Dos inquietudes fundamentales escucho de los ciudadanos respecto a los candidatos a los diversos puestos de elección popular, ¿cuál es su trayectoria? y ¿cuáles son sus propuestas?
Una trayectoria para ser un servidor público confiable parte de una sólida preparación profesional, experiencia en políticas públicas y en la toma de decisiones. Un estilo de vida que corresponda con esa trayectoria, congruencia personal y sobre todo resultados comprobables.
Si el ciudadano encuentra una historia limpia y de trabajo, entonces la pregunta obligada al candidato es ¿Qué propone? ¿Tiene propuestas para mejorar mi ciudad? O su oferta se limita a no ser como tal partido o como tal persona ¿Son viables? ¿Son relevantes para la calidad de vida de mi entorno?
La proximidad que propician las redes sociales, ayudan como nunca a que miles de personas puedan analizar, cuestionar y sopesar las propuestas.
Encuentro en mis redes cada vez más cuestionamientos técnicos de fondo y también retroalimentación profesional a propuestas legislativas. Mientras algunos políticos y estrategas siguen apostándole a la descalificación y a la partidización de las elecciones, los ciudadanos quieren ver personas como ellos, más allá del desprestigio generalizado de los partidos políticos, con quien puedan opinar directamente de las decisiones que impactarán a toda la sociedad.
El descrédito de la política se ha convertido en oportunidad para los que se atreven a romper prejuicios y esquemas y quieren realmente transitar a una nueva forma de hacer política, incierta y desconocida, pero también esperanzadora, donde un ciudadano está dispuesto a apoyar en la tarea de gobernar al político que lo puede ver a los ojos.
La responsabilidad de cada uno es acudir a la urna y por cada boleta hacerse estas dos preguntas ¿quién tiene la trayectoria que le permitirá ser mejor gobernante o legislador? ¿Quién me presentó las propuestas mejor sustentadas y que más nos benefician? Respondamos a conciencia a estas preguntas en la soledad de la urna.