No la vinieron venir.
#ElCerebroHabla | Álvaro López
Me explico. López Obrador y los suyos habían logrado construir una narrativa que bien sirvió para acorralar y estigmatizar a la oposición partidista tan débil, acomodaticia y pusilánime. Nosotros el pueblo contra ellos los conservadores y los privilegiados.
Y vaya que les funcionó muy bien. La oposición partidista cayó una y otra vez en las redes de dicha narrativa.
La oposición partidista se volvió parasitaria de esa narrativa y sus acciones encajaban muy bien en ella: políticos lejanos de la mayoría de los mexicanos que desconocen y, a veces,, hasta desprecian, que viven dentro de una burbuja, que no tienen ideas ni propuesta. Había sido la oposición ciudadana la que por momentos lograba zafarse de esa dinámica, pero nada más.
Porque, al final, parte de la misma oposición ciudadana estaba decepcionada de los propios partidos que la decían representar. Vaya, lo siguen estando, los partidos de oposición siguen sumidos en sus propios problemas.
Pero, de pronto, llegó una candidata llamada Xóchitl Gálvez.
Desde hace tiempo había pensado que podía ser un perfil interesante y pensaba que debía arriesgarse y dejar lo que era casi seguro (la jefatura de gobierno de la CDMX) para irse por la grande, pero jamás pensé que fuera a sacudir las aguas tanto.
Una sola candidatura cambió la dinámica en todos los sentidos. En el interior de la coalición muchos aspirantes empezaron a caer como naipes (se bajaron) y Santiago Creel se sintió orillado a pronunciar un discurso exageradamente «emotivo» hasta las lágrimas que más que evocar emoción transmite un potente cringe, pero lo más llamativo fué cómo sacudió las aguas en el oficialismo.
Posiblemente sea percepción mía, pero a las corcholatas oficialistas (sobre todo a Claudia Sheinbaum) se les percibe muy estresadas y erráticas a raíz del ascenso de Xóchitl. De alguna forma habrían pensado que la contienda interna era una final adelantada, en la cual Claudia se sentía muy aventajada.
Claudia ya se veía en la grande.
Y en este contexto, la narrativa oficialista tan exitosa resulta contraproducente, porque el perfil de Xóchitl Gálvez (de rasgos indígenas, que vino desde abajo, de alguna manera outsider y mujer percibida como independiente que tiene gracia, cosa que golpea en especial a Claudia) hace que se vuelva difícil de atrapar en ella. No cae como caía cualquier opositor y si consideramos que su figura ha comenzado a crecer como la espuma, ello ha comenzado a preocupar al régimen, a las corcholatas y, sobre todo, a la propia doctora Claudia Sheinbaum que si de algo adolece es de carisma que Gálvez sí tiene.
Y si la narrativa había sido exitosa, ahora que no le funciona,, el oficialismo no sabe cómo salir de ella. Se siente que narrativamente se quedaron sin recursos y ello ha hecho que se vean en la necesidad de intensificar su mismo discurso y las teorías de la conspiración que emanan de éste de una forma cada vez más grotesca y ridícula que se escucha cada vez menos creíble y fuera de lugar:
Como no saben cómo reaccionar y no tienen capacidad de improvisación porque durante años se sujetaron a una misma narrativa como herramienta de ataque que repitieron una y otra vez, los propagandistas, moneros e influencers del régimen han cometido crasos errores como emitir expresiones racistas y clasistas que los han dejado mal parados ante la opinión pública. Los «genios de la comunicación» ya no lo fueron tanto.
Lo que antes funcionaba ya no les funciona y se encuentran lejos de encontrar la fórmula para neutralizarla.
Seguramente llevarán a cabo estrategias para tratar de frenarla (sino es que ya las están realizando): por ejemplo, que por medio de terceros busquen asustar al voto conservador recordando los orígenes «marxistas» de Xóchitl o presentándola como algo que no es «diferente» a MORENA para desmotivarlos a ir a votar.
