Peña Nieto tiene razón.
Yo tampoco creo que algún presidente se levante con la
intención de joder a su país. Hasta el presidente más inepto se preocupa por el
juicio de la historia.
Si ex presidentes como Carlos Salinas escribieron libros
sobre su presidencia y los ineptos que fueron los que los sucedieron; así como
Díaz Ordaz, Luis Echeverría o López Portillo concedieron entrevistas para
“aclarar dudas” sobre su gestión, es porque les preocupa de alguna forma que la
opinión pública sea favorable con ellos. Si quisieran “joder a México”
deliberadamente, no tendrían la necesidad de hacer eso.
Otra cosa es que en la práctica lo jodan.
Los políticos corruptos no logran ver la dimensión de su
corrupción como cualquier gente normal la ve porque están muy acostumbrados a
ella. Una persona no se corrompe de la noche a la mañana, más bien empieza a
corromperse cometiendo actos pequeños, de tal forma que el cerebro comienza a
emitir menos estímulos de incomodidad, con lo cual entonces pueden comenzar a
cometer actos de corrupción más grandes. Entonces pueden verse envueltos en escándalos de
corrupción sin que eso les genere mayor
remordimiento.
Es decir, para ellos, los actos como los desfalcos o las
casas blancas no son actos tan reprobables, incluso pueden llegar a sentir que
tienen el derecho de.
No es como que Peña o Javier Duarte se levanten y digan
¡Hoy voy a joder a México! Simplemente creen que los puestos que tienen y las
relaciones de poder que los sostienen les dan derecho a hacer lo que quieran.
Y de hecho muchas veces se preguntan dentro de sus
corrompidas cabecitas por qué son tan detestados. Llegan a pensar que existe
una conspiración en contra de ellos, que alguien está maquinando un plan
malévolo para hacerlos caer.
Si un político quisiera deliberadamente “joder a México”
ni siquiera tendría que tratar de quedar bien con los demás, ni menos
necesitaría de invertir una gran cantidad en publicidad para aparecer en todas
las pantallas y decir de forma cínica que la popularidad no les importa. En
mayor o menor medida, los políticos y sobre todo los presidentes se preocupan
por el llamado “juicio de la historia”. Su anhelo es servirse a ellos y a los
suyos y al mismo tiempo ser recordados por el pueblo como aquel político
dadivoso que hizo historia en su comunidad.
Los políticos corruptos no sólo han aprendido el arte del
engaño, sino el del autoengaño también. Ellos mismos suelen distorsionar la realidad
bajo la que viven y la que gobiernan, de tal forma que ésta no las confronte o
lo haga lo menos posible. Y así entonces, pueden despertarse en las mañanas sin
sentir que van a joder a alguien (a menos que se trate de un personaje
contrario a ellos al cual le quieran cobrar un favor).
No, Peña no se equivocó, tiene razón. No quiere joder a
México. Pero lo jode.
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Fuente: El Cerebro Habla.