Julio Gálvez
En la tierra hidalguense, la lucha por la democracia se ha convertido en una batalla constante contra una clase política que, durante 94 años, se apoderó del gobierno, utilizando el poder como trampolín para enriquecerse bajo el amparo del capitalismo de cuates. Esta práctica, donde solo unos pocos privilegiados cosechan los beneficios, ha llevado a una generación de jóvenes hidalguenses a contemplar la política como una vía para enriquecerse impunemente, sumiéndose en la perspectiva personalista e individualista que caracteriza a la política local.
La desilusión con una clase política sin ideales ni principios ha llevado a los hidalguenses a buscar un cambio a través de la unión con AMLO y la izquierda. Sin embargo, la traición por parte de la misma clase política que busca conservar sus privilegios ha generado tensiones dentro del movimiento democrático. A pesar de ello, el ímpetu por la transformación en Hidalgo es más grande que la mezquindad de la clase política, y se vislumbra un futuro donde el propio movimiento democrático arrase con las prácticas obsoletas.
En este contexto, la sociedad hidalguense se enfrenta a un momento crucial en el 2024, donde la posibilidad de terminar con los traidores políticos que han migrado a Morena se presenta como una oportunidad para renovar la democracia. La concentración de la clase política traidora en este partido abre la puerta para que el pueblo, al igual que en la época de Fox, pueda darse cuenta y desilusionarse para avanzar democráticamente.
La historia reciente nos recuerda el cambio democrático que experimentó México en el año 2000, cuando Vicente Fox llegó a la presidencia rompiendo con décadas de hegemonía del PRI. Sin embargo, la esperanza se vio empañada al observar que el sistema del capitalismo de cuates absorbió al nuevo gobierno, dejando a la población desilusionada.
En Hidalgo, se ha vivido una narrativa similar con el ascenso de Morena al poder. A pesar de la expectativa de un cambio, las prácticas parecen repetirse, aplicando el gatopardismo al mantener expriistas en sus filas mientras excluyen a la izquierda. La necesidad de una verdadera transformación democrática se hace evidente, y el 2024 se perfila como un momento oportuno para que el pueblo redefina su camino político.
Vivimos en una era de transparencia, donde las acciones, incluso las más cuestionables, salen a la luz en una sociedad hiperconectada. Los tiempos de luz también revelan la hipocresía y la falta de principios en la política, exponiendo a aquellos que buscan su beneficio personal sobre el bienestar colectivo.
El reto para Hidalgo y para todo México radica en aprender de la historia, reconocer las señales de desilusión, y utilizar la democracia como una herramienta para el cambio genuino.
El 2024 podría ser un capítulo crucial en este viaje, donde el pueblo hidalguense tendrá la posibilidad de elegir a sus legisladores locales y federales, así como a sus gobernantes municipales, por lo que tendrá la oportunidad de construir un futuro político más justo y equitativo.
En Hidalgo, el cambio verdadero parece emerger de las cenizas de la desilusión que ha plagado a la clase política. Tras 94 años de prácticas políticas opacas y una gestión centrada en el beneficio individual, la población hidalguense se encuentra en un punto de quiebre. La constatación de que el cambio esperado con la llegada de Morena al poder reproduce las viejas dinámicas del PRI ha generado una desconfianza palpable. Esta desilusión se revela como un catalizador poderoso para una verdadera renovación democrática, donde los ciudadanos, hartos de las viejas prácticas, están dispuestos a forjar un camino político propio, rompiendo con la tradición y exigiendo un gobierno que sirva verdaderamente al bienestar colectivo.
El 2024 se perfila como una ventana de oportunidad crucial para Hidalgo. La concentración de la clase política traidora en Morena se presenta como un espejo en el que los hidalguenses pueden reflejarse y aprender de las lecciones de la historia. La desilusión se convierte así en una fuerza motriz que impulsa al pueblo a reevaluar sus opciones y a redefinir el rumbo político del Estado, abriendo paso a una transformación que va más allá de las promesas vacías y busca construir un futuro basado en principios y valores democráticos genuinos.
Lo anterior, porque lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer en Hidalgo.