería Canadá, donde años después, en 1989 me compraron como regalo mis tenis Perestroika, estilo ruso que se pusieron de moda luego de la caída del Muro de Berlín.

Esa tarde caminamos a pié por todo San Juan de Letrán visitando varias tiendas donde mi mamá compró varias cosas para la casa; llegamos hasta la avenida Madero y de allí al Zócalo.

Todas las calles estaban adornadas para festejar el 175 aniversario de la Independencia y estaban llenas de gente.

Me da escalofrío pensar que sí se hubiera suscitado el terremoto que se produjo cinco días después, tal vez no estaría contando esta historia, ya que fue en el Eje Central Lázaro Cárdenas donde varios edificios colapsaron causando la trágica muerte de varias personas, muchas de las cuales se encontraban en ese lugar de manera casual y que aún siguen reportadas como desaparecidas.

La mañana del terremoto, junto con unos 30 compañeros me encontraba en uno de los salones de la planta alta de uno de los dos edificios de la secundaria.

Acababa de empezar la clase de Ciencias Naturales cuando de repente sentí como sí alguien hubiera empujado mi pupitre a tal fuerza que estuve a punto de caer. ”¡Orale cabrón, no me empujes; te voy a poner un putazo sí sigues chingando con tus pinches mamadas!” le reclame a uno de mis compañeros que se encontraba sentado precisamente detrás de mi.

“Yo no fui wey, a mi también me empujaron cabrón” me contestó. En eso empezamos a sentir el característico vaivén "in crescendo" del suelo moviéndose a un ritmo aterradoramente acompasado acompañado de perturbadores crujidos provenientes de los muros del inmueble.

“¡Está temblando, está temblando!” gritó mi compañera Nancy.

“No se espanten, tranquilos; ya se está pasando” atinó a decir con voz nerviosa el profesor cuyo rostro se le fue palideciendo poco a poco.

Pasados unos cuantos segundos, el vaivén comenzó a bajar de intensidad dando la impresión de que la pesadilla estaba a punto de terminar. Pero en ese preciso momento comenzó lo peor. El sismo se tornó de oscilatorio a trepidatorio,es decir la tierra que inicialmente se balanceaba de un lado a otro cual danza macabra ahora se movía rítmicamente de arriba hacía abajo.

Pese a las suplicas del maestro,embargados por el terror y el pánico todos salimos en tropel . Era imposible bajar por las escalinatas, plagadas de chiquillos aterrorizados de los otros salones que también intentaban bajar desesperadamente a la planta baja y ponerse a salvo en el patio.

Algunos optamos por quedarnos en el pasillo del piso superior hasta que terminó el movimiento telúrico.
Por fortuna y a diferencia de muchas escuelas que se ubicaban en el Centro Histórico de la Ciudad de México que se derrumbaron causando la muerte de un gran número de maestros y jóvenes, en la secundaria Filmeno Mata (“Lecumberri” como le decíamos) no se registró ningún daño. Es más ni siquiera se fue la luz, a pesar de que Ciudad Lago era (y sigue siéndolo por la indolencia de los gobiernos corruptos de todos los colores partidistas ) una de las colonias más marginadas de la zona limítrofe del Estado de México con el entonces Distrito Federal.

Sin saber aún los estragos que había ocasionado el sismo, que ahora sabemos fue de más de 8 grados de la escala de Richter, todos nos concentramos en el patio central de la escuela.

Muchos,a causa de los nervios, tuvieron ataques de “risa”; comenzaron a carcajearse de manera incontrolable tras lo cual se desmayaron, creo yo, por la impresión de lo que acababa de pasar y en parte porque siendo de familias humildes,de muy bajos recursos , dedicadas a la pepena, a la recolección de cartón, papel periódico, vidrio, fierro y otros metales en el basurero que había a un lado de la escuela, muchos iban a clases sin desayunar.

Por la tarde, y en los días subsiguientes camiones de volteó comenzaron a llegar a Ciudad Lago a depositar cascajo, "castillos" de varillas oxidadas, pedazos de muros, y hasta cuadros metálicos de ventanales provenientes de los edificios derruidos.

También había montañas de restos de muebles, ropa, cortinas, algunas manchadas con sangre, con fragmentos de piel y carne humana las cuales al poco tiempo fueron el manjar de las ratas, enjambres de moscas y jaurías de perros callejeros que deambulaban en el lugar en busca de algo que comer y que se sintieron atraídos por el nauseabundo olor a cadáver que despedían aquellos girones de telas amontonados.

“Estábamos mi papá y yo pepenando en el basurero; vimos que había un montón de cortinas que pensamos estaban bien, pero que crees wey, cuando empezamos a revisarla ¡encontramos que muchas tenían plastas de sangre seca y en una había envuelto un brazo lleno de sangre y mejor ahí lo dejamos! “ me contó Jorge uno de mis compañeros de la escuela cuya familia se ganaba la vida con la recolección de desperdicios.

El día del terremoto, la radio fue el único medio de comunicación que a los pocos minutos del sismo comenzó a informar sobre lo que estaba ocurriendo.
En la escuela, la conserje sacó la tele al patio y la encendió. No estaba al aire Televisa; sólo Imevisión.
Recuerdo que con tono muy solemne y mesurado, Pedro Ferriz junto con una joven y hermosa Adriana Pérez Cañedo daban a conocer las primeras informaciones de lo que acababa de ocurrir. Esto a pesar a que el hijo de don Pedro se encontraba atrapado y gravemente lesionado bajo las ruinas de Radio Fórmula.

Minutos después don Pedro Ferriz fue sustituido en la conducción por el entonces joven y prepotente Joaquín López Dóriga, que aquellos años estaba a cargo del noticiero Siete Días, y que era el director del área de noticias de Imevisión.

Era jefe de dos entonces jóvenes reporteros: Javier Alatorre y José "Pepe" Cárdenas.

Televisa salió del aire desde el momento mismo en que comenzó el sismo por la caída de una de sus antenas y el derrumbe del edificio dónde se encontraba la jefatura de noticieros, en sus instalaciones ubicadas en avenida Chapultepec, exactamente donde se encuentra la estación Balderas del metro.

Al llegar a mi domicilio en la colonia Fernando Casas Alemán, ahí cerca de la popular San Felipe de Jesús,en la entonces Delegación Gustavo A. Madero no había luz ni funcionaba el teléfono.

Mi mamá, mi padrastro y mis hermanos decidimos ir a visitar a una tía y a unos primos que viven en el fraccionamiento Prados de Ecatepec, allá en el municipio de Tultitlán para saber cómo se encontraban. Allí sí había luz y ya para ese momento (13.30 horas más o menos) Jacobo Zabluduvsky comenzó a transmitir los primeros informes desde Televisa San Ángel. Recuerdo que dijo que estarían al aire unos 40 minutos y que después volverían a dejar de transmitir para evitar que los cables de sus equipos se sobre calentaran.

El video del vuelo en helicóptero del ya finado periodista Guillermo Pérez Verduzco lo transmitieron grabado, es decir no en vivo, ya que el sistema de microondas estaba colapsado.

La noche del día 20 de septiembre se produjo otra réplica del sismo, de 7 grados escala de Richter que causó más pánico que el primero y que derribó a otros edificios, algunos de los cuales ya se habían colapsado parcialmente, causando la muerte de los que habían sobrevivido y que se encontraban enterrados entre los escombros al igual que de rescatistas, la mayoría de ellos voluntarios que intentaban sacarlos de las enormes montañas de piedras y varillas.

Dos o tres días después me aventuré a ir al centro. Muchas estaciones del metro-como la de Balderas- permanecieron cerradas por varios días por lo que gran parte del trayecto lo hice a pié.

Daba la impresión de que se trataba de una ciudad bombardeada; muchos edificios, cerca del metro Pino Suárez quedaron en forma de “sandwichs”, parcialmente destruidos con los pisos superiores colapsados sostenidos por los inferiores. Otros más de plano habían desaparecido,como tragados por la tierra como el hotel Regis, de cinco estrellas , localizado en avenida Juárez, a un lado de la Alameda Central y el cual era uno de los edificios más emblemáticos de la Ciudad de México.



El olor que despedían los cuerpos aún enterrados en las montañas de cascajo, vigas, y ladrillos que días antes habían sido edificios era tan penetrante que era necesario utilizar cubrebocas para poder caminar por las calles y los cuales eran regalados por brigadas de voluntarios apostados en las cercanías de los derrumbes.

No sólo Televisa quedó fuera del aire por casi cinco horas a causa de la caída de su antena y el derrumbe de uno de sus edificios; Radio Formula, cuya sede se encontraba en aquellos años en Avenida Chapultepec también se vino abajo matando a Sergio Roth, conductor de “Batas, Pijamas y Pantunflas” uno de los programas de radio matutinos más populares de aquella época y quien murió aplastado mientras trataba de tranquilizar a sus oyentes.

Cerca de las ruinas, un grupo de técnicos y conductores de Radio Formula instalaron una carpa y una improvisada antena con apoyo de estaciones rivales que en ese momento se solidarizaron con Rogerio Azcarraga, propietario de la estación a quien le prestaron micrófonos, plantas de electricidad, consolas y hasta un transmisor para restablecer la señal y sumarse a la cobertura de la tragedia.

Uno de los locutores, sentado frente a un micrófono colocado en un viejo escritorio que quien sabe de donde lo habían sacado y que se encontraba dentro de la improvisada carpa transmitía mensajes de ayuda y daban las informaciones que se generaban desde la zona de la tragedia.

Fue tal la magnitud del desastre, que cinco años después del sismo aún era posible encontrar en varios puntos del centro histórico edificios o vecindades derruidos o agrietados a causa del terremoto.

Recuerdo el caso de las costureras que murieron aplastadas en un viejo edificio de la Calzada de Tlalpan, cerca del metro San Antonio Abad las cuales según se dio a conocer en La Jornada - que la vispera del sismo había cumplido su primer año - ganaban míseros sueldos, por extenuantes horarios de más de 12 horas sin seguro médico y de vida y sin prestaciones, muchas de las cuales dejaron huérfanos a sus hijos que no recibieron ningún centavo por parte de los dueños de la maquiladora.

Hace unos días fui a comer con una amiga a Plaza Delta, donde en 1985 había un estadio de béisbol; radicado en Hidalgo desde hace 20 años, no me acordaba que ese estadio, durante semanas fungió como una gran morgue donde se colocaron miles de féretros con cadáveres sobre la cancha de pasto para que pudieran ser identificados por familiares de desaparecidos.

Recuerdo que me contaron que el olor de los cadáveres en esta descomposición era penetrante, nauseabundo. Los cuerpos que no fueron reclamados fueron a dar a una fosa común del panteón de San Lorenzo Tezonco, de Iztapalapa, donde se colocó una placa en recuerdo a esos infortunados hombres, mujeres, niños y niñas que murieron y fueron enterrados de forma anónima.

Esos son a grandes rasgos algunos de los amargos recuerdos que tengo de los sismos del 19 y 20 de septiembre de 1985, tragedia que puso al descubierto la ineficacia, corrupción e ineptitud del gobierno de Miguel Delamadrid pero que motivó al pueblo a unirse y organizarse de manera espontánea para el rescate de víctimas y la reconstrucción de la zona devastada.Por irónico que sea, el movimiento de tierra se convirtió en un verdadero sismo político social que tras cobrar su cuota de sangre, propició el cambio democrático en la gran metrópoli en 1997, y en el resto del país, en 2018.

Por cierto, nadie hubiera creído en ese 1985 que exactamente 32 años después, el 19 de septiembre de 2017 otra tragedia similar nos iba a ocurrir a los chilangos con otro terremoto que causó muertes y destrucción de otros edificios, en zonas que no fueron afectadas en el de 1985. Y que en 2022, minutos después del simulacro que se realiza cada año para conmemorar ambas tragedias, se iba a producir otro sismo que causó caída de edificios y algunas muertes en otras entidades.