Por Guadalupe Archilla
En México existe una palabra que define uno de los peores crímenes que sufre este país: el levantón, la mezcla del secuestro con la desaparición, un rapto que convierte a la víctima en un fantasma. El caso Iguala consiste en el levantón de 43 estudiantes deL magisterio. Desde que el 26 de septiembre un grupo de policías, supuestamente aliados con narcos, se los llevó, el Gobierno busca sus cuerpos y todo México se pregunta por su destino. Este semanario ha recogido la opinión de distintas figuras de la cultura mexicana sobre el caso:
Elena Poniatowska, escritora. “Esto significa cancelar el futuro de los jóvenes en México. Están buscando 43 cadáveres, encuentran fosas y de repente dicen que no son los cuerpos de ellos. ¿Entonces de quiénes son? ¿De qué se trata todo esto? ¿Estamos sentados sobre una multitud de cadáveres? Hay una foto de un joven que ha sido desollado. La cara de un muchachito al que le sacaron los ojos y le quitaron la piel del rostro. Creo que a México no le puede suceder nada peor que lo que estamos viviendo”.
Sergio Aguayo, politólogo. “En Iguala aparece la cara desagradable y oscura de la cultura de la violencia. Desde otro punto de vista, es la expresión de un desajuste en la estrategia estatal contra el crimen organizado. Le ha dado una gran prioridad a la captura de capos y a la fragmentación de bandas criminales y ha descuidado a los municipios que, inermes, son atacados por depredadores de diverso tipo: políticos corruptos, empresarios sin escrúpulos y delincuentes que desean saquear territorios para lo cual aterrorizan a la población y eliminan a los insumisos, como los estudiantes. Iguala es un llamado de atención para que el Estado mexicano repiense sus estrategias”.
Yuri Herrera, escritor. “Los estudiantes tienen la razón. No sólo en estar enojados y en pedir la renuncia del gobernador de Guerrero, y no sólo porque han desaparecido a docenas de sus compañeros. Tenían la razón desde antes, cuando hacían lo que los demás no hemos hecho: resistirse radicalmente a la manera en que las cosas funcionan, a que la forma en que el régimen “mueve a México” es garantizando la seguridad de unos para hacer negocios como les plazca, mientras el Estado de derecho es una lejana referencia para el resto de la población. Tienen la razón estos estudiantes que se preparan para ser maestros aunque deban hacerlo en condiciones paupérrimas, que son vilipendiados constantemente y descalificados por “revoltosos” como si las élites respetaran las reglas del juego democrático. Los normalistas de Ayotzinapa se enfrentaron a una de esas franquicias político-criminales que administran la política y los negocios en México y lo hicieron solos. Pero en la estela de las demás atrocidades que se han vuelto visibles tras el secuestro de muchos de ellos, finalmente están siendo escuchados. Cada vez es más la gente saliendo a la calle a decir que no se callará hasta saber dónde están todas las personas con nombre y apellido que los que criminales y policías quisieran desaparecer para siempre”.
Sergio González Rodríguez, ensayista. “Es un caso de extrema gravedad, que además coincide con la investigación sobre la supuesta ejecución de 22 personas en Tlatlaya a manos de militares. Los dos hechos configuran una llamada de alerta roja sobre la carencia de respeto a los derechos humanos por parte de los poderes constituidos de nuestro país. Abarcan a las autoridades locales, estatales, federales y a las Fuerzas Armadas. Y el Gobierno se dedica a enunciar la gran modernización de la política mexicana. Pues aquí tenemos el efecto revés, y a una sociedad que es víctima de ello”.
Raúl Vera, obispo. “Asoma el pacto de impunidad que hay entre los partidos políticos. El presidente municipal de Iguala ya estaba acusado formalmente de haber asesinado personalmente a un dirigente de la lucha social. Asoma ese pacto y la complicidad del crimen organizado y el Estado. Sus alianzas con los criminales nos tienen en esta situación, masacrar luchadores sociales se ha vuelto un habito en México".
Guadalupe Loaeza, escritora. “Ya me avergüenza ser mexicana. El sentimiento de desesperanza es absoluto. Estamos hablando de jóvenes que querían estudiar, de padres sin recursos ni influencias. ¿En qué podemos creer los mexicanos? Es como si perteneciésemos a una gran familia de criminales, de mexicanos que matan a mexicanos. No hay ideología ni hay nada. Es la violencia por la violencia. La barbarie. Y toda la familia está contaminada”.