En la tierra de Hidalgo, se teje una trama donde el poder político se ha convertido en una autopista hacia la riqueza, una práctica conocida como el "capitalismo de cuates". Este fenómeno revela una red de políticos enriqueciéndose a expensas del erario público, utilizando prestanombres y empresarios corruptos como cómplices de su juego.
La estrategia es sencilla pero efectiva: aquellos en el poder, en lugar de fomentar un ambiente propicio para la libre competencia, se valen de conexiones políticas y relaciones cercanas ("cuates") para asegurar sus intereses económicos. Esta red de complicidades ha creado una élite que controla los hilos del poder y la economía en Hidalgo.
El libre mercado, en teoría motor del desarrollo, se ve comprometido por esta red de influencias. La libre competencia, esencial para un mercado saludable, se desvanece ante la preferencia por contratos y oportunidades destinados a aquellos cercanos al poder. Este sistema distorsionado perjudica a emprendedores genuinos, obstaculiza el desarrollo económico e inhibe la inversión extranjera.
Hidalgo se enfrenta a un estancamiento económico derivado de esta dinámica. La economía local se halla cautiva en los trabajos que genera el gobierno y la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, donde en ambos casos, los empleos y proyectos se distribuyen con un sesgo político. La inversión genuina y la diversificación económica se ven frenadas por la falta de un terreno de juego equitativo.
La población, en este escenario, se encuentra atrapada en una dicotomía: depende del gobierno para empleo y servicios, mientras la clase política aboga por mantener esta relación simbiótica. La falta de incentivos para la inversión privada y la diversificación económica crea una dependencia insostenible y perpetúa el estancamiento, convirtiendo a Hidalgo en una de las entidades federativas más pobres de México.
Lo más preocupante es que, desde las altas esferas del gobierno, se promueve el "aspiracionismo" político: la idea de que el camino para el éxito es ingresar a la política, donde los beneficios financieros parecen ilimitados y las consecuencias por corrupción son mínimas.
Esta narrativa crea un círculo vicioso, ya que menos individuos buscan invertir y emprender, mientras más se inclinan hacia la política con la esperanza de replicar el éxito de aquellos que han prosperado a través de la corrupción. En lugar de construir una sociedad basada en la meritocracia y el esfuerzo, se fomenta una cultura que desincentiva la inversión genuina y la innovación.
Hidalgo se enfrenta a un desafío significativo: liberarse del yugo del "capitalismo de cuates". Esto requiere no solo reformas institucionales, sino también un cambio cultural que fomente la transparencia, la rendición de cuentas y la equidad. Hasta que la economía hidalguense rompa las cadenas de la dependencia gubernamental y las prácticas corruptas, el potencial de desarrollo continuará obstaculizado.