Como comenté en mi artículo pasado, esto no implica que la oposición deba echar las campanas al vuelo. Esta sigue estando en desventaja porque, a pesar del atractivo de la candidatura de Xóchitl, los partidos políticos de oposición siguen generando poca confianza: por ello es que uno de los atributos de la Senadora es mostrar relativa independencia de la partidocracia opositora.
Cierto es que Xóchitl no parece ser la favorita de Marko Cortés y posiblemente la tenga que aceptar a regañadientes como el PAN tuvo que «aceptar» a Fox en el 2000.
También es cierto que la candidatura de Xóchitl podría terminar afectando más la imagen del PAN cuya representatividad ha quedado en la deriva desde hace varios años y que ahora podría abanderar a una candidata que posiblemente esté «algo a la izquierda» de su doctrina, lo cual deje un vacío que pueda ser ocupado por algún movimiento de derecha (no sé si centro-derecha o ultraderecha) en un futuro no tan lejano.
Y no menos cierta es la escisión que acabamos de ver en el PRI con la salida de Osorio Chong, Eruviel Ávila, Claudia Ruiz Massieu entre otros que debilita al partido y, probablemente, a la coalición.
No sabemos tampoco si el hype con el que comenzó Xóchitl se vaya a sostener o se vaya a expandir. Mucho depende de las decisiones que ella, sus estrategas de campaña y la coalición en conjunto tomen.
Y disculpen si soy reiterativo, pero todavía falta mucho. El régimen todavía está en franca situación de ventaja política y electoral (la popularidad del Presidente sigue siendo relativamente alta), además de que falso no es, de acuerdo con la literatura en ciencia política, que el incumbent (quien está en el poder) siempre guarda cierta ventaja frente al opositor dado el acceso a recursos, estructuras y demás. Es más, no sabemos cómo va a reaccionar el poder actual ante una «inminente victoria opositora», no sabemos si aceptará el resultado democráticamente o se aferrará al poder con todo y ejército.
Y, por último, tendremos que conocer qué es lo que ofrece Xóchitl ya que en este momento no puede hacer propuestas. La oferta política también será importante para consolidar su atractivo como candidata.
Hay muchas incógnitas, y aunque la oposición está todavía lejos de tener grandes razones para «soñar», lo cierto es que con la irrupción de Xóchitl, la oposición está en una posición algo mejor que la que tenía antes.
Y vaya que les funcionó muy bien. La oposición partidista cayó una y otra vez en las redes de dicha narrativa.
La oposición partidista se volvió parasitaria de esa narrativa y sus acciones encajaban muy bien en ella: políticos lejanos de la mayoría de los mexicanos que desconocen y, a veces,, hasta desprecian, que viven dentro de una burbuja, que no tienen ideas ni propuesta. Había sido la oposición ciudadana la que por momentos lograba zafarse de esa dinámica, pero nada más.
Porque, al final, parte de la misma oposición ciudadana estaba decepcionada de los propios partidos que la decían representar. Vaya, lo siguen estando, los partidos de oposición siguen sumidos en sus propios problemas.
Pero, de pronto, llegó una candidata llamada Xóchitl Gálvez.
Desde hace tiempo había pensado que podía ser un perfil interesante y pensaba que debía arriesgarse y dejar lo que era casi seguro (la jefatura de gobierno de la CDMX) para irse por la grande, pero jamás pensé que fuera a sacudir las aguas tanto.
Una sola candidatura cambió la dinámica en todos los sentidos. En el interior de la coalición muchos aspirantes empezaron a caer como naipes (se bajaron) y Santiago Creel se sintió orillado a pronunciar un discurso exageradamente «emotivo» hasta las lágrimas que más que evocar emoción transmite un potente cringe, pero lo más llamativo fué cómo sacudió las aguas en el oficialismo.
Posiblemente sea percepción mía, pero a las corcholatas oficialistas (sobre todo a Claudia Sheinbaum) se les percibe muy estresadas y erráticas a raíz del ascenso de Xóchitl. De alguna forma habrían pensado que la contienda interna era una final adelantada, en la cual Claudia se sentía muy aventajada.
Claudia ya se veía en la grande.
Y en este contexto, la narrativa oficialista tan exitosa resulta contraproducente, porque el perfil de Xóchitl Gálvez (de rasgos indígenas, que vino desde abajo, de alguna manera outsider y mujer percibida como independiente que tiene gracia, cosa que golpea en especial a Claudia) hace que se vuelva difícil de atrapar en ella. No cae como caía cualquier opositor y si consideramos que su figura ha comenzado a crecer como la espuma, ello ha comenzado a preocupar al régimen, a las corcholatas y, sobre todo, a la propia doctora Claudia Sheinbaum que si de algo adolece es de carisma que Gálvez sí tiene.
Y si la narrativa había sido exitosa, ahora que no le funciona,, el oficialismo no sabe cómo salir de ella. Se siente que narrativamente se quedaron sin recursos y ello ha hecho que se vean en la necesidad de intensificar su mismo discurso y las teorías de la conspiración que emanan de éste de una forma cada vez más grotesca y ridícula que se escucha cada vez menos creíble y fuera de lugar:
Como no saben cómo reaccionar y no tienen capacidad de improvisación porque durante años se sujetaron a una misma narrativa como herramienta de ataque que repitieron una y otra vez, los propagandistas, moneros e influencers del régimen han cometido crasos errores como emitir expresiones racistas y clasistas que los han dejado mal parados ante la opinión pública. Los «genios de la comunicación» ya no lo fueron tanto.
Lo que antes funcionaba ya no les funciona y se encuentran lejos de encontrar la fórmula para neutralizarla.
Seguramente llevarán a cabo estrategias para tratar de frenarla (sino es que ya las están realizando): por ejemplo, que por medio de terceros busquen asustar al voto conservador recordando los orígenes «marxistas» de Xóchitl o presentándola como algo que no es «diferente» a MORENA para desmotivarlos a ir a votar.
Como comenté en mi artículo pasado, esto no implica que la oposición deba echar las campanas al vuelo. Esta sigue estando en desventaja porque, a pesar del atractivo de la candidatura de Xóchitl, los partidos políticos de oposición siguen generando poca confianza: por ello es que uno de los atributos de la Senadora es mostrar relativa independencia de la partidocracia opositora.
Cierto es que Xóchitl no parece ser la favorita de Marko Cortés y posiblemente la tenga que aceptar a regañadientes como el PAN tuvo que «aceptar» a Fox en el 2000.
También es cierto que la candidatura de Xóchitl podría terminar afectando más la imagen del PAN cuya representatividad ha quedado en la deriva desde hace varios años y que ahora podría abanderar a una candidata que posiblemente esté «algo a la izquierda» de su doctrina, lo cual deje un vacío que pueda ser ocupado por algún movimiento de derecha (no sé si centro-derecha o ultraderecha) en un futuro no tan lejano.
Y no menos cierta es la escisión que acabamos de ver en el PRI con la salida de Osorio Chong, Eruviel Ávila, Claudia Ruiz Massieu entre otros que debilita al partido y, probablemente, a la coalición.
No sabemos tampoco si el hype con el que comenzó Xóchitl se vaya a sostener o se vaya a expandir. Mucho depende de las decisiones que ella, sus estrategas de campaña y la coalición en conjunto tomen.
Y disculpen si soy reiterativo, pero todavía falta mucho. El régimen todavía está en franca situación de ventaja política y electoral (la popularidad del Presidente sigue siendo relativamente alta), además de que falso no es, de acuerdo con la literatura en ciencia política, que el incumbent (quien está en el poder) siempre guarda cierta ventaja frente al opositor dado el acceso a recursos, estructuras y demás. Es más, no sabemos cómo va a reaccionar el poder actual ante una «inminente victoria opositora», no sabemos si aceptará el resultado democráticamente o se aferrará al poder con todo y ejército.
Y, por último, tendremos que conocer qué es lo que ofrece Xóchitl ya que en este momento no puede hacer propuestas. La oferta política también será importante para consolidar su atractivo como candidata.
Hay muchas incógnitas, y aunque la oposición está todavía lejos de tener grandes razones para «soñar», lo cierto es que con la irrupción de Xóchitl, la oposición está en una posición algo mejor que la que tenía antes.