Érase una vez, un proyecto tan grande pero tan grande que opacó la pobreza de un feudo entero. Los pobladores de esta cultura atrasada pensaron que todos sus problemas se solucionarían, que esa obra seria tan reconocida como los grandes murales de Diego Rivera, hasta los artistas plásticos de Hollywood admiraron tan imponente patrimonio cultural de la humanidad.
El sueño creció tanto que los lacayos del Rey, anunciaron que dos presidentes superfluos, uno de la república y otro municipal, inaugurarían el "Macro Mural" que no es macro ni es mural. Una obra superflua de un gobierno sin talento.
Sin embargo, después de un tiempo, el agua se llevo la pintura y los pobladores de esa cultura atrasada se dieron cuenta que el discurso de la realeza era demagogia, decir que "el Macro Mural" reduce la delincuencia es como decir que un cajón para bolear zapatos disminuye la pobreza. La misma política de apariencias que ha hundido a ese reino.
Desde un lugar muy muy lejano
Alonso Quijano.
La pobreza oculta detrás de los litros de pintura del "Macro Mural" más grande de México, ubicado en el Barrio Palmitas de Pachuca, Hidalgo: