Trump arremete contra inversión china en industria automotriz mexicana



Alonso Quijano.

En una reciente entrevista con la revista "Business Week", recuperada por el periódico español "El País", el candidato presidencial estadounidense Donald Trump criticó la creciente inversión china en el sector automotriz de México. Según la periodista Isabella Cota, quien retoma la entrevista para "El País", Trump acusó a la industria automotriz china de establecer plantas de fabricación y ensamble en México para vender vehículos en Estados Unidos, aprovechando los beneficios fiscales del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).

Trump expresó su preocupación afirmando: "Están sucediendo cosas malas. Algo realmente malo está pasando allá en México. China está construyendo enormes plantas de automóviles. Van a dejar sin trabajo al UAW [Sindicato de Trabajadores Automotrices, en español]. Las están construyendo en México para fabricar autos para venderlos en Estados Unidos, ¿qué ganamos con esto?"

Además, Trump apuntó que con el Gobierno de Joe Biden, las empresas han optado por ir a México bajo la modalidad del nearshoring, en lugar de mudarse a Estados Unidos, pagar más impuestos y generar más trabajos. "Eso no iba a suceder en mi época, ¿sabes por qué? Porque detuve todo eso, todos se estaban mudando a México. Estaban construyendo en México, no tenían impuestos que pagar y los están vendiendo en Estados Unidos. Ni siquiera habría habido una industria automovilística si yo no hubiera impedido eso", dijo.

Sin embargo, bajo la administración de Biden se aumentaron drásticamente los aranceles a los vehículos eléctricos (EV, por sus siglas en inglés) al 102.5 por ciento, en comparación con el 27.5 por ciento establecido por Trump. Asimismo, en el Gobierno de Trump, la Casa Blanca "elevó las tensiones comerciales con China, imponiendo altos aranceles a sus bienes", recordó Isabella Cota. "Bajo la actual administración de Joe Biden, el país diseñó un ambicioso plan para migrar a tecnologías de movilidad eléctricas que se suministren de fuentes de energías renovables o más limpias que los hidrocarburos. Además, escaló la guerra comercial con el país asiático", recapituló la periodista.

Este es un escenario que aterroriza a la industria automotriz estadounidense. Fabricantes de automóviles chinos se establecen en México para aprovechar las reglas comerciales de Norteamérica. Una vez instalados, envían vehículos eléctricos de precio muy bajo a Estados Unidos. A medida que los vehículos eléctricos (EV, por sus siglas en inglés) chinos salen a la venta en todo el país, a los EV de fabricación estadounidense —que cuestan un promedio de 55 mil dólares, aproximadamente el doble del precio de sus contrapartes chinas— se les dificulta competir. Las fábricas cierran. Los trabajadores pierden sus empleos en el corazón industrial de Estados Unidos.

Al final, todo podría convertirse en una dolorosa repetición de cómo la competencia china, subsidiada por el gobierno, devastó industrias estadounidenses, desde la acerera hasta la de paneles solares, durante el último cuarto de siglo. En esta ocasión, serían los EV, que los fabricantes de automóviles estadounidenses consideran el núcleo de su negocio en las próximas décadas. Los vehículos eléctricos chinos de bajo precio representan un "evento de nivel de extinción" potencial para la industria automotriz estadounidense, advirtió la Alianza de la Manufactura Estadounidense.

El acuerdo comercial que Beijing podría explotar potencialmente —el acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá— fue negociado por el gobierno de Donald Trump y promulgado en 2020. Sus reglas podrían permitir que los automóviles chinos ensamblados en México ingresen a Estados Unidos, ya sea sin pagar aranceles o a un tipo arancelario nominal del 2.5 por ciento. De ambas formas, China podría vender sus EV muy por debajo de los precios típicos de Estados Unidos.

Para desactivar la amenaza, Estados Unidos tiene opciones. Los funcionarios de aduanas podrían dictaminar que los vehículos eléctricos chinos no califican para los beneficios de aranceles bajos o libres de impuestos por ser ensamblados en México. Los legisladores también podrían presionar a México para que mantenga los vehículos chinos fuera de ese país. O podrían prohibir la entrada de vehículos eléctricos chinos a Estados Unidos con el argumento de que amenazarían la seguridad nacional de la nación. Por su parte, Donald Trump dijo a la revista "Time" en abril: "Les aplicaré aranceles del 100 por ciento. Porque no voy a permitir que se roben el resto de nuestro negocio".

