RENOVARSE O MORIR.


Por Cerrar Gamaliel Noguera.

2017, penúltimo año del polémico Gobierno de Enrique Peña Nieto, y la realidad es que el Partido Revolucionario Institucional tiene una difícil tarea de cara a la pugna por la silla Presidencial. Aspirantes al PRI nunca le han faltado, todo el mundo quiere montarse en la lucha, aunque la recta final se vislumbra entre el renacido Luis Videgaray Caso y el flamante Secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, que se mantiene en el primer lugar de las preferencias al interior del PRI.

En la puerta de enfrente se vislumbra un dividido Acción Nacional, un agonizante PRD y la desesperanza de México que es Andrés Manuel, bien entretenido en chismes que denotan una vez más su carencia de personalidad política. De estos tres no se hace uno. 

Y es que a pesar de las encuestas de opinión pública, que en Estados Unidos ya nos demostraron que fallan, aún es temprano aún para predecir lo que sucederá.

Es cierto que un segmento mayoritario se encuentra inconforme con el Gobierno Federal, pero no olvidemos que vivimos en una situación global que indefectiblemente afecta a nuestro país. Aunque cierto es que la política de comunicación social del Presidente de la República ha sido desde hace mucho tiempo muy deficiente. ¿Qué habría pasado si hubiera tenido una buena estrategia de comunicación social? Posiblemente el día de hoy la realidad del Partido Revolucionario Institucional sería otra.

Y es que no olvidemos que en una campaña electoral y en el preámbulo de ella todo puede pasar. 

Es aquí donde el PRI tiene las de ganar, sin embargo, al igual que todos los demás partidos lleva sobre la espalda una enorme loza. PRI y PAN cargan con ex gobernadores prófugos, PRD carga con el caso de Ayotzinapa, que de manera inmediata nos hace voltear a los vínculos de Abarca con Andrés Manuel, su más fiel promotor durante su campaña para gobernar Michoacán.

Los partidos políticos deben apostar a una renovación generacional en la que la juventud no se infecte. De tajo debe cortarse el círculo vicioso que convierte en dinosaurios a los nuevos cuadros. En ese caso está Ricardo Anaya, Presidente Nacional del PAN que lejos de refrescar la imagen de su partido, ha demostrado que los chismes de lavadero están a la orden del día.

Vivimos en lo que Flores Thomas llama “La Política del asco”, en la que muchos ciudadanos están en contra de todo y de todos. Aseguran que todas las instituciones son corruptas, que todos los políticos son iguales y prefieren no participar en nada.

Existe un hartazgo social en el que dar un like o compartir, ya es para muchos ser activista. Qué conducta tan equivocada, la verdadera forma de mejorar la situación es levantándonos todos los días a trabajar y como individuos darle a los demás lo mejor de nosotros.

Anand Dílvar, indica con precisión que la situación del mundo es un reflejo exacto de la mente humana. Para muestra el triunfo de Trump; él es un clásico estereotipo de un “gringo”. Sus características físicas son de estadunidense, tiene poder económico, es racista, machista, ofensivo y bobo. ¿Por qué nos sorprendió su triunfo?

En México debemos de estar muy atentos a las señales y no darle nuestro voto a un clon de Donald Trump. Realmente Andrés Manuel sigue siendo un peligro para México. Su principal enemigo, es él mismo. Es su carácter, su personalidad y una ambición inmensa que muy posiblemente le dará una tercera derrota.

Los partidos políticos que realmente tienen posibilidades, aunque cueste reconocerlo, son el Revolucionario Institucional y Acción Nacional. Dependerá de ellos mismos asumir con responsabilidad y estrategia los retos políticos del 2017.

Miguel Osorio, ha optado por una estrategia de mayor discreción al menos en lo poco que lleva el año 2017 y el cierre de 2016; pareciera que acecha y reúne todas sus fuerzas. A veces no salir tanto a la luz es lo mejor para no equivocarse. El PAN parece no tener estrategia hasta el momento, pues están más concentrados en su guerra interna. Y Luis Videgaray le apostará todo su resto a la renegociación del TLCAN.

La respuesta final parece ser, renovarse o morir.