Roberto G. Longoni
Director de Contenidos
16/01/22
El mundo actual se mueve a una velocidad cada vez más avasalladora y vertiginosa. Los enormes avances tecnológicos que marcan nuestra vida como individuos y sociedad en este todavía joven siglo XXI nos han mostrado que los límites de lo que apenas hace unos años parecía imposible, han sido rebasados de una forma inédita, transformando la manera en que nos desarrollamos y relacionamos con el mundo, con otros y con nosotros mismos.
Si remitimos al objetivo fundamental de la tecnología, que en términos simples es volver nuestra adaptación al ambiente más gentil y llevadero, es innegable que en la actualidad contamos con una cantidad enorme de herramientas y avances que nos acercan cada vez más al sueño de una vida cómoda y plena…
…sin embargo, hay que ser precavidos al hablar sobre los logros y consecuencias del progreso tecnológico de los últimos años. Lo cierto es que a la par de las posibilidades abiertas y el rebasamiento de los límites de lo (im)posible, se van mostrando los enormes costos psicológicos, ecológicos, sociales y humanos que dicho progreso implica, y que son necesarios notar y cuestionar, ya que ponen en entredicho la propia idea de avance social que podríamos tener. En este sentido, no debemos dejar de señalar que el acceso a ciertas comodidades y avances no es algo igualitario o justo, sino que está determinado por una serie de jerarquías de clase, género y raza que no permiten la realización de un progreso real para la humanidad entera.
Uno de los ejemplos más evidentes de las contradicciones que representa el progreso tecnológico actual es que a la par de la expansión de redes de información y comunicación tan masivas y globales como el internet, que nos permiten entablar relaciones virtuales e inmediatas de una manera prácticamente ilimitada, surgen una serie de dinámicas de fragmentación, manipulación y desinformación que más que permitir un diálogo libre y sin coacciones, determina negativamente las maneras en que nos relacionamos y comunicamos, reafirmando la atomización social e impidiendo un entendimiento mutuo necesario para poder llevar a buen puerto los avances anteriormente señalados. Por buen puerto nos referimos, por su puesto, a un horizonte de justicia, equidad y libertad a partir de las cuales nadie se sienta excluido o marginado.
En medio de este entramado de aceleración y contradicciones progresivas, es necesario, por lo tanto, seguir reivindicando la necesidad de encontrarnos y dialogar de una manera cada vez más abierta, plural y, también, pausada, reflexiva y profunda. Estos encuentros, como nos han enseñado estos años pandémicos, pueden darse de maneras muy distintas: de forma virtual, por supuesto, pero también de forma híbrida, reinventándonos, buscándonos de distintas maneras, desde otros horizontes y bajo la bandera del cuidado mutuo y el respeto.
Por esto mismo, que un periódico como “El Nuevo Gráfico” se mantenga vigente después de 64 años, y en estos momentos, a pesar de la pandemia que vivimos, no es menor. Este es también uno de esos espacios de encuentro y diálogo plural y libre que hoy es necesario defender y preservar, ampliar y valorar, con miras a poder seguir construyendo vínculos más fraternos y solidarios, y debates cada vez más abiertos, en los cuales externemos como ciudadanos nuestras preocupaciones y miedos, pero también nuestros anhelos y esperanzas.
Agradezco al periódico que, en mi caso, me sigan permitiendo expresar todas esas cosas que me parecen importantes decir, no para quedármelas para mí o afirmarlas como verdades absolutas, sino para compartirlas, ponerlas a discusión y permitir que provoquen y afecten, en el sentido más positivo, a otras y otros. Muchas felicidades, y que sean muchos, muchos años más de diálogo, escucha y pluralidad.
Si remitimos al objetivo fundamental de la tecnología, que en términos simples es volver nuestra adaptación al ambiente más gentil y llevadero, es innegable que en la actualidad contamos con una cantidad enorme de herramientas y avances que nos acercan cada vez más al sueño de una vida cómoda y plena…
…sin embargo, hay que ser precavidos al hablar sobre los logros y consecuencias del progreso tecnológico de los últimos años. Lo cierto es que a la par de las posibilidades abiertas y el rebasamiento de los límites de lo (im)posible, se van mostrando los enormes costos psicológicos, ecológicos, sociales y humanos que dicho progreso implica, y que son necesarios notar y cuestionar, ya que ponen en entredicho la propia idea de avance social que podríamos tener. En este sentido, no debemos dejar de señalar que el acceso a ciertas comodidades y avances no es algo igualitario o justo, sino que está determinado por una serie de jerarquías de clase, género y raza que no permiten la realización de un progreso real para la humanidad entera.
Uno de los ejemplos más evidentes de las contradicciones que representa el progreso tecnológico actual es que a la par de la expansión de redes de información y comunicación tan masivas y globales como el internet, que nos permiten entablar relaciones virtuales e inmediatas de una manera prácticamente ilimitada, surgen una serie de dinámicas de fragmentación, manipulación y desinformación que más que permitir un diálogo libre y sin coacciones, determina negativamente las maneras en que nos relacionamos y comunicamos, reafirmando la atomización social e impidiendo un entendimiento mutuo necesario para poder llevar a buen puerto los avances anteriormente señalados. Por buen puerto nos referimos, por su puesto, a un horizonte de justicia, equidad y libertad a partir de las cuales nadie se sienta excluido o marginado.
En medio de este entramado de aceleración y contradicciones progresivas, es necesario, por lo tanto, seguir reivindicando la necesidad de encontrarnos y dialogar de una manera cada vez más abierta, plural y, también, pausada, reflexiva y profunda. Estos encuentros, como nos han enseñado estos años pandémicos, pueden darse de maneras muy distintas: de forma virtual, por supuesto, pero también de forma híbrida, reinventándonos, buscándonos de distintas maneras, desde otros horizontes y bajo la bandera del cuidado mutuo y el respeto.
Por esto mismo, que un periódico como “El Nuevo Gráfico” se mantenga vigente después de 64 años, y en estos momentos, a pesar de la pandemia que vivimos, no es menor. Este es también uno de esos espacios de encuentro y diálogo plural y libre que hoy es necesario defender y preservar, ampliar y valorar, con miras a poder seguir construyendo vínculos más fraternos y solidarios, y debates cada vez más abiertos, en los cuales externemos como ciudadanos nuestras preocupaciones y miedos, pero también nuestros anhelos y esperanzas.
Agradezco al periódico que, en mi caso, me sigan permitiendo expresar todas esas cosas que me parecen importantes decir, no para quedármelas para mí o afirmarlas como verdades absolutas, sino para compartirlas, ponerlas a discusión y permitir que provoquen y afecten, en el sentido más positivo, a otras y otros. Muchas felicidades, y que sean muchos, muchos años más de diálogo, escucha y pluralidad.