Reducir el consumo de carne y lácteos, el desperdicio de comida y optar por productos sostenibles pueden hacer que tu huella hídrica sea menor.
Producir los alimentos tiene un consumo hídrico enorme: de hecho, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) define la agricultura con un doble papel: es una de las principales causas de la escasez de agua, pero también una de sus principales víctimas.
Según datos de esta entidad, la agricultura representa casi el 70% de todas las extracciones de agua dulce y hasta el 95% en algunos países de desarrollo, entre los cuales se destaca Somalia, Afganistán, Nepal, Mali, Sudán, Laos y Madagascar. Estas cifras suponen dificultades para la futura gestión del agua en un escenario que estará marcado por un empeoramiento del cambio climático, un cambio en las dietas y una población mundial que se prevé que será de casi 10.000 millones de personas en 2050.
Se calcula que la producción alimentaria tendrá que incrementarse un 60% para el año 2050 para satisfacer la demanda; y además, se sabe que en un futuro tendremos que emplear nuestros recursos hídricos de una forma más eficiente para lograr producir más con menos. Una de las claves para lograrlo es, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la elección de los cultivos: un cambio en qué plantamos que comenzaría por otro en qué comemos.