AMLO está incómodo. Por primera vez desde que llegó a la presidencia tiene la sensación de haber perdido el control. Lo vemos más enojado en los mítines donde regaña a los simpatizantes que lo cuestionan, pero lo vemos, sobre todo, con una actitud hasta beligerante hacia los grupos feministas que organizaron el paro del 9M.
Las feministas cometieron el “pecadillo” de robarle lo más preciado que López Obrador tiene: su discurso y su agenda.
Pero no se lo robaron por querer “fregarse al Presidente”. Se lo robaron básicamente por culpa del propio López Obrador quien desestimó los feminicidios y enardeció a los colectivos feministas quienes, en teoría, tendrían que esperar de la izquierda cierto apoyo, pero no en ésta (y eso lo sabíamos desde hace tiempo).
El producto de la displicencia y el desprecio de López Obrador se vio reflejado en las encuestas publicadas el lunes, donde todos los estudios demoscópicos reflejaron una caída que ya venía arrastrando desde hace tiempo. Lo interesante es que dicha caída es más notoria en aquel sector que hace unos días comenté que podía perder, en las personas con educación universitaria:
Ese sector, que le daba hasta hace un año una contundente aprobación del 79%, prácticamente le volteó la cara y tan solo el 43% lo apoya. Ahí perdió más del 35% de simpatizantes. Y para redondear las malas noticias, en los sectores con menos educación, mayormente beneficiarios de sus programas sociales, también ha perdido simpatizantes.
López Obrador está a punto de meterse en una pendiente resbaladiza que condene su presidencia (si no es que ya se metió), toda vez que el tema de las mujeres podría convertirse en el “Ayotzinapa” de AMLO, en ese punto de inflexión que puede marcar un punto de no retorno (como sucedió con Peña Nieto).
Lo anterior, en virtud de que en algún momento, su relato, ese que lo llevó a la presidencia, iba a chocar con la realidad. Eso parece estar sucediendo a ojos de muchas personas que progresivamente se han comenzado a decepcionar. AMLO les creó expectativas muy altas, mientras que hasta la fecha a muchos les ha entregado resultados magros.
Su popularidad va en franco declive (aunque todavía es positiva). Y el creciente descontento producto de su mala gestión (donde el discurso no empata con la realidad) se nota ya en las calles y hasta en sus mítines.
Viajar en aviones comerciales tenía el claro propósito de mostrarse como un presidente diferente, cercano a la gente: “yo no soy como aquellos presidentes privilegiados que viajan en aviones lujosos lejanos al pueblo con un gran dispositivo de seguridad para protegerse del pueblo mismo. Yo viajo como viaja la gente de a pie, el pueblo me protege”.
Pero en tanto se vuelve menos popular, viajar en avión y convivir con la gente se va a volver menos costeable: habrá cada vez más gente que lo confronte y le diga de cosas; incluso hacerlo será cada vez más peligroso, por lo cual no le quedará de otra que usar aviones privados y usar transporte blindado ¡como los del PRIAN! (Basta ver el mar de críticas que ha recibido por viajar en una Suburban blindada en aquellas regiones donde evidentemente sí necesita un dispositivo de seguridad).
Y eso, a su vez, va a poner en serio predicamento su discurso de “presidente cercano al pueblo”, lo cual lo volverá aún más impopular: “si se oculta, si se aleja de nosotros, si decide ahora viajar en aviones privados, es porque en realidad no era tan diferente de los otros”.
Y así entonces saldrá aún menos a exponerse al público y buscará crear escenarios controlados para no correr riesgos (como sucedía con Peña Nieto) con lo cual reafirmará el mensaje de que se ha vuelto muy impopular.
Y al volverse más impopular, tendrá que cerrarse y recluirse aún más, y entonces se volverá más y más impopular.
Por ello AMLO necesita urgentemente algo que detenga esta pérdida de popularidad. Algunos sugieren que romperá un posible pacto de impunidad que tendría con Peña Nieto y lo meterá a la cárcel. Otros creen que podría tomar medidas económicas irresponsables y lanzar más programas sociales para mantener contenta a la gente (aunque para ello necesitaría una reforma fiscal que le recibiría muchas críticas desde varios sectores).
Pero el futuro cercano no parece promisorio, el coronavirus podría tumbarlo más por los serios problemas que tiene el INSABI, ya que se requerirá una gran capacidad de los servicios de salud pública que ahora parece no haber, producto de la improvisación y de la evidente curva de aprendizaje que el INSABI necesita.