Milton Friedman decía que la única responsabilidad social de los empresarios es aumentar sus ganancias.
Estaré de acuerdo con Friedman con varias de sus argumentaciones, pero no con esta. Y menos lo estoy en una etapa crítica como la que estamos viviendo. ¿Por qué?
Porque las empresas están compuestas por personas, y cuando hablamos de ética, no tendríamos que esperar algo diferente de una empresa de lo que esperamos de una persona.
Decir que la única responsabilidad de los empresarios es aumentar sus ganancias sería decir que la única responsabilidad de las personas es velar por sus intereses propios y no por la de los demás ni por su entorno.
Lo cierto es que si en una tragedia o en una crisis yo decido no ayudar a nadie cuando he podido hacerlo, la gente me va a juzgar de egoísta e incluso de poco confiable y tendrá razón en hacerlo. Así como juzgamos a una persona a la que no le importa el absoluto el coronavirus y no se cuida ¿Por qué tendríamos que medir con una vara distinta a una empresa cuando al final es una entidad presidida por personas?
Lo cierto es que los individuos no somos seres disconexos de nuestro entorno, formamos parte de él y de alguna forma nos debemos a él. ¿Qué sería de nosotros si no tuviéramos personas con quien relacionarnos? ¿Qué sería de nosotros si nadie nos comprara nuestros productos? ¿Qué sería de nosotros si no tuviéramos bienes que son producidos por otras personas en otras latitudes del mundo? En tanto somos seres sociales, tenemos cierta responsabilidad ética con los demás.
Estoy de acuerdo en que la coerción del Estado no tendría por qué regular dicha ética empresarial más allá de lo normativo que ya hace (que pague impuestos y se apegue al marco legal). Dentro de lo legal, las empresas deben cumplir con las normas y obligaciones vigentes, pero la responsabilidad de una empresa no se agota en lo legal, porque también está sujeta a las normas sociales.
¿Qué podemos decir de una empresa que, dentro de una crisis sanitaria, lo único que hace velar es por sus intereses y nada más? ¿La gente tiene el derecho a juzgarlas y criticarlas vehementemente? ¿La gente tiene el derecho de castigarlas? Por supuesto que sí.
Y esto no es una postura “anticapitalista”, de hecho forma parte de la misma dinámica del mercado donde los consumidores reprueban a una empresa la cual han juzgado de egoísta y poco sensible.
Es cierto que así como una persona no tiene la obligación moral de ayudar a las demás personas de tal forma que salga muy afectada personalmente (aunque ciertamente hacerlo podría ser visto como algo heróico), una empresa no tendría por qué ayudar al grado de que ello implique la quiebra (además que sería evidentemente contraproducente), pero sí se esperaría que lo haga con relación a su capacidad económica.
Y así como algunas empresas han hecho sacrificios, otras simplemente han terminado por velar sólo por sus intereses sin pensar en sus empleados casi pasándole toda la factura a ellos. La gente tendrá toda la razón del mundo para juzgarlas vehementemente, con todas las afectaciones que ello puede tener para la reputación de dichas empresas y el valor de su marca.
Es cierto, hay empresas que no se pueden dar tantos lujos, que cerrar un mes pagando a toda la plantilla podría ser suicida, pero el simple hecho de “estirarle un poquito” de acuerdo a sus capacidades, de decir que va a pagar al menos una fracción para que a los empleados no les pegue tanto y buscar un equilibrio donde se les pueda ayudar en algo y la empresa no se vea financieramente comprometida, es algo que se agradece. Detalles tan simples como el de una cadena de supermercado que pidió a la gente donar dinero (cantidad que ellos duplicarían) para que la gente de la tercera edad pueda irse a sus casas es algo que se agradece.
La realidad es que en una contingencia como ésta, el egoísmo es muy penalizado ya que va contra del bien de la sociedad en la cual esa empresa se encuentra inserta. Si bien el egoísmo, en una situación normal, puede traer beneficios para todos (como lo ilustra la mano invisible de Adam Smith), lo cierto es que en una contingencia puede ser fatal. Ayudar en la medida de lo posible a los empleados puede ayudar a que el virus se propague menos y puede salvar vidas.
Incluso dentro del propio interés, las posturas egoístas pueden ser contraproducentes porque en tanto el egoísmo es muy penalizado en una crisis, la imagen de la empresa en cuestión puede verse afectada y ello le podría acarrear afectaciones económicas. Porque la marca es no sólo construida por la propaganda de la empresa, sino por el concepto que los consumidores se han hecho de ella. Recordar que una marca fue irresponsable en la crisis sanitaria puede ser suficiente razón para que un consumidor se vaya con la competencia.
El #COVID19 va a exigir sacrificios a todos, a empresas, empleados, trabajadores, instituciones. Quien haya querido evadir su responsabilidad ética, o lo que se esperaría de él, será evidentemente penalizado. Dicha penalización es un mecanismo de supervivencia, donde el individuo preferirá establecer contacto y relación con aquel que en los momentos difíciles es capaz de dar algo de sí sobre quienes decidieron velar solo por sus intereses sin pensar en los demás.