Feliz aniversario 66 a “El Nuevo Gráfico”
16/01/24
Uno de los fenómenos más preocupantes en la actualidad es el ascenso en todo el mundo del totalitarismo, el autoritarismo y el fundamentalismo. Todas estas son ideologías fundadas en la intolerancia, el sometimiento y el miedo. La gente se acerca a ellas a partir de la desilusión generada por un sistema social que irremediablemente les domina y exige sacrificios enormes.
Si una lección importante nos dan los distintos movimientos sociales que a lo largo del planeta no dejan de insistir en la necesidad de no caer en el autoritarismo, es que para lograr una sociedad verdaderamente democrática es necesario crear e impulsar espacios de diálogo abierto y discusión, que lejos de tener como objetivo el dogmatismo, la censura al desacuerdo o la homogeneidad de opiniones, deben intentar hacer posible la pluralidad de formas, opiniones y sentidos que enriquecen la sociedad en la que vivimos.
Claro que para muchos las diferencias o divergencias son peligrosas. Pensemos, por ejemplo, en la concepción que existe de la política y la democracia en nuestra sociedad. Tendemos a creer, en primer lugar, que la democracia implica la reducción a una sola idea de la pluralidad de posibilidades y perspectivas que se tienen sobre cómo hacer algo. Esto resulta en la imposición de formas de organizar nuestra vida que muchas veces no coinciden con lo que queremos, somos o sentimos. Quienes hacen caso omiso de nuestros deseos o toman la pluralidad como algo dañino para la sociedad, son los mismos que piensan que solamente ellos tienen el valor o la capacidad para decidir lo que se debe hacer. Por eso temen a la divergencia, porque esta les colocaría en una posición de horizontalidad que difícilmente podrían soportar.
Por otro lado, también se piensa que el ejercicio de la democracia solamente se puede ejercer desde las instituciones destinadas al caso: partidos políticos, parlamentos, puestos burocráticos en el aparato estatal, etc. El grave error de esta perspectiva es seguir pensando que la política es un ejercicio reservado para profesionales o élites. Lo político, en un sentido amplio, rebasa por mucho, y rompe muchas veces, con estas líneas institucionales. Se expresa, por ejemplo, en los cientos de intentos de autogestión y autoorganización colectiva que se impulsan en distintas comunidades, centros cooperativos, okupas anarquistas en las ciudades, etc.
Se expresa también, y de forma muy relevante, en ámbitos como el periodismo, siempre y cuando este se base, como dijimos antes, en el principio de que toda sociedad que aspire verdaderamente a la democracia debe permitir el disenso, el desacuerdo y la pluralidad de voces.
En este sentido, felicito al Nuevo Gráfico por sus 66 años de existencia. Sobre todo, por seguir haciendo posible este espacio de libertad de expresión, en el cual no se imponen líneas o contenidos de ningún tipo, sino que se apunta a la diversidad y la diferencia de voces y réplicas. Se exige, eso sí, la crítica y la honestidad de quien escribe, así como la apertura a la réplica y el disenso. En un momento tan complejo, en el cual tanto a la derecha como a la izquierda institucional les aterra que se les cuestione, o que se les señale que las vías que proponen como únicas no son sino una de las muchas maneras posibles, un espacio así apoya la democratización real de nuestra sociedad y persiste en la necesidad de no callarse cuando muchos otros lo hacen o lo han hecho.
Felicitaciones, y que sean muchos años más.
Roberto G. Longoni.
Si una lección importante nos dan los distintos movimientos sociales que a lo largo del planeta no dejan de insistir en la necesidad de no caer en el autoritarismo, es que para lograr una sociedad verdaderamente democrática es necesario crear e impulsar espacios de diálogo abierto y discusión, que lejos de tener como objetivo el dogmatismo, la censura al desacuerdo o la homogeneidad de opiniones, deben intentar hacer posible la pluralidad de formas, opiniones y sentidos que enriquecen la sociedad en la que vivimos.
Claro que para muchos las diferencias o divergencias son peligrosas. Pensemos, por ejemplo, en la concepción que existe de la política y la democracia en nuestra sociedad. Tendemos a creer, en primer lugar, que la democracia implica la reducción a una sola idea de la pluralidad de posibilidades y perspectivas que se tienen sobre cómo hacer algo. Esto resulta en la imposición de formas de organizar nuestra vida que muchas veces no coinciden con lo que queremos, somos o sentimos. Quienes hacen caso omiso de nuestros deseos o toman la pluralidad como algo dañino para la sociedad, son los mismos que piensan que solamente ellos tienen el valor o la capacidad para decidir lo que se debe hacer. Por eso temen a la divergencia, porque esta les colocaría en una posición de horizontalidad que difícilmente podrían soportar.
Por otro lado, también se piensa que el ejercicio de la democracia solamente se puede ejercer desde las instituciones destinadas al caso: partidos políticos, parlamentos, puestos burocráticos en el aparato estatal, etc. El grave error de esta perspectiva es seguir pensando que la política es un ejercicio reservado para profesionales o élites. Lo político, en un sentido amplio, rebasa por mucho, y rompe muchas veces, con estas líneas institucionales. Se expresa, por ejemplo, en los cientos de intentos de autogestión y autoorganización colectiva que se impulsan en distintas comunidades, centros cooperativos, okupas anarquistas en las ciudades, etc.
Se expresa también, y de forma muy relevante, en ámbitos como el periodismo, siempre y cuando este se base, como dijimos antes, en el principio de que toda sociedad que aspire verdaderamente a la democracia debe permitir el disenso, el desacuerdo y la pluralidad de voces.
En este sentido, felicito al Nuevo Gráfico por sus 66 años de existencia. Sobre todo, por seguir haciendo posible este espacio de libertad de expresión, en el cual no se imponen líneas o contenidos de ningún tipo, sino que se apunta a la diversidad y la diferencia de voces y réplicas. Se exige, eso sí, la crítica y la honestidad de quien escribe, así como la apertura a la réplica y el disenso. En un momento tan complejo, en el cual tanto a la derecha como a la izquierda institucional les aterra que se les cuestione, o que se les señale que las vías que proponen como únicas no son sino una de las muchas maneras posibles, un espacio así apoya la democratización real de nuestra sociedad y persiste en la necesidad de no callarse cuando muchos otros lo hacen o lo han hecho.
Felicitaciones, y que sean muchos años más.
Roberto G. Longoni.