No obstante, cualesquiera que sean las medidas que tome el gobierno de Estados Unidos, probablemente enfrentarán desafíos legales de las empresas que quieran importar los EV chinos. La amenaza de Beijing surge justo cuando los fabricantes estadounidenses de automóviles enfrentan una desaceleración en las ventas de EV, incluso mientras invierten miles de millones de dólares para producirlos, en una apuesta costosa a que los estadounidenses adoptarán los automóviles impulsados por baterías en las próximas décadas. Los precios comparativamente más altos, a pesar de los incentivos fiscales federales para los compradores, han debilitado las ventas de EV en Estados Unidos. También lo ha hecho la ansiedad pública por la escasez de estaciones de carga, potencialmente agravada por el aumento de los robos de cables en ellas.

Los optimistas sugieren que una afluencia de vehículos eléctricos chinos de precio muy bajo podría acelerar las compras de EV en Estados Unidos, apresurar la inversión en estaciones de carga y obligar a bajar los precios. China ha tomado una ventaja abrumadora hasta ahora. Representó casi el 62 por ciento de los 10.4 millones de EV impulsados por baterías que se produjeron en todo el mundo el año pasado. Estados Unidos, en el puesto número dos, fabricó alrededor de un millón —menos del 10 por ciento del total, según la firma de consultoría y análisis GlobalData.

Al lograr avances tecnológicos y a la vez mantener los costos bajos, los fabricantes de automóviles chinos han logrado avances notables. BYD, de China, presentó el año pasado un vehículo eléctrico pequeño llamado Seagull que se vende por sólo 12 mil dólares en China —y 21 mil dólares por la versión comercializada en algunos países latinoamericanos. Considerado una maravilla de eficiencia en ingeniería, su diseño liviano permite al Seagull llegar más lejos por carga con una batería más pequeña. BYD ha dicho que considera construir una fábrica en México —pero sólo para el mercado mexicano.

Los legisladores y las compañías automotrices estadounidenses no están nada tranquilos. Por ello, el mes pasado, Biden aumentó drásticamente los aranceles a los EV chinos, del 27.5 por ciento establecido bajo Trump al 102.5 por ciento. Su objetivo es sacar del mercado estadounidense incluso al Seagull de BYD, que está a precio de ganga. (Los europeos también están preocupados: la Unión Europea dice que planea imponer aranceles de hasta el 38.1 por ciento a los EV chinos durante cuatro meses a partir de julio).

No obstante, el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) potencialmente permite que los vehículos ensamblados en México —incluso si son producidos por fabricantes de automóviles europeos o asiáticos— ingresen a Estados Unidos con un arancel mucho más bajo o sin aranceles. Si los automóviles fabricados en México cumplen con los requisitos del T-MEC, podrían ingresar a Estados Unidos libres de impuestos. Para ello, cuando menos el 75 por ciento de un automóvil y sus piezas tienen que proceder de Norteamérica. Y al menos el 40 por ciento debe originarse en lugares donde los trabajadores ganan al menos 16 dólares la hora.

Sin embargo, para un fabricante chino de vehículos eléctricos como BYD, calificar para el trato libre de impuestos bajo el T-MEC podría ser difícil incluso si intentara obtener partes en América del Norte. Pero hay una manera más fácil en que los fabricantes chinos de EV podrían utilizar a México para tratar de eludir el letal impuesto de importación del 102.5 por ciento de Biden. Tendrían que pagar sólo el 2.5 por ciento —el impuesto que se aplica a la mayoría de los automóviles importados a Estados Unidos— si pueden demostrar que el ensamblaje de sus vehículos eléctricos en México implicó una "transformación sustancial" que esencialmente los convirtió de autos chinos en autos mexicanos.

Los funcionarios estadounidenses podrían rechazar la idea de que se produjo una transformación sustancial durante el proceso de ensamblaje. Pero a Estados Unidos se le dificultaría prevalecer si esa decisión fuera impugnada en la Corte de Comercio Internacional de Estados Unidos, "dados los cambios sustanciales que típicamente tienen lugar en las fábricas de ensamblaje de automóviles", escribió David Gantz, abogado comercial y miembro del Instituto Baker de Políticas Públicas de la Universidad Rice.

La manera "más eficaz y rápida" de mantener fuera a los vehículos eléctricos chinos, sostiene Gantz, sería bloquearlos por motivos de seguridad nacional. Después de todo, los EV actuales están cargados de cámaras, sensores y otros dispositivos tecnológicos que podrían recopilar imágenes del entorno de los automóviles e información personal confidencial de los conductores. Y China no es sólo un competidor económico. Es un adversario geopolítico —y, potencialmente, uno también militar.