EL CLUB
DE CUATES
Por Javier
Enrique González Reinoza
Twitter: @JAVIERREINOZA1
Sudamérica
es una región muy importante por sus recursos naturales como el agua, sus
minerales, -especialmente el petróleo- pero sobre todo por su diversidad biológica.
Con una población aproximada de 360 millones de personas, en su mayoría
jóvenes, unos paisajes naturales envidiables y un clima que permitiría el
desarrollo no tan solo de una vida cómoda sino de una economía basada en la
agricultura pudiéndose convertir en un lugar donde se produzcan alimentos para
el planeta entero. Esfera donde hoy en día suceden una cantidad de procesos
políticos y económicos novedosos, interesantes y diversos, que además tiene una
ubicación geográfica atrayente desde el punto de vista militar y económico. Es
decir, una zona que por muchas razones geopolíticas hay que tener presente y
atender, por eso a partir de ahora los invitaré a mirar hacia abajo,
analizando lo que sucede allí y su impacto no tan solo en la región, sino en toda
Latinoamérica y el mundo.
La pobreza,
la falta de educación y salud, las enfermedades tropicales, la inseguridad, el
abandono del campo y saturación de las ciudades, caracterizaron la vida
socioeconómica del sur en los últimos años, hasta el punto de ser una zona rica
en recursos pero llena de gente pobre sufriendo el silencio, el maltrato y las
violaciones de las dictaduras militares compuestas por caudillos que gobernaron
porque pudieron obtener el control de sus ejércitos. Una zona desintegrada, países
tan cerca unos de otros pero que insólitamente no eran capaces de solidarizarse
entre sí, ni siquiera de realizar convenios migratorios o económicos. La
problemática sudamericana se agudiza con la introducción de un nuevo elemento:
el narcotráfico, el negocio de las drogas y consecuencialmente de las armas,
proceso que afectó terriblemente sobre todo a Colombia, los países del Caribe,
Venezuela, como país de paso, y a Brasil al incrementar la violencia en las
favelas, como son llamadas sus colonias pobres.
Así llegamos
a los finales de los noventa, caos, cambios de gobiernos, inestabilidad
política, ingobernabilidad, economías quebradas por la corrupción, el
paternalismo, el control económico transnacional y el saqueo de los recursos.
Hasta Venezuela que había sido por más de 40 años el símbolo del concepto de
democracia aceptada y alabada por los grandes países como USA, Canadá y los del
continente europeo, tuvo una revuela popular con miles de muertos y dos
intentos de golpes de estado militar. De esos intentos de golpe de Estado,
nació un líder, que marcaría el giro histórico que dio la región en la última
década, me refiero a Hugo Chávez. Su discurso vengador y prepotente dirigido a
las mayorías pobres y olvidadas, así como sus numerosos programas sociales, le
permitieron gozar de una popularidad inmensa logrando el control total de la
economía, la fuerza armada y de los medios de comunicación en su país. Siendo
el hombre más poderoso de uno de los países más ricos de la región lo
transformó en una figura clave para comprender los fenómenos que hoy suceden,
incluso después de su muerte.
La falta de
otros liderazgos positivos colocó a Chávez como el líder visible y mediático de
la región. Aunque no se puede ignorar la existencia de dos líderes muy relevantes
por un lado en Colombia Álvaro Uribe, recordado por aplicar una descomunal
violencia militar para intentar terminar con el problema del narcotráfico y las
guerrillas, apoyado por Estados Unidos a través del plan Colombia, con un costo
elevado en materia de Derechos Humanos y que con un casi nulo perfil social
logró modernizar en un buen grado a su país e insertarlo en la competencia
capitalista mundial. Y por el otro en Brasil Lula Da Silva, entre los analistas
políticos ejemplo casi unánime de eficacia, gobierno con rostro social pero con
visión económica, cuyo gran éxito fue conseguir la paz en las favelas,
disminuyendo la violencia para permitir la expansión económica y colocar a
Brasil como un actor internacional latinoamericano solvente. Sin embargo, estos
dos líderes mantenían un perfil bajo y jugaron a la diplomacia real y efectiva
para sus países, dejando el show político casi exclusivamente a su homólogo
venezolano.
Pero Chávez
fue un político astuto, supo utilizar su protagonismo y la mala imagen de
Estados Unidos en la opinión pública,
además contaba con los recursos del petróleo venezolano, el apoyo de
Cuba, Rusia, China, y hasta del mismo Brasil, lo que le permitió dar apoyos a
partidos y grupos con su misma ideología en Bolivia, Ecuador, Argentina,
Uruguay, y Perú, logrando primero, que ganaran elecciones y después que en
muchos casos se reformara la Constitución permitiendo más o menos el mismo tipo
de dominio o control que se ejerce en Venezuela- antes con el presidente Chávez
y ahora con Nicolás Maduro- y la posibilidad de que esos grupos se eternicen en
el poder. Logró Chávez una influencia política real al punto de conseguir una
alianza política casi dirigida por él y sus aliados cubanos, que dejó en
herencia a su sucesor político Nicolás Maduro, teniendo como consecuencias
positivas una fuerte presencia en bloque dentro de la OEA, el entierro del
ALCA, la creación de la CELAC y la construcción de la UNASUR.
Ahora bien,
hoy en día la comunidad internacional debería jugar un papel fundamental para
la promoción de la democracia, la convivencia interna de los países, y el
amparo de los Derechos Humanos, es precisamente por eso que se crean las
Organizaciones Internacionales y el sistema internacional de protección de los
Derechos Humanos, que son concebidos para ser utilizados cuando los mecanismos
jurídicos internos fallan y no se garanticen dichas categorías de
derechos.
Por ejemplo,
la oposición ecuatoriana y la argentina han denunciado violaciones a la
libertad de expresión y de información, el líder opositor venezolano Henrique
Capriles ha hecho otro tanto, argumentando también fraude electoral y
ventajismo en las últimas elecciones donde pierde dudosamente por menos de 260
mil votos, en una elección en la que el gobierno dice que votaron alrededor del
80% del universo electoral, sin querer mostrar ni auditar los cuadernos de
votación donde deben encontrarse las firmas de los votantes efectivos, también
ha denunciado apartado social de opositores, despidos y persecuciones políticas
que no han sido tratados por los países sudamericanos con los valores señalados
de la comunidad internacional.
Los
presidentes de varios países sudamericanos, aliados en torno a una visión
política y ligados por una especie de solidaridad económica en el ALBA y
PETROCARIBE, en donde Venezuela da beneficios extraordinarios a sus cómplices
políticos, quienes a cambio no permiten entrevistas con líderes no oficiales,
callan sobre denuncias de la manipulación de la justicia en forma política y el
aumento a las restricciones a la libertad de expresión. En el caso de Venezuela
hasta niegan audiencia al líder opositor, no se le permite ser escuchado ni
atendido, no se tocan los temas de persecución incluso existiendo pruebas y
videos en el que personeros del gobierno gritan desconocer las leyes laborales
venezolanas para despedir y excluir a los que piensan distinto al gobierno.
Ahora las Organizaciones Internacionales que se conforman en la región no
responden a las ideas planteadas de lo que debe ser la influencia de la
comunidad internacional, transformándose en sindicatos de presidentes o peor
aún en un club social de cuates, con solidaridad automática, y que con respecto
a Venezuela actúan como cuates borrachos que defienden al que invita el
tequila.
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Por Javier
Enrique González Reinoza, Licenciado en Derecho con Maestría en Filosofía,
Candidato a Doctor por la Universidad Panamericana de México, Profesor de la
Universidad de los Andes Venezuela, especialista en temas sobre Derechos Humanos, Derechos Sociales, Derechos Políticos, Teoría del Estado y Filosofía.