Hace 24 años falleció Víctor Manuel Martínez, director de La Opinión del Estado de Hidalgo.



Un gran amigo y profesional de los medios de comunicación.

#Tenebra | Juan Ricardo Montoya

Ayer, 29 de julio se cumplieron ya 24 años de la partida de ese gran amigo periodista Víctor Manuel Martínez Espinoza, quien a lo largo de más de dos décadas fue el director y gerente general del interdiario La Opinión del estado de Hidalgo.

Aunque en aquella época quien escribe estas líneas radicaba en la ciudad de México, donde tuve la oportunidad de ejercer los 10 primeros años –de los 30 que voy a cumplir el 2 octubre- de mi labor periodística, tuve la oportunidad de hacer algunas colaboraciones para La Opinión, entre los años 1996 al 2000 gracias sobre todo a la confianza que me tuvo desde un principio don Víctor Manuel Martínez.

Don Víctor –a él sí le antepongo el “don” por el respeto que se ganó a pulso- era a diferencia de muchos directores y jefes de información de diarios que hay en la entidad –déspotas, soberbios, groseros, que incluso llegan a golpear a sus reporteros – un tipo alegre, jovial, sencillo quien siempre bromeaba y que alentaba a quienes trabajaban con él a poner su mejor empeño.

A mi en particular me pidió dejar la Ciudad de México y mudarme a Hidalgo – aprovechando la vivienda que años antes había adquirido mi familia en las cercanías de la ExHacienda La Concepción y que usábamos como casa de campo, la misma donde actualmente vivo - y ponerme a “chambear” en La Opinión.

No obstante, eso no se pudo hacer en aquel momento por mi compromiso de producir y conducir un programa “de espantos” –aclaro, no era La Mano Peluda- para la XEDA Radio 13 1290 de am de la Ciudad de México y de “reportear” para la revista Mira de Miguel Ángel Granados Chapa e Impacto de Juan Bustillos, ambos que en paz descansen además de manejar la prensa del - en 1997-entonces diputado del PRD Francisco Chiguil, hoy alcalde de Gustavo A Madero y dar clases de historia Universal y de México en algunas escuelas privadas.

Pero escribí para La Opinión sobre algunos temas de investigación tales como el fracaso del turismo en la entidad; las labores legislativas de los diputados federales y senadores de Hidalgo-en aquel tiempo Manuel Ángel Núñez Soto era diputado federal y José Guadarrama Márquez senador del PRI quienes después se distanciarían y romperían por la designación del primero como candidato del PRI a gobernador- entre otros muchos temas.

En aquella época don Víctor era conductor del noticiero Desayunando La Noticia que se transmitía desde el restaurante El Casino Español –hoy desaparecido- a través de la radio oficial.

Una vez me invitó a participar en una emisión donde hice un comentario irreverente y critico al aire al entonces gobernador Jesús Murillo Karam lo que puso nerviosos a don Víctor y Edith Cervantes, así como al hoy senador Navor Rojas conductores de la emisión así como a los encargados de la producción. . Yo no entendí en ese momento el porqué les había preocupado el comentario,pero luego lo comprendí bien: el exagerado oficialismo y reverencial trato que había en los medios de comunicación.

Guerrerense de nacimiento pero hidalguense por adopción, para don Víctor La Opinión era, aparte de su hijo que estudiaba en la Ciudad de México para ser ingeniero, lo más importante en esta vida. La Opinión en sus inicios, a principios de los años 80 era un semanario que gracias a la aceptación de la gente muy pronto se convirtió en interdiario; es decir que se publicaba tres veces por semana, domingos, martes y jueves.En muchas regiones era el único medio de comunicación impreso que circulaba con regularidad con notas de lugares que siempre eran y han sido olvidados de la Sierra Gorda, la Huasteca y de la zona Otomi Tepehua.

Autor de la gustada columna La Telaraña, en la que de forma jocosa y punzante lanzaba divertidas críticas a funcionarios del gobierno –obvio menos al mandatario en turno ni a su esposa- ; a presidentes municipales, diputados o a jefes policíacos a quienes satirizaba por sus excesos, soberbia y estupidez .

También era autor de otra columna, “Querido Diario” la cual firmaba con el seudónimo “Pedro Calles” donde relataba y describía nostálgicas estampas citadinas y de la vida cotidiana tanto de Pachuca y del Distrito federal de los años 50 y 60–ciudad donde trabajó como reportero del diario Ovaciones- y de los personajes que deambulaban por las calles y avenidas de esas metrópolis.

A finales de 1999 o inicios del 2000 no recuerdo bien, unos santeros afroamericanos originarios de la isla de Cuba, por un reportaje que les hice para mi programa de Radio 13 y que salió publicado también en el seminario Impacto, me obsequiaron unos collares de protección, según ellos, “preparados"
Me advirtieron que los debía traer siempre puestos, de ser posible ocultos y evitar que fueran tocados por extraños para evitar que se "contaminaran".
Por cierto, esos collares aún los tengo y me los pongo por debajo de las playeras y camisas cuando la situación lo amerita.

Uno de esos collares, formado por piedritas color negro con manchas rojas era dedicado a “Oyá” la señora de los cementerios y del viento según me explicaron.
"Si alguna vez este collar se te rompe solo y se caen las piedritas –me advirtieron-será señal de que alguien cercano va a fallecer; o que va a ocurrir una tragedia o problema grave a ti, a algún familiar o a una amistad ;es un aviso que te da la Señora de los Vientos para que te prevengas”.

Así las cosas, una tarde de finales de julio del año 2000 yo caminaba muy quitado de la pena por los rumbos de la avenida Marina Nacional, en la Ciudad de México y casualmente pasé por donde estaba el diario Ovaciones. Me quedé viendo a la fachada y se me vino a la mente que allí había trabajado como reportero don Víctor, tal como me lo contó en alguna ocasión.

Momentos después el collar rojínegro de Oyá se rompió de manera inexplicable…
Cuatro o cinco días después, a inicios de agosto, y tal como acostumbraba hacer cada inicio de mes, sin saber aún lo que había ocurrido, me trasladé a Pachuca a entregar una colaboración al periódico, la cual aún redacté con máquina de escribir . Aunque ya para ese entonces existía el internet, aún no era generalizado el uso del correo electrónico a tal grado que la redacción de La Opinión carecía de esa valiosa herramienta cibernética.

Para llegar a La Opinión, tomaba un autobús de la Ciudad de México a Pachuca ; de la Central de Autobuses abordaba una combi que me dejaba sobre la avenida Revolución, exactamente a un costado de la Escuela Miguel Alemán.

Ese día, cruce la avenida y cuando transitaba por el parque que está a un costado de Plaza Juárez se desató un viento inusualmente fuerte que –aunque no lo crean y no es ficción- no me dejaba avanzar. Con trabajos llegué a la explanada con el fuerte aire en mi contra.Por fin llegué al circuito Benito Juárez, crucé por donde está el semáforo, en los portales que hacen esquina con la avenida Vicente Guerrero.

Al llegar al edificio de oficinas situado en el número 1206 de esa avenida –en cuyo primer piso se encontraba la redacción de La Opinión-y mientras subía las escaleras, sentí un frío estremecedor que me caló los huesos ; escalofrío de muerte…

Al llegar a la entrada de la redacción, note que el letrero de madera colocado a un lado del marco de la puerta y que decía “La Opinión del estado de Hidalgo” se encontraba chueco, lo que me llamó la atención porque don Víctor era muy meticuloso en tener todo limpio y en orden."Le voy a decir a don Víctor que se le cayó el tornillo de la derecha y que por eso el letrero está chueco", me dije a mi mismo. Luego, como era mi costumbre entré, saludé a todos y me senté en la silla que estaba colocada frente al escritorio de don Víctor que se hallaba a un costado de la entrada de la oficina.

Aunque todos laboraban de forma habitual en la redacción, se sentía un aire pesado, extraño. Trabajaban en silencio; se les veía tristes, serios...Minutos después se me acercó Rubén, jefe de información del periódico y tras saludarme de forma nerviosa me dijo que don Víctor no estaba. "Se fue" dijo con la voz entrecortada y mirándome de frente y fijamente.

“Seguro se fue a una gira con el gobernador en helicóptero ” le dije, ya que don Víctor constantemente acompañaba a los gobernadores a sus recorridos por la entidad, a lo que me replicó Rubén : “No , no entiendes. Él ya se fue”.

“No manches, ¿a poco ya vendió el periódico?” le pregunté, a lo que contestó con un tono nervioso:"No. Se fue"...

“¿De vacaciones?”o ¿A donde fue? volví a preguntar, ya intrigado, lo que negó con un movimiento de cabeza al mismo tiempo que me entregaba en las manos un ejemplar de la edición de La Opinión de ese día, 3 de agosto del 2000 que aún conservo en mis archivos y cuya foto adjunto en este relato. 

“Luto en la Opinión” decía la nota principal acompañada de una foto de don Víctor conduciendo su noticiero de radio y en el que se informaba que había muerto el 29 de julio. 

No sé bien a ciencia cierta cómo o de qué murió. Alguien me dijo que fue por un infarto al corazón fulminante. Me contaron que el paro al miocardio le dió cuando se encontraba escribiendo su columna Telaraña y que quedó muerto sobre su máquina de escribir, como si se hubiera quedado dormido. Que ese día se la había pasado - como siempre-, haciendo bromas y chascarrillos y que se encontraba contento. Aún alcanzó hacer el noticiero de radio que ya también pasaba de manera simultánea por el canal 3 de televisión.

El infarto le dio al encontrarse sólo en la redacción cuando los demás habían ido a comer, a eso de las 2 o 3 de la tarde y que cuando los redactores y reporteros regresaron, lo encontraron "dormido" sobre su máquina de escribir.

Otros, me aseguraron que fue en su casa donde tras quedarse dormido de manera apacible la noche del 28 de julio, ya no despertó a la mañana del día siguiente.
Hasta el día de hoy ,no se sabe con exactitud como falleció.

Irónicamente, el 2000- en el que partió de este mundo- para don Víctor iba a ser un año importante para el crecimiento de La Opinión. Ya tenía capital suficiente –según me contó la última vez que lo vi con vida- para convertir a La Opinión en una publicación diaria la cual competiría con El Sol de Hidalgo.

Incluso había comprado un lote de cámaras fotográficas nuevas así como uno de computadoras -que nunca se estrenaron -y me insistía en incorporarme ya al nuevo proyecto que iniciaría a finales de agosto o principios de septiembre.

Incluso, en el cabezal de La Opinión fue incluido el año 2000 para dar a entender que sería el año del relanzamiento como diario de ese periódico. Don Víctor, aunque tenía estrecha amistad con el ya entonces gobernador Manuel Ángel Núñez Soto y la llevaba bien con clase política de la entidad, fue el primero en abrirle las páginas de su periódico a un candidato presidencial de oposición, al panista Vicente Fox quien poco antes de la elecciones, visitó Hidalgo y fue recibido únicamente en La Opinión, donde se le entrevistó y donde se publicaron sus propuestas de campaña.

Los demás medios de comunicación sólo dedicaron sus páginas, cámaras y micrófonos al candidato del PRI Francisco Labastida Ochoa…

Luego del triunfo de Fox el 2 de julio de ese 2000, el presidente electo contrató espacios publicitarios para insertar una columna semanal que escribía en aquellos medios impresos de provincia que le habían abierto sus puertas. Entre ellos La Opinión.

Así, el año 2000, del cambio que nunca se dió, en el que tantas esperanzas abrigaba don Víctor para convertir a su querido periódico en un diario, fue el año en que falleció.

A los pocos meses, ante el desinterés de su hijo de seguir y ponerse al frente del proyecto, La Opinión también desapareció.

Además del misterio que hay con respecto a su muerte, al menos yo no sé dónde reposan los restos de don Víctor. Él en vida me comentó ser devoto de la Virgen Morena y que por eso había pagado una cripta en la Basilica de Guadalupe para que fuera su última morada.
Al ir a buscar la cripta, no la encontré. En los registros de personas cuyos restos permanecen allí, no estaba el nombre de don Víctor.

Tampoco en el viejo panteón ubicado en el Cerro del Tepeyac. Hasta la fecha ignoro donde se encuentra su tumba. 

A 24 años de su muerte sólo me resta darle las gracias.
¡Descanse en paz, maestro y amigo don Víctor Manuel Martínez! Gracias por sus enseñanzas...ya algún día lo andaré saludando por allá, donde se encuentra para que me siga contando sus anécdotas y haciéndo sus chascarrillos...