Como dijo AMLO se empiezan a observar ambiciosos vulgares que solamente van por los puestos, el dinero y el poder.
Jorge Montejo.
Con la reciente victoria de Claudia Sheinbaum en las elecciones presidenciales, el panorama político de México ha experimentado cambios significativos. A pesar del triunfo de Morena, el partido de izquierda ha comenzado a mostrar divisiones internas y signos de discriminación hacia ciertos sectores de la izquierda, reflejando patrones observados en administraciones estatales.
Uno de los casos más notorios es el de Gerardo Fernández Noroña, quien quedó en tercer lugar en las internas de Morena. A pesar de su destacada trayectoria y apoyo dentro del partido, Noroña ha sido visiblemente relegado del gabinete de Sheinbaum. En su lugar, se han favorecido figuras y grupos como los de Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal, quienes han recibido posiciones estratégicas en la nueva administración.
Ebrard, quien obtuvo el segundo lugar en las primarias, aseguró un puesto en el gabinete a través de amenazas y un acuerdo que le permitió mantenerse dentro de Morena. Por otro lado, Monreal, que quedó en sexto lugar, incluso por debajo de figuras menores como el "Niño Verde", ha sido nombrado coordinador de Morena en la Cámara de Diputados.
La inclusión de Ebrard y Monreal en el núcleo de poder de Sheinbaum no ha pasado desapercibida. Ambos han sido señalados por ser la puerta de acceso para exmilitantes del PRI y el PAN dentro de la Cuarta Transformación (4T). Esta situación ha generado una percepción de traición entre las bases del partido, que ven en estas figuras a oportunistas que diluyen los principios originales de Morena.
La situación de Noroña recuerda el caso de la izquierda en Hidalgo, donde tras una victoria inicial, se enfrentó a bloqueos y traiciones que terminaron por desmoronar su cohesión. Los simpatizantes de Noroña temen que este sea un presagio de lo que está por venir para su líder, anticipando una "puñalada por la espalda" por parte de aquellos que han ascendido a posiciones de poder a través de pactos y acuerdos, en lugar de crecer por medio de un compromiso genuino con los ideales de la izquierda.
Este escenario plantea un desafío importante para Morena y para Claudia Sheinbaum. La forma en que maneje estas tensiones internas y la percepción de traición entre sus filas determinará en gran medida la estabilidad y la cohesión del partido en el futuro cercano. La esperanza de muchos es que, en lugar de ahondar las divisiones, se busque una reconciliación que permita a la izquierda mexicana mantenerse unida y fuerte frente a los desafíos que se avecinan.
Con la reciente victoria de Claudia Sheinbaum en las elecciones presidenciales, el panorama político de México ha experimentado cambios significativos. A pesar del triunfo de Morena, el partido de izquierda ha comenzado a mostrar divisiones internas y signos de discriminación hacia ciertos sectores de la izquierda, reflejando patrones observados en administraciones estatales.
Uno de los casos más notorios es el de Gerardo Fernández Noroña, quien quedó en tercer lugar en las internas de Morena. A pesar de su destacada trayectoria y apoyo dentro del partido, Noroña ha sido visiblemente relegado del gabinete de Sheinbaum. En su lugar, se han favorecido figuras y grupos como los de Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal, quienes han recibido posiciones estratégicas en la nueva administración.
Ebrard, quien obtuvo el segundo lugar en las primarias, aseguró un puesto en el gabinete a través de amenazas y un acuerdo que le permitió mantenerse dentro de Morena. Por otro lado, Monreal, que quedó en sexto lugar, incluso por debajo de figuras menores como el "Niño Verde", ha sido nombrado coordinador de Morena en la Cámara de Diputados.
La inclusión de Ebrard y Monreal en el núcleo de poder de Sheinbaum no ha pasado desapercibida. Ambos han sido señalados por ser la puerta de acceso para exmilitantes del PRI y el PAN dentro de la Cuarta Transformación (4T). Esta situación ha generado una percepción de traición entre las bases del partido, que ven en estas figuras a oportunistas que diluyen los principios originales de Morena.
La situación de Noroña recuerda el caso de la izquierda en Hidalgo, donde tras una victoria inicial, se enfrentó a bloqueos y traiciones que terminaron por desmoronar su cohesión. Los simpatizantes de Noroña temen que este sea un presagio de lo que está por venir para su líder, anticipando una "puñalada por la espalda" por parte de aquellos que han ascendido a posiciones de poder a través de pactos y acuerdos, en lugar de crecer por medio de un compromiso genuino con los ideales de la izquierda.
Este escenario plantea un desafío importante para Morena y para Claudia Sheinbaum. La forma en que maneje estas tensiones internas y la percepción de traición entre sus filas determinará en gran medida la estabilidad y la cohesión del partido en el futuro cercano. La esperanza de muchos es que, en lugar de ahondar las divisiones, se busque una reconciliación que permita a la izquierda mexicana mantenerse unida y fuerte frente a los desafíos que se avecinan.
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Ebrard y Monreal son considerados traidores para las bases de Morena y la izquierda.