Mural Huichol que se encuentra en el metro de París, Francia. |
Por María Gil
Nicolás Echevarría (México, 1947) ha probado casi de todo en esta vida. Ha sido músico, pintor y arquitecto. Como cineasta se ha dejado llevar por el mundo indígena. “Siempre me ha interesado documentar sus ritos y costumbres, no como un etnólogo o antropólogo, sino como un contador de historias a través de imágenes”. Esta ocasión ha puesto la mira en la vida y obra de Santos de la Torre, un artista huichol —una etnia extendida por los estados mexicanos de Nayarit, Jalisco Zacatecas y Durango— que desde hace 17 años expone una de sus obras en la estación del metro Palais Royal, a unos cuantos pasos del Museo del Louvre en París.
Hace más de 40 años que Echevarría se enamoró de este grupo indígena, compuesto actualmente por casi 32.000 personas y que en sus rituales adoran al maíz, al venado y al peyote. “Me interesó su pasión por preservar su cultura a pesar del acoso del mundo moderno”, afirma este realizador que vivió largas temporadas con los huicholes, aislado en la Sierra Madre Occidental.
Alejado de la pantalla grande desde hace más de una década, Echevarría recibió, en 2011, una propuesta que no podía rechazar. El productor de cine Michael Fitzgerald le planteó hacer un documental que reflejara la historia de sobrevivencia del mundo huichol a través de Santos de la Torre. De inmediato, el realizador hizo las gestiones para visitar al artista “Fui a ver a Santos, pero para llegar a su casa tuve que caminar más de 10 horas, no había forma de llegar en coche”.
Así nació Eco de la Montaña, que es la traducción de Motoapohua el nombre huichol de Santos. Un filme en el que Echevarría plasma el peregrinaje del artista huichol a Wirikuta, el sitio sagrado de esta etnia, en donde pedirá permiso a sus deidades para hacer un nuevo mural, de las mismas dimensiones al que está en Francia. “Este es un viaje de más de 1.000 kilómetros, que abarca los Estados de Jalisco, Nayarit, Zacatecas y San Luis Potosí, recorremos la ruta del peyote, el objetivo es hacer el mismo camino que hicieron los antepasados cuando dieron origen al mundo”.
“Santos, como su pueblo, vive prácticamente en el olvido”, dice Echevarría. El cineasta detalla que en 1997 el Gobierno mexicano encargó al indígena la elaboración de una pieza que reflejara las devociones del mundo huichol. El artista indígena realizó un mural con más de dos millones de chaquiras —diminutas cuentas— que Ernesto Zedillo, el entonces presidente de México, obsequió a su homónimo francés Jacques Chirac. A la inauguración no se invitó al autor. “En vez de ir a Francia fui a mi tierra a levantar cosecha”, dice Santos de la Torre en el documental que sigue el proceso creativo de la nueva obra que ilustra la historia, mitología y prácticas religiosas de su pueblo.
Durante el camino a Wirikuta, Echevarría lleva al espectador por un mundo de ritos, en donde hay sacrificios animales y plegarias a la naturaleza. “El peyote es el tercer ojo, el de Dios”, argumenta De la Torre durante el documental. Este huichol cree en este alucinógeno como la llave para trascender el mundo profano, como un intermediario entre el hombre y las deidades. Su pueblo lo come desde hace siglos.
“Los mexicanos hemos olvidado este misticismo”, arguye Echevarría, quien ganó el premio Mezcal este año en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara con este documental. “La metáfora de la peregrinación de Santos significa: o todos caminamos juntos o el mundo se va a acabar y no seremos nada”, dice este realizador que piensa que los hombres deben alimentar y cuidar de sus dioses: “Hay que proteger a la tierra, los sitios sagrados y los vehículos para acercarse a lo divino”, destaca. Su afirmación aun es más profunda: “En Wirikuta hay una entrada mítica que llaman ‘La puerta de las Nubes’, quienes pasan por ahí están aptos para cruzarla y comer peyote… Con el peyote se llega a las entrañas del alma”.
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Fuente: Diario el País