16/02/24
En las entrañas de Hidalgo, se gesta un sistema político marcado por el capitalismo de cuates, donde la camaradería entre políticos se convierte en el motor de un engranaje que enriquece a unos pocos a expensas del bienestar colectivo. En este escenario, la toma del gobierno por parte de figuras políticas se erige como la puerta de entrada hacia la acumulación de riqueza, utilizando prestanombres y empresarios corruptos como aliados en su búsqueda desenfrenada de privilegios.
La creación de una élite social privilegiada, forjada en la sombra del poder, da lugar a una hipocresía desmedida que se arraiga en la política hidalguense. La mortalidad y la ética se desdibujan en la búsqueda individualista de intereses y privilegios, alejándose del propósito fundamental de servir al pueblo. En este contexto, poner el poder al servicio de la comunidad se desvanece frente a la vorágine de objetivos personales de los actores políticos.
Este desenfreno hipócrita ha permeado en todos los partidos políticos de Hidalgo, generando una falta de ideología palpable. La política hidalguense se convierte así en un juego de intereses personales, donde el enriquecimiento y la impunidad son los sueños anhelados por muchos, amparados por el poder político.
Ante este panorama desafiante, el movimiento encabezado por AMLO, la izquierda hidalguense y el pueblo se alinearon en las pasadas elecciones, para evitar la división de las fuerzas democráticas y no ocurriera lo sucedido en Coahuila, donde el PRI permaneció en el poder.
El triunfo de Morena como una fuerza política en la región se reflejó en el éxito de la consulta popular de revocación de mandato, donde 400 mil votos respaldaron la continuidad de AMLO como presidente, dos semanas antes de la elección de gobernador.
Sin embargo, el camino hacia la victoria para Menchaca, candidato de Morena, no estuvo exento de controversias. En busca de asegurar 200 mil votos adicionales, se vio envuelto en
pactos con expristas, caciques de la huasteca y sindicatos de maestros corruptos (controlados por Gordillo), decisiones que resultaron innecesarias dada la fortaleza del movimiento de AMLO y la izquierda hidalguense en la región, por lo que
es un buen momento para cepillar a los oportunistas y traidores en las próximas elecciones, para que la rueda de la democracia siga girando. Lo anterior, porque eso pactos, a su vez, abrieron las puertas para la infiltración de operadores políticos de figuras como Osorio Chong y Omar Fayad en el gobierno de Morena. Su objetivo claro: desestabilizar desde adentro y excluir a cualquier fuerza política que pudiera amenazar sus privilegios dentro del sistema del capitalismo de cuates.
Bajo un mecanismo de encuestas cuestionable, las candidaturas de Morena en Hidalgo se vieron distribuidas entre los grupos políticos de Osorio Chong y Omar Fayad. Este juego de estrategias busca socavar el crecimiento de la izquierda en Hidalgo, presentándola como una amenaza para los intereses arraigados en el sistema, donde el erario público continúa siendo explotado en pos de conservar esos privilegios.
En este complejo entramado, Hidalgo se convierte en el escenario de un cambio simulado, donde las apariencias políticas distan considerablemente de la realidad que se vive en sus círculos de poder.