Por Julio Gálvez.
De acuerdo con el ultimo informe de Transparencia Mexicana, Hidalgo es de las entidades federativas más corruptas del país; formamos parte de los 5 estados con mayores índices de alcoholismo; somos un pueblo con niveles alarmantes de analfabetismo; nuestra sociedad se encuentra extremadamente politizada; no existe división de poderes; nuestros órganos jurisdiccionales se encuentran sometidos al poder; estamos en los últimos lugares en materia de inversión extranjera. En pocas palabras reflejamos ser una sociedad poco seria, por lo que resulta preguntarnos:¿Nuestro Estado es confiable para los inversionistas?
Es obvio que no, Hidalgo, es el Estado de los sueños frustrados, somos una sociedad culturalmente castrada en la que el más ebrio es el más aceptado y esto es así porque los miembros de nuestros círculos sociales no pueden destacar en nada productivo e inventan sus propios logros para obtener un triunfo imaginario. Los hidalguenses somos los habitantes de una entidad federativa en donde el alcohol, la política, la discriminación y la corrupción, se han convertido en nuestra cultura.
¿Qué es lo que sucede? Simple, la gente talentosa no tiene el lugar que se merece dentro de nuestra sociedad. Mientras que en los países de primer mundo los ciudadanos saben valorar el trabajo de sus artistas, científicos, deportistas, escritores y profesionistas, en Hidalgo le damos demasiada importancia a la política y a nuestros políticos, los cuales nada positivo han hecho por nuestro Estado, ya que llevan más de 80 años enriqueciéndose a costa de los ciudadanos.
En efecto, Hidalgo es uno de los estados más atrasados del país, pero cuando escuchamos los discursos de nuestros políticos podemos llegar a pensar dos cosas: 1. Que a pesar de contar con índices de desempleo alarmantes, vivimos en el mejor de los mundos posibles; 2. Que estamos muy mal pero pronto estaremos mejor. Después de un tiempo y de varias acciones fallidas, los ciudadanos percibimos que nada ha cambiado, que todo sigue igual o peor, los discursos grandilocuentes se van acumulando, lo mismo que las ceremonias en recintos oficiales, los informes anuales, las marchas, las cenas de estado, las grandes recepciones palaciegas y cuando nos damos cuenta de esta realidad, procede preguntarnos por la calidad de nuestra clase política: ¿En manos de qué individuos se encuentra el manejo de nuestro Estado e, indirectamente, de nuestras vidas?
Lo anterior viene al caso, en virtud de que los proyectos más importantes en los últimos 20 años como lo son el Aeropuerto de Tizayuca y la Refinería Bicentenario, han sido cancelados, por lo que ante esto resulta preguntarnos ¿Que sucede en nuestro Estado? Lamentablemente los grandes proyectos no se pueden materializar de forma efectiva en beneficio de los hidalguenses, porque el interés público se transforma en interés privado; es decir, se distorsionan los principios del proyecto para que algunos políticos resulten económicamente beneficiados por un sistema gubernamental corrupto.
Desde la inscripción de un niño a la escuela, hasta en una licitación se respira corrupción, en pocas palabras nuestra clase política utiliza al aparato gubernamental, para satisfacer sus propias necesidades, pero esto sucede porque nuestros políticos carecen de valores y preparación, quizás seamos también uno de los estados con los gobernantes menos preparados del país, nos gobiernan personas sin cultura que solo buscan su beneficio y que miran la política como un estatus social.
Hoy en día, el gobierno de Hidalgo tiene la gran oportunidad de eliminar los vicios de anteriores administraciones, debe de dejar de justificar los proyectos fallidos de otros gobernantes mientras los líderes de los dos más importantes grupos políticos se encuentran peleando detrás del trono por el poder.
Para que nuestro Estado avance, el gobierno tiene que combatir la corrupción, garantizar la separación de poderes, reducir los indices de alcoholismo, promover el arte, impulsar la educación y fortalecer el sistema de administración de justicia, de otra manera continuaremos siendo un lugar poco atractivo para los inversionistas aunque contemos con grandes espacios para la industria, puentes, ciclopistas, macro murales internacionales y vialidades.
Debemos retomar nuestras raíces, algún día tuvimos rumbo, hoy en día no tenemos punto de partida, somos tierra de nadie, el dormitorio del Distrito Federal y campo virgen para la delincuencia. Hidalgo merece un cambio de fondo, pero solo podremos evolucionar si como pueblo reconocemos nuestros errores y miramos con consciencia la realidad, la falta de crecimiento de nuestro Estado, su retraso, es un problema cultural, no económico.
Lo anterior viene al caso, en virtud de que los proyectos más importantes en los últimos 20 años como lo son el Aeropuerto de Tizayuca y la Refinería Bicentenario, han sido cancelados, por lo que ante esto resulta preguntarnos ¿Que sucede en nuestro Estado? Lamentablemente los grandes proyectos no se pueden materializar de forma efectiva en beneficio de los hidalguenses, porque el interés público se transforma en interés privado; es decir, se distorsionan los principios del proyecto para que algunos políticos resulten económicamente beneficiados por un sistema gubernamental corrupto.
Desde la inscripción de un niño a la escuela, hasta en una licitación se respira corrupción, en pocas palabras nuestra clase política utiliza al aparato gubernamental, para satisfacer sus propias necesidades, pero esto sucede porque nuestros políticos carecen de valores y preparación, quizás seamos también uno de los estados con los gobernantes menos preparados del país, nos gobiernan personas sin cultura que solo buscan su beneficio y que miran la política como un estatus social.
Hoy en día, el gobierno de Hidalgo tiene la gran oportunidad de eliminar los vicios de anteriores administraciones, debe de dejar de justificar los proyectos fallidos de otros gobernantes mientras los líderes de los dos más importantes grupos políticos se encuentran peleando detrás del trono por el poder.
Para que nuestro Estado avance, el gobierno tiene que combatir la corrupción, garantizar la separación de poderes, reducir los indices de alcoholismo, promover el arte, impulsar la educación y fortalecer el sistema de administración de justicia, de otra manera continuaremos siendo un lugar poco atractivo para los inversionistas aunque contemos con grandes espacios para la industria, puentes, ciclopistas, macro murales internacionales y vialidades.
Debemos retomar nuestras raíces, algún día tuvimos rumbo, hoy en día no tenemos punto de partida, somos tierra de nadie, el dormitorio del Distrito Federal y campo virgen para la delincuencia. Hidalgo merece un cambio de fondo, pero solo podremos evolucionar si como pueblo reconocemos nuestros errores y miramos con consciencia la realidad, la falta de crecimiento de nuestro Estado, su retraso, es un problema cultural, no económico.