Por Miguel
Ángel Serna Ortega
Investigador
Histórico
Con un
supremo esfuerzo, un indígena malherido descarga un certero machetazo y cercena
el cuello de un soldado extranjero, tiñendo de sangre su vistoso uniforme. Más
allá, otro indígena ataca fieramente a un zuavo que se defiende
desesperadamente, caído en el suelo; en su afilado rostro se congela una
expresión de angustia y terror. Envueltos por el humo de la pólvora quemada