El Cerebro Habla.
La corrupción es una clara muestra de que las
instituciones no funcionan bien. La gente se corrompe más fácil en un
ambiente donde no existe un estado de derecho, e incluso la corrupción es
contagiosa: Si las personas perciben que las instituciones funcionan para unos
cuantos, tenderán a corromperse de forma más fácil puesto que asumirán que es
absurdo respetar la ley cuando esta sirve a unos cuantos, o bien, nadie la
obedece. Y eso es lo que pasa con México.
Algunos historiadores afirmaban que México era corrupto porque en
tiempos de la Nueva España las leyes eran tan duras que el individuo se
acostumbraba a evadirlas. Pero el problema en realidad es más simple, el
problema está en las instituciones, en la forma en que está organizada una nación.
El ser humano no tiene en sus genes el “chip de la corrupción”, se
comporta así porque
vive dentro de un sistema que la promueve y que le dice que si quiere salir
adelante, necesita echar mano de ella. El hombre se adapta a su entorno.
Por eso es simple, pero muy difícil disminuir
la corrupción hasta niveles tolerables. Tendría que haber un gran esfuerzo de
voluntad de quienes son parte de las instituciones, pero también por parte de los
ciudadanos. Esto implicaría cierto sacrificio a corto plazo para obtener un
beneficio tangible a largo plazo. Tal vez por esto algunos afirman que la
corrupción es algo cultural, porque es tan difícil erradicar que piensan que ya
es algo de nosotros.
Pero quienes afirman eso, entre ellos el
Presidente Enrique Peña Nieto, no sólo se equivocan, sino que dicha afirmación
puede ser usada para tomar una actitud displicente ante el problema de la
corrupción: -Ah, es que los mexicanos somos así, desde que nací ha habido
corrupción, las notarías siempre se han dado así, Santiago Nieto se metió a donde no jamás podrá contra el sistema, ya nos amolamos-. Pero las evidencias contrarían a quienes hacen
ese tipo de aseveraciones, y una de las más simples es la que hizo León Krauze
en ese “ejercicio” donde varios periodistas (alguno de ellos paleros,
hasta con toque seductor) entrevistaron al Presidente. Krauze puso el ejemplo
de los mexicanos que residen en Estados Unidos, donde ellos respetan la ley, no
dan mordidas y no se pasan los altos. También hizo la comparación
entre Noruega y Rusia, donde sus instituciones han creado dos realidades
diferentes para con el petróleo.
Pero yo voy más allá, libros como Why Nations Fail de Acemoglu y Robinson, y El Manual del
Dictador de Bruce Bueno y Alastair Smith, hablan de las diferencias entre los
países que son prósperos y los que no
lo son. Ambas obras demuestran que dichas diferencias no se deben
necesariamente a la cultura sino a las instituciones, y como es que son las
coyunturas (como se explica detalladamente en Why Nations Fail) las que van
determinando cuales son las naciones que se desarrollan y cuales no, y no es ni
la cultura, la geografía o el clima (esto último
alguna vez lo llegué a creer debido al
orden actual donde los países más desarrollados tienden a ser más fríos y a las afirmaciones
que llegó a hacer Montesquieu de ello). Un ejemplo que citaban los autores era
la diferencia entre Nogales Sonora, y Nogales Arizona, ciudades vecinas
separadas por la frontera que comparten el mismo clima e incluso las dos
ciudades son habitadas por personas de origen mexicano, pero cuyos niveles de
desarrollo son disimiles.
Pienso que para combatir la corrupción, lo primero que se debe de hacer es reconocer que se trata de un problema institucional, instituciones que sostienen la silla desde la cual se está gobernando, y que no se trata de un problema exógeno. De lo contrario nos auto condenaremos a ser corruptos para siempre, y más si le creemos esa afirmación a un Presidente que afirma que en México todas las denuncias con su debida prueba son resueltas: ¡Por favor!
Pienso que para combatir la corrupción, lo primero que se debe de hacer es reconocer que se trata de un problema institucional, instituciones que sostienen la silla desde la cual se está gobernando, y que no se trata de un problema exógeno. De lo contrario nos auto condenaremos a ser corruptos para siempre, y más si le creemos esa afirmación a un Presidente que afirma que en México todas las denuncias con su debida prueba son resueltas: ¡Por favor!