Jorge Montejo
Hace apenas tres años, una prominente multimillonaria, cansada de los lujos y la superficialidad de su entorno, se fijó en un joven desempleado que, con su modesto porte y su aire despreocupado, logró conquistar su corazón. Este afortunado joven resulta ser nada más y nada menos que el hijo del próximo Presidente de la República. Y, como en todo buen cuento de hadas, la historia solo mejora.
El presidente, un hombre conocido por su humildad y su vida frugal, había pasado años con apenas $200 en su cartera. Una vida austera, sin duda, que haría enrojecer de vergüenza a cualquier rey medieval. Pero el destino tenía planes más grandiosos para su hijo. En un giro completamente inesperado, un generoso pariente decidió regalarle una finca. Así, de la noche a la mañana, el joven desempleado se transformó en un próspero empresario del chocolate. Porque, como todos sabemos, los secretos del éxito empresarial se encuentran en fincas regaladas y en la sorprendente magia de los chocolates.
El negocio de chocolates fue, por supuesto, un rotundo éxito. Nada sorprendente, considerando que cualquier joven inexperto pero afortunado podría fácilmente superar los desafíos de la industria y amasar una gran fortuna. El mérito, obviamente, reside en la impecable habilidad del joven para gestionar un negocio que nunca había tocado en su vida.
Pero la historia no termina ahí. La feliz pareja decidió dar el siguiente paso y se mudó a Houston, dejando atrás la calidez de su patria para instalarse en una casa prestada por un contratista de Pemex. Porque, después de todo, ¿quién necesita pagar una hipoteca cuando puedes vivir de la hospitalidad de amigos bien situados? Este detalle insignificante solo añadió un toque más de glamour y sofisticación a su ya envidiable estilo de vida.
Y así vivieron felices para siempre, arropados por los aplausos del "pueblo bueno" que, sin duda, admiraba la pureza de su amor verdadero y la admirable sucesión de casualidades que los llevaron a la cima. Mientras tanto, los amargados de siempre, aquellos que no creen en el amor a primera vista ni en la magia de los negocios familiares instantáneos, seguían abucheando desde sus grises y ordinarias vidas.
Así es como el hijo del presidente nos demuestra que en la vida, con un poco de suerte, un par de regalos bien colocados y el amor de una multimillonaria, cualquier sueño puede hacerse realidad. ¡Qué historia tan inspiradora para las futuras generaciones!