La inauguración de los juegos olímpicos de París causó controversia política y religiosa.


Durante la inauguración, se presentó un performance inspirado en una obra conocida como “La Fiesta de los Dioses” de Jan van Bijlert, no en “La Última Cena” de Leonardo Da Vinci. La confusión surgió debido a que la representación incluía elementos que evocaban la famosa pintura de Da Vinci, donde Jesucristo y sus apóstoles se reúnen para la última cena antes de la Pasión y la crucifixión.

“La Fiesta de los Dioses”, pintada por Jan van Bijlert en 1635, celebra a los dioses grecolatinos en honor al matrimonio de Tetis y Peleo. En la mesa de esta celebración divina preside el dios Apolo, acompañado por figuras mitológicas como Hércules, Neptuno y Eris. La obra se encuentra actualmente en el Museo Magnin de Dijon.

El performance, diseñado por el director de teatro Thomas Jolly, fue interpretado por muchos como un mensaje de inclusión y respeto hacia la diversidad, ya que incluía drag queens y otras representaciones artísticas. Sin embargo, la comunidad católica percibió el acto como una burla hacia uno de los eventos más sagrados del cristianismo, lo que generó críticas y condenas por parte de algunos grupos religiosos y medios.

El Comité Olímpico había anunciado previamente que la ceremonia no iba a ser una recreación de “La Última Cena”, sino que estaba inspirada en la obra de Bijlert. A pesar de estos avisos, la confusión persistió y el evento desató un debate sobre la sensibilidad religiosa y la representación cultural.

Anne Descamps, portavoz de los Juegos Olímpicos de París 2024, aclaró que no hubo intención de ofender a ningún grupo religioso. Thomas Jolly, el director del performance, también negó que su obra se inspirara en “La Última Cena” y enfatizó que su objetivo era promover la tolerancia hacia las identidades sexuales y de género, además de celebrar los valores republicanos de libertad, igualdad y fraternidad.