Alonso Quijano.
Miguel Tello Vargas, titular de la Unidad de Planeación y Prospectiva, ha decidido enfrentar uno de los desafíos más acuciantes para los jóvenes hidalguenses: el acceso a una vivienda digna. En un país donde adquirir una casa o un departamento se ha vuelto una misión casi imposible para Millennials y Centennials, Tello Vargas está diseñando políticas públicas con la esperanza de cambiar esta realidad.
Muchos mexicanos guardan entrañables recuerdos de los hogares donde pasaron su infancia, desde la casa de los abuelos hasta la de sus padres. Estos espacios, más que simples estructuras, son refugios llenos de tranquilidad y seguridad. Sin embargo, la posibilidad de establecer un hogar propio se ha convertido en una ilusión para las nuevas generaciones. Los precios de las viviendas han subido un 42% en términos reales en los últimos 16 años, mientras que los salarios han disminuido un 21% en el mismo periodo.
Según Miguel Tello Vargas, la situación es insostenible. “La gente tiene menos dinero y las casas cuestan más”, resume de manera contundente. Este problema no es solo económico, sino también social. En palabras del investigador de la Universidad de Guadalajara, Máximo Ernesto Jaramillo-Molina, los salarios reales en México han disminuido de forma constante desde hace 16 años, alcanzando su punto más bajo en 2018.
La desigualdad es evidente: el 49% de los ingresos de los hogares más pobres se destinan al pago de la renta, mientras que el 90% de los ingresos generados por esas rentas son captados por el 10% más rico del país. Más de la mitad de la población en México paga alquiler debido a la imposibilidad de obtener un crédito, y muchos aún viven con sus padres o abuelos.
La gentrificación y la financiarización de la vivienda son otros retos significativos. La gentrificación expulsa a la población local para dar paso a personas con mayor capital, generalmente extranjeros, encareciendo los servicios y el estilo de vida. Por otro lado, la financiarización convierte las viviendas en instrumentos de inversión, generando un mercado basado en la especulación de precios y el acaparamiento de viviendas.
Los desarrollos inmobiliarios, en su búsqueda de máximo lucro, venden viviendas pequeñas y de baja calidad. Este fenómeno ha sido exacerbado por empresas como Airbnb, que elevan las rentas y facilitan la especulación en zonas de alta plusvalía. La expansión de asentamientos sin planificación adecuada también es un problema, afectando la disponibilidad de servicios básicos como el agua.
El "mercado negro" de la vivienda, o los asentamientos irregulares, surge de la falta de políticas públicas y regulaciones efectivas. Miguel Tello Vargas sostiene que es esencial que el Estado retome el control del desarrollo inmobiliario, implementando políticas públicas, programas sociales y proyectos de inversión que promuevan el acceso a una vivienda digna.
Un ejemplo exitoso es la empresa municipal de Viena, Wiener Wohnen, que gestiona la vivienda social, permitiendo al Ayuntamiento ser un actor principal en el mercado y mantener precios y estándares de calidad razonables. Este modelo permite a las personas vivir en zonas céntricas con acceso a escuelas, parques y centros laborales, mejorando significativamente su calidad de vida y reduciendo costos para el Estado.
Para Miguel Tello Vargas, proporcionar vivienda de acuerdo a factores de bienestar social y no de especulación financiera es la solución. Replicar modelos exitosos como el vienés podría ser clave para enfrentar la urgente necesidad de acceso a la vivienda entre la población joven.
El derecho a una vivienda digna debe ser una prioridad en los próximos años. El Estado debe limitar la financiarización, fortalecer la obtención de créditos para los trabajadores y asegurar viviendas dignas, con estándares de calidad éticos, en zonas seguras y con espacios verdes. La vivienda no debe ser un lujo, sino un derecho fundamental, y es responsabilidad del Estado garantizarlo.