Twitter: @Caalgaba93
Más de un año ha pasado desde aquél día en el que nos enteramos que 43 personas habían desaparecido, otros habían muerto y uno más hasta sin rostro había quedado; la indignación en el país se hizo presente por una parte de la sociedad.
El tiempo pasó, las calles una vez más comenzaron a exigir justicia, ¿Cómo era posible que esto estuviera pasando?
Nueve años han pasado desde aquél día en el que nos enteramos que 49 niños habían perdido la vida en un incendio dentro de la Guardería ABC, 49 familias lloraban, la indignación en el país se hizo presente por una parte de la sociedad.
El tiempo pasó las calles una vez más comenzaron a exigir justicia, ¿cómo era posible que esto estuviera pasando?
Por muchos años hemos escuchado la frase “Aquel que no conoce su historia, está condenado a repetirla”, lo sé, suele escucharse trillado pero pareciera que como sociedad las cosas siempre se nos olvidan, cada vez más vemos con naturalidad la violencia, ya no importa si es entre bandas delictivas o un simple “juego de niños”. La indignación sólo nos dura horas.
Recuerdo que en el año 2012, cuando surgió el movimiento #YoSoy132, algún funcionario dijo que dejaran que la gente se movilizara, que el enojo iba a pasar rápido, que no había de que preocuparse. Cuando se dieron a conocer estas declaraciones muchos nos molestamos, pero fue más la molestia porque por dentro sabíamos que tenía mucha razón.
Alguna vez un compañero de otra nacionalidad me dijo, “yo creí que nosotros aquí en este país teníamos a los peores políticos, pero veo las noticias de México y me pregunto, ¿cómo pueden soportar tantas cosas?”.
No supe si reír, llorar o ignorar, creo que en muchas ocasiones actuamos sin reflexionar el pasado, el presente y el futuro; es por eso que siempre caemos en el mismo hueco.
Me ha tocado como a cientos de personas en el país, salir por voluntad y convicción a caminar por las calles, a manifestar mi descontento con ciertas cosas que ocurren. No cabe duda que la frase “No nos conocemos pero nos necesitamos” debe estar presente en nuestro día a día.
Ojalá que las semillas que trataron de desaparecer florezcan de la mejor manera posible.
“Y dale alegría, alegría a mi corazón
Afuera se irán la pena y el dolor
Y ya veras, las sombras que aquí estuvieron no estarán”.