El Nuevo Orden Mundial en la Era del Petróleo y las Energías Renovables.



La pandemia del COVID-19 ha desencadenado una serie de transformaciones significativas en la geopolítica global, particularmente en el ámbito energético. China y Rusia, dos actores clave en el escenario mundial, han aprovechado la crisis de manera estratégica al fortalecer su apuesta por el petróleo. Esta táctica se fundamenta en la percepción de que las energías renovables, impulsadas principalmente por Estados Unidos, aún resultan inaccesibles para gran parte de la población.

La dependencia del petróleo ha otorgado un papel crucial a los países que componen el grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en la configuración de un nuevo orden mundial. Estos Estados, en particular China y Rusia, han incrementado su inversión en la extracción y comercio de petróleo, consolidando así su influencia en el escenario internacional. La adquisición de reservas estratégicas de petróleo les ha proporcionado una palanca geopolítica valiosa.

Un aspecto adicional que se suma a la dinámica es la búsqueda de la desdolarización de la economía global por parte de estos países. Esto implica reducir la dependencia del dólar como moneda de referencia en el comercio internacional y las transacciones financieras. China, en particular, ha estado promoviendo el uso de su moneda, el yuan, en el comercio global, lo que plantea un desafío al dominio del dólar en los mercados internacionales.

No obstante, una pregunta que se cierne sobre el horizonte es cuánto tiempo persistirá el petróleo como fuente de energía preponderante en un mundo que enfrenta el acelerado cambio climático. Los expertos estiman que la transición hacia fuentes de energía más sostenibles podría acelerarse en la próxima década, lo que plantea un desafío significativo a los países que dependen del petróleo.

En este contexto, Estados Unidos, consciente de su papel en la lucha contra el cambio climático y su influencia en la promoción de tecnologías renovables, busca forzar una disminución de los costos en estas tecnologías. Al lograrlo, no solo podría acelerar la adopción de energías limpias en su propio territorio, sino que también recuperaría un control estratégico en el ámbito geopolítico, contrarrestando la influencia de los productores de petróleo.

En resumen, la geopolítica energética ha entrado en una fase de cambio sin precedentes. China y Rusia han apostado por el petróleo y han fortalecido su influencia en la economía global, respaldados por un grupo de países que buscan reducir su dependencia del dólar. Sin embargo, el avance del cambio climático plantea una amenaza existencial al petróleo como fuente de energía predominante. Estados Unidos, al abogar por tecnologías renovables más asequibles, busca reclamar su posición en el escenario mundial y liderar la transición hacia un futuro más sostenible. En última instancia, la lucha por el control energético y la agenda climática definirán el orden geopolítico en las próximas décadas.