John Rapley, economista político de la Universidad de Cambridge, diagnostica el fin de la supremacía del dólar y lo compara con la decadencia del imperio romano, expuesto con antelación por el historiador inglés Edward Gibbon (1737-1794): La historia del declive y caída del imperio romano.
Según John Rapley, Estados Unidos se encontraría en su fase de declive. ¿Previo a su caída o a la aceptación del inexorable ascenso de China?
Arguye que todavía no es la caída de Estados Unidos y Occidente cuando el destino de Occidente pende de un hilo y debe cesar de extraer las lecciones equivocadas de la historia romana, una de las cuales es un obstinado rechazo a aceptar un papel disminuido en su (sic) mundo.
A juicio retrospectivo de Rapley, el imperio romano pudo haber sobrevivido si no se hubiera debilitado en sus guerras de elección contra su rival ascendente de Persia.
Aconseja encontrar una manera de coexistir pacíficamente con su propio rival China, por incómodo que pueda ser, Estados Unidos podría hacer un favor al mundo y a sí mismo. A mi juicio, el problema hoy de Estados Unidos es que carece de cintura política y de diplomáticos de la talla de un George Kennan.
Basa la comparación del declive de Estados Unidos (todavía sin caída) con el imperio romano en el ciclo vital imperial –el proceso de auge y declive– que comparte en un reciente libro con el historiador Peter Heather, ¿Por qué los imperios caen?: Roma, EU y el futuro de Occidente.
De acuerdo con el ciclo vital de Peter Heather y John Rapley, los imperios se vuelven ricos y poderosos y alcanzan la supremacía a través de la explotación económica de su periferia colonial. Pero en el proceso estimulan inadvertidamente el desarrollo económico de esa misma periferia hasta que puede retroceder y finalmente desplazar a su señor supremo.
Comenta que hoy Estados Unidos lucha por sostener un dólar que se desmorona (¡super-sic!), reunir aliados contra Rusia, protegerse de una China en ascenso, es fácil olvidar que hace apenas dos décadas recorrió el planeta como un coloso.
Dos décadas atrás (en enero de 1999), un Bill Clinton incólume, después del escandalo sicalíptico con su becaria, exudaba una inquebrantable confianza personal y civilizatoria (sic), al declarar un nuevo amanecer para Estados Unidos y su futuro de posibilidades ilimitadas, al grado tal que exhortó al Congreso decidir la forma en gastar su superávit. ¡La maldición de la trágica hubris (soberbia)!
Dieciséis (sic) siglos antes de Clinton –atrapado luego como viajero frecuente en el avión Lolita del suicidado Jeffrey Epstein a su mansión en las Islas Vírgenes (sic) estadunidenses–, el cónsul romano Flavius Mallius Theodorus incurrió en la misma soberbia al proclamar el amanecer de una nueva Edad de Oro, celebrando la prosperidad sin precedentes del Imperio el 1º de enero de 399 dC.
El imperio romano sucumbía 77 (sic) años después bajo el embate de Odoacro, rey de los bárbaros hérulos.
Rapley asienta que el sistema Bretton Woods consagró al dólar como la moneda de reserva global, aseguró que el flujo neto de recursos financieros continuara moviéndose de los países en desarrollo a los desarrollados.Hasta que vino el reflujo de las economías realmente dinámicas en el mundo, como China e India.
En la cúspide de su supremacía, Occidente contaba con 4/5 de la economía global. Hoy ha disminuido a 3/5 y declinando cuando las economías de mayor crecimiento en el mundo están en la añeja periferia. El peor desempeño económico está en forma desproporcionada en Occidente y varios países en vías de desarrollo rechazan aislar a Rusia cuando Occidente se ha despertado a la realidad del emergente orden global fluido y policéntrico.
Aduce que la atracción del dólar disminuye, mientras los países en vías de desarrollo buscan alternativas. ¡Ya llegó el Nuevo Orden Multipolar.
A Rapley se le escapa el zoom de los ciclos largos cuando países milenarios civilizados como China e India regresan a la palestra y desplazan a la barbarie del globalismo neoliberal.