Por Jorge Antonio Torres Regnier.
Nuestra profesión elegida, en la mayoría de los casos, en nuestra juventud, por la idea de atraer justicia; por una ambición económica; por imitar un modelo que motivó nuestra admiración o por la falsa idea que teníamos al considerarla la profesión que menor esfuerzo representaba en su estudio; hoy, siendo abogados, nos reunimos para celebrarla.
Nuestra profesión elegida, en la mayoría de los casos, en nuestra juventud, por la idea de atraer justicia; por una ambición económica; por imitar un modelo que motivó nuestra admiración o por la falsa idea que teníamos al considerarla la profesión que menor esfuerzo representaba en su estudio; hoy, siendo abogados, nos reunimos para celebrarla.
Nuestra profesión, nos mantiene en constante estudio al enfrentarnos con la vorágine de la dinámica legislativa (tan sólo 90 reformas a 51 artículos constitucionales, por mencionar un dato, en el período de esta Legislatura Federal que concluye) en todos los órdenes y en todos los niveles y materias que nos obliga a informarnos, interpretando y aplicando las mismas; y que representan un reto constante en cualquiera de las trincheras donde se desenvuelva el abogado, ya académico, investigador, legislador, postulante, funcionario público, o en su caso impartidor de justicia.
Hoy, en un momento histórico para nuestro país y para nosotros los abogados, esperando iniciar un nuevo sistema penal de corte acusatorio con tendencia a la oralidad, y que ya se ve materializado en la materia mercantil, con tendencia a reproducirse en todas las demás materias; que contamos con procedimientos en línea en lo fiscal administrativo federal. Hoy, donde permea un sistema hiper garantista que asfixia a las instituciones, atentando la realización y ejecución laboral cotidiana de nuestros funcionarios públicos, que se traduce en una mayor supervisión y en una serie de severas sanciones, fomentando una conducta timorata, con los riesgos que conllevan los procesos de su conocimiento, en una deformada óptica de los Derechos Humanos. Hoy donde se observa una exagerada normatividad en todas las materias y un incipiente y deficiente aterrizaje de las mismas.
El reto actual para el abogado, se traduce en materializar los valores supremos que no debemos olvidar, refrendando nuestro compromiso con la sociedad que enfrenta una crisis de valores. El ciudadano ve en el abogado, una expectativa de cambio social con la defensa real a su vida, su libertad, su patrimonio y en general, a todos sus derechos fundamentales. Es para el abogado, la oportunidad de cubrir esta necesidad social y convertirse en un verdadero defensor de la justicia, de los derechos humanos, como catalizador ante la desigualdad social.
El abogado de hoy, debe ser precursor de un cambio de actitud proyectando, de un trabajo en su interior, para reflejarlo al exterior. De nada sirven nuevos modelos para el país, sin que sus operadores no estén convencidos de sus bondades.
El abogado verdadero, encontrará en este momento, la oportunidad de traducir sus altos fines y valores morales en el orden social de un nuevo enfoque de modelo de legalidad, que nos brindan nuestras instituciones, frente a la injusticia e inseguridad. Encontrará la oportunidad para su ingenio y capacidad, para traducir la letra de la norma, en un bienestar social. El abogado recordará que: “el mundo es un lugar peligroso, no por causa de los que hacen mal, sino por aquellos que no hacen nada por evitarlo”. ( frase de Albert Einstein ).
El abogado sabe que cuenta con el potencial y las herramientas necesarias para coadyuvar con las instituciones en la construcción de un Estado Democrático de Derecho. Feliz día del abogado!
Jorge Antonio Torres Regnier. |
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Fotografía tomada por la edición del mural "La ley y la justicia" de José Clemente Orozco.