Por Julio Gálvez
Twitter: @juliogalvezb
México es un país con mucha belleza, historia, cultura, vida y dignidad; el Estado de Hidalgo, tiene una ubicación geográfica extraordinaria y cuenta con grandes riquezas naturales, está poblado por personas talentosas y trabajadoras, pero a pesar de ello ¿Por qué no crece a la velocidad que debería hacerlo?
Porque tristemente podemos darnos cuenta que a nuestros gobernantes solamente les importa obtener un mayor rating de popularidad para llenar cuotas particulares-partidistas-económicas de poder. Nuestros políticos viven alejados de las problemáticas fundamentales de México: pobreza, salud, educación, empleo y seguridad.
Algo anda mal, porque los jóvenes no tienen ninguna expectativa de ser más de lo que son hoy, lamentablemente muchos no tienen ninguna posibilidad de aspirar a algo más porque el país no se los ofrece; algo anda mal, porque sexenio tras sexenio solo nos dan más de lo mismo; algo esta mal, porque los padres saben que la vida de sus hijos será una versión similar a la suya, esa vida frustrada y difícil debido a que nuestros gobernantes no saben interpretar el interés público.
Interés público, este concepto que para los mexicanos es una ficción y que ha impedido en estos últimos años que algunas de las obras más importantes para México se materialicen o las que ya lo hicieron se impugnen.
Un ejemplo claro de esta problemática lo podemos observar en el caso del Puerto de Altamira que por una triquiñuela legal no se acredito el interés público, como si construir un puerto no fuera una cosa que le interesa al país. Otro ejemplo es el caso del aeropuerto de Texcoco, que en su momento no se logro materializar y muchos políticos se alegraron de que le saliera mal el proyecto a Vicente Fox.
En la actualidad vivimos el tema de la Refinería Bicentenario en donde Petróleos Mexicanos y el Gobierno Federal, al parecer han cancelado su construcción debido a la inminente aprobación de la reforma energética que le dará apertura a la inversión extranjera dentro de Pemex. En efecto, gracias a que dentro del estado mexicano chocan diversos intereses, miles de hidalguenses se quedarán sin el proyecto que con bombo y platillo fue anunciado como promesa de campaña del actual Presidente de la República Enrique Peña Nieto.
Conforme a lo anterior, resulta preguntarnos ¿Cuando un proyecto bondadoso de interés público termina quebrantándose?
Cuando ese proyecto de interés público acaba convirtiéndose en uno de interés privado que solo beneficia a unos cuantos y no a toda la sociedad. Ahí es cuando la comunidad percibe que ese beneficio no es distribuido de forma equitativa, y de manera justificada.
Los grandes proyectos del Estado no se han materializado en beneficio de los mexicanos porque el interés público siempre se transforma en interés privado generando inconformidad en la sociedad, se distorsionan los principios del proyecto y bajo la sombra de la legalidad se enriquecen ilícitamente unos cuantos políticos-empresarios protegidos por un sistema gubernamental corrupto. Aquí es donde el Interés publico esta en cuestionamiento.
Conforme a lo anterior podemos decir que la “Refinería Bicentenario” fue un proyecto de interés privado, porque el gobierno protegió privilegios, defendió cotos y eligió ganadores. Favoreció a un capitalismo de cómplices, que funciono con base en la colusión y el compadrazgo, no con base en reglas claras y transparentes, por eso es que hoy en día la gran obra de PEMEX sólo tiene una barda construida.
En efecto, la Bicentenario fue un proyecto que favoreció a unos cuantos y no a todos los mexicanos, porque el interés público se convirtió en interés privado con la compra de los terrenos que fueron donados a Pemex, para que se construyera una refinería a costa del endeudamiento millonario del Estado de Hidalgo. ¿Quién fue el ganador? El pueblo no, los ganadores fueron los políticos que se enriquecieron a través de los intermediarios que compraron y vendieron tierras ejidales (o al menos eso parece). La ciudadanía merece una explicación coherente y la PGR debería de investigar las irregularidades.
Debemos hacer conciencia, la corrupción en México es alarmante, carecemos de mecanismos eficientes para controlar el poder, aunque reformemos millones de normas los políticos corruptos seguirán ahí, el Presidente de la República debe comenzar a interpretar el interés público, porque solo así podrá cristalizar los grandes proyectos que nuestro país necesita.
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Por Julio Alejandro Gálvez Bautista, Especialista en Derecho Civil, Maestro en Derecho Procesal Constitucional y Doctor en Derecho por la Universidad Panamericana; ha enfocado su trabajo en temas sobre Derecho Constitucional, Derechos Humanos, Derechos Sociales, Derecho a la Información y Reforma Gubernamental / www.juliogalvez.com