“Yo, el rey” es una de las firmas más comunes de los monarcas españoles. La frase es una manera de afirmación del poder, de respaldar la identidad propia mediante el cargo político que se desempeña. Esta firma era utilizada sobre todo para las comunicaciones más solemnes dirigidas a otras cortes o a otras repúblicas. En cartas menos formales, dicen algunos textos sobre los reyes del siglo XIX, los monarcas podían firmar con su nombre en castellano o en francés.
Al presidente Andrés Manuel López Obrador no le importan las realidades del mundo globalizado, quizá tampoco le interese del todo si el dólar sube o baja, sí continua la guerra ruso ucraniana o si la reina Isabel II será insustituible en el trono inglés.
Andrés Manuel López Obrador no busca el poder por el poder mismo, sino la oportunidad de servir al prójimo, tiene un desapego de los bienes terrenales muy marcado, su pureza no se finca sólo en virtudes personales sino argumentos de autoridad política indisputable, pruebas de que él tiene la razón y sus adversarios están equivocados o simplemente actúan de mala fe.
El presidente López Obrador reiteradamente comunica: “Yo estoy convocando a un movimiento de conciencia, un movimiento espiritual, mucha gente que me ve, gente humilde, lo que me dice es que está orando […] Yo soy muy demócrata y muy místico, estoy en manos de la gente”.
Carl Jung realizó estudios sobre la “personalidad maná” ésta trata acerca de cómo el inconsciente colectivo puede arrastrar a un hombre al desequilibrio, exigiéndole cumplir expectativas mesiánicas. Por ejemplo, para compensar su responsabilidad en el crimen del 68, Luis Echeverría asumió una responsabilidad mesiánica. Pero para acotarlo –además del límite infranqueable de los seis años del sexenio- el sistema político mexicano tenía sus propios valladares internos, como la fuerza de los sindicatos.
Ahora, mucho más que en la época de Echeverría, la dialéctica de Jung está operando. El “inconsciente colectivo” de muchos mexicanos está arrastrando a López Obrador al desequilibrio, exigiéndole cumplir expectativas mesiánicas.
Lo curioso es que él ha sido el primero en alentar estas expectativas y en creer que puede cumplirlas. “Ungido”, más que electo por el pueblo, tiene la tentación revolucionaria y autocrática de disolver de un golpe o de a poco las instituciones democráticas y una de las instituciones que se interponen en su camino para que el pueblo decida si hay elecciones limpias en el fututo o no es sin duda el Instituto Nacional Electoral (INE) que se interpone en su proyecto para trascender en la historia patria y así alcanzar la gloria misma.
¿Cómo alcanzar la gloria patria? Fácil, pasando a la historia como un presidente digno de ejemplo para los siguientes mandatarios que le sucederán en el cargo.
Él mismo es sin duda la verdad, el camino y la esperanza un ser nimbado y elegido por la providencia que incluso sus fieles seguidores lo señalan, con fervor extremo, como el líder por excelencia, el redentor justiciero que traerá felicidad a México de una vez por todas.
¿Tú lo crees?... al menos este domingo 27 de noviembre los que marcharán celebrando 04 años de la 4T lo corean en las calles.