La Contradicción del Patriotismo Económico Estadounidense.



Julio Gálvez 

En el complejo tablero geopolítico mundial, Estados Unidos maneja un discurso unilateral habilitado por su poderosa maquinaria mediática, que manipula la percepción global y oculta su política contradictoria. Mientras aboga por la globalización y el libre mercado en el exterior, adopta un enfoque proteccionista al interior, ejemplificado por su "patriotismo económico". Este concepto ha sido utilizado para bloquear adquisiciones extranjeras bajo el pretexto de la seguridad nacional y la protección económica.

Un claro ejemplo de esta dualidad se observó cuando el Congreso estadounidense impidió que la empresa estatal China National Offshore Oil comprara la petrolera californiana UNOCAL. En lugar de permitir la transacción en línea con los principios del libre mercado, se aseguró que UNOCAL terminara en manos de Chevron-Texaco, una trasnacional también de California. Este movimiento subraya la tendencia de Estados Unidos a aplicar reglas distintas según sus intereses estratégicos y económicos.

El "patriotismo económico" también fue el argumento utilizado para bloquear el trato entre el gobierno de George W. Bush y Dubai Ports World, que habría permitido a la empresa de los Emiratos Árabes Unidos gestionar seis puertos estadounidenses. A pesar de que los Emiratos han sido aliados estratégicos, proporcionando facilidades portuarias cruciales en el Golfo Pérsico, el Congreso estadounidense alegó preocupaciones de seguridad para justificar su decisión. Este proteccionismo contrasta con la crítica estadounidense a otros países que intentan preservar sus propios recursos energéticos.

La política energética de Estados Unidos se refleja en el informe del Pentágono sobre el "nacionalismo petrolero" en América Latina. El documento, elaborado por el Comando Sur, señala que el control estatal de la producción de energía en la región representa una amenaza para el suministro a largo plazo de crudo a Estados Unidos. Este estudio responde a preocupaciones crecientes sobre la seguridad energética estadounidense, exacerbadas por las advertencias del presidente venezolano Hugo Chávez de interrumpir el suministro de petróleo.

El Comando Sur argumenta que el control estatal desalienta la inversión extranjera necesaria para aumentar la producción y mantener el abastecimiento a largo plazo. Esta perspectiva repite la retórica neoliberal que promueve la privatización y minimiza el papel del Estado, beneficiando a la plutocracia oligopólica. Se critica a países como Venezuela, Bolivia y Ecuador por aumentar impuestos a las compañías petroleras y por nacionalizar sus industrias, lo que, según el informe, incrementa las ineficiencias y obstruye la producción futura.

El caso de Occidental Petroleum es emblemático. Esta petrolera californiana, que ha estado envuelta en escándalos globales, desde accidentes trágicos hasta conexiones con figuras políticas controvertidas, enfrenta expropiaciones de campos petroleros en Ecuador y una resistencia notable de la tribu U’wa en Colombia por la explotación de tierras ricas en petróleo.

El informe del Pentágono y la narrativa de The Financial Times reflejan la preocupación estadounidense por su seguridad energética y el control de los recursos en Latinoamérica. Mientras Estados Unidos se preocupa por las "vulnerabilidades" energéticas, ignora las necesidades y derechos de los países latinoamericanos de controlar y beneficiarse de sus propios recursos.

La militarización de la política energética estadounidense se evidencia en la intervención del Comando Sur en asuntos económicos de Latinoamérica. Esta estrategia busca contrarrestar el creciente control estatal sobre los recursos energéticos y asegurar la dependencia de estos países del mercado estadounidense. Al mismo tiempo, iniciativas neoliberales en Latinoamérica, como la apertura de Trinidad y Tobago a inversiones extranjeras, se presentan como modelos a seguir, aunque beneficien desproporcionadamente a Estados Unidos.

La tensión entre Estados Unidos y Latinoamérica en materia energética no solo revela las contradicciones del "patriotismo económico" estadounidense, sino también la lucha por el control de los recursos estratégicos en un mundo cada vez más interconectado y competitivo.

En este contexto, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), podría jugar un papel crucial como interlocutor entre América Latina y Estados Unidos. AMLO tiene el potencial de ser un puente en las relaciones hemisféricas, articulando las necesidades y aspiraciones de los países latinoamericanos ante la creciente influencia del bloque BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Esta mediación es esencial para equilibrar el poder geopolítico y económico, y para garantizar que los intereses de América Latina sean considerados en la configuración de un nuevo orden mundial multipolar. La habilidad de AMLO para negociar y representar a la región podría fortalecer la posición de América Latina en el escenario global, promoviendo una mayor cooperación y entendimiento mutuo con Estados Unidos en un entorno internacional cada vez más desafiante.