Julio Gálvez.
Con la cuenta regresiva en marcha para el último mes del gobierno de AMLO, la pregunta en la mente de muchos es: ¿De qué lado jugará México? La historia, con su tendencia a repetirse, nos ofrece pistas intrigantes. Recordemos cómo Benito Juárez, un modelo a seguir para AMLO, tuvo que negociar con Estados Unidos para vencer la intervención francesa en el siglo XIX. Juárez, en su pragmatismo, entendió que a veces, pactar con un poder hegemónico es necesario para asegurar la soberanía nacional.
Avancemos al presente y observemos el Tren Transístmico, uno de los proyectos insignia de AMLO, que se inaugurará en unos días. Este ambicioso proyecto pretende rivalizar con el Canal de Panamá, facilitando que la mercancía de China llegue a México y cruce rápidamente hacia el Golfo y el Atlántico. La meta: que los productos chinos lleguen más rápido al mayor mercado del mundo, Nueva York. Esto no solo subraya la importancia geoestratégica de México, sino también su potencial para redefinir rutas comerciales globales.
En el panorama internacional, la reciente incorporación de Emiratos Árabes Unidos al grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) añade una capa de complejidad. Durante la ceremonia, el jefe de la misión diplomática rusa en Sudáfrica entregó simbólicamente un billete de 100 "brics" al embajador de Emiratos Árabes Unidos. Curiosamente, en dicho billete aparece la bandera de México junto a las de los cinco países fundadores y otros siete, lo que ha despertado especulaciones sobre la futura dirección de la política exterior mexicana.
En la reunión del BRICS de agosto de 2023 en Johannesburgo, se anunció la incorporación de Argentina, Irán, Egipto, Arabia Saudita, Etiopía y Emiratos Árabes Unidos al bloque, un movimiento que busca reducir la dependencia de la economía global del dólar estadounidense. Esta desdolarización, considerada inminente por muchos, coloca a México en una encrucijada debido a su estrecha relación económica con Estados Unidos y su membresía en el T-MEC.
Para Estados Unidos, la expansión del BRICS es vista como una amenaza geopolítica, con China y Rusia buscando ganar influencia en Latinoamérica. Con la ampliación del BRICS, este bloque representará más del 50% de la población mundial, desde el 42% actual, y abarcará un impresionante 43% de la producción global de petróleo, superando a la OPEP que se queda rezagada con un 38%.
La situación plantea un dilema para México: ¿Seguirá la doctrina Calvo, tradicional en el derecho internacional mexicano, de no alinearse con ningún bando y esperar? Esta postura podría, sin embargo, condenar al país al atraso en un mundo que se está redefiniendo rápidamente. O, por el contrario, ¿tomará una postura más activa y estratégica en esta nueva configuración global?
La decisión no es sencilla. Mantener el equilibrio entre las potencias mundiales requiere una habilidad diplomática fina. Sin embargo, la inacción o la indecisión podrían dejar a México al margen de las nuevas dinámicas económicas y políticas que se están gestando. En este contexto, el legado de AMLO y el futuro de México están en juego, y la historia está a punto de escribir un nuevo capítulo.