Es mucho más sencillo comprender el fenómeno político en México si colocamos como móvil de los participantes su insaciable ambición y ver a sus partidos políticos como organizaciones gansteriles certificadas por el Estado para tener acceso al uso y disfrute del poder y los recursos sobre la mayoría. Queda corroborado que las dirigencias, las cúpulas y el padrino de cada partido tienen siempre la última palabra. El grueso de la militancia es puro condimento numérico.
Debido a la aparición y desaparición de múltiples partidos políticos en el sistema político parlamentario de México parece una retacería de intereses dispersos, pujando cada grupúsculo por vivir del presupuesto destinado a estos decrépitos entes. La militancia pierde cada vez más concisión y congruencia al distanciarse de las decisiones tomadas por la cúpula, prestándose a las más aberrantes variaciones ideológicas en evidente contradicción con lo que juraron un día anterior antes de dar el salto a otro partido.
Cúpulas y militantes miran qué partidos tienen expectativa de triunfo para decidirse a negociar o a brincar. Algunos que eran fundadores de morena, por ejemplo, se fueron al PT, y los del PT se fueron con varios del PRI que ahora son de MORENA. Partidos como el PRD están dando sus últimas bocanadas de vida y sus militantes que sobran quieren sobrevivir con otro logotipo, sea de color rosa, azul o el que sea que vaya a elegir el PRI a casi un siglo de subsistir como símbolo del saqueo y la decadencia.
Es mejor ver a los partidos políticos —recomendamos a los buenos ciudadanos— como coptos de poder y mafias, también es mejor ver a sus partidarios como unos codiciosos vulgares para no adolecer de decepciones. Que ya dejen su hipocresía ideológica y asuman que estamos hundidos en una pelea de meros intereses económicos y personales poniendo de pretexto el sumo bien de la nación.
El multipartidismo del sistema democrático de México, permite que a la aproximación de las elecciones se negocie con los diferentes logotipos acercándose los más débiles a los más fuertes. En una boleta, al final, habrá jaloneos, negociaciones, uso de instituciones electorales, intimidaciones para poder alcanzar el podery legitimarlo, muy similar todo esto a a los empujones cuando se amontonan los niños a romper una piñata y pelearse por los dulces.
A esto se reduce la caricatura de un multipartidismo, pero confiamos que con la concentración del poder en una sola facción, sólo se tengan dos fuerzas sin la necesidad de estar manteniendo a tanto inútil partido político.
Todo indica, cada pista arrojada en los periodos electorales, que México se acerca a la realidad de un bipartidismo, de una dupla en donde se está con el pueblo o en contra del pueblo en lo que respecta al gobierno de México. Esto beneficiaría mucho al ciudadano y a la ecología, pues habrá menos basura partidista ensuciando el Congreso de la Unión y las calles de este país.