Durante casi un siglo, el estado de Hidalgo ha sido testigo de un fenómeno político que ha dejado una huella profunda en su historia. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) se mantuvo en el poder durante nueve décadas en esta región de México, creando una forma única de gobernar y hacer política que aún resuena en la actualidad.
En el corazón de esta política se encuentra la noción de "medir los tiempos". Los políticos priistas, expertos en la estrategia, han sido maestros en ajustar sus acciones de acuerdo a sus conveniencias personales y partidistas. Esta política oportunista e hipócrita ha sido un sello distintivo del PRI.
Sin embargo, es fundamental recordar que los tiempos deberían ser los del pueblo, no los de los políticos. Esta premisa, a menudo olvidada en la política priista y de primor en Hidalgo, debería ser un recordatorio constante de que la verdadera esencia de la política radica en servir a la comunidad y no en la búsqueda de privilegios personales.
Las expresiones "medir los tiempos" y "la forma es fondo" se han convertido en el argot de los políticos de diversos partidos en Hidalgo. Ya sea que sean del PRI, expriistas o disfrazados bajo la bandera de Morena, estos términos se utilizan para justificar acciones que buscan el beneficio propio en lugar del bienestar público.
En última instancia, lo que se ha vislumbrado en Hidalgo es una política aspiracionista, donde el objetivo principal parece ser obtener un cargo en el gobierno como una meta personal. Este enfoque, centrado en las ambiciones individuales, ha dejado un legado de desconfianza, escepticismo y corrupción entre la población.
Es hora de que la política en Hidalgo y en todo México se transforme en una verdadera expresión de la voluntad y las necesidades del pueblo. Es esencial que los líderes políticos se comprometan a servir con integridad y transparencia, dejando de lado las tácticas oportunistas del pasado. Solo entonces se podrá avanzar hacia un futuro político más justo y equitativo para todos los hidalguenses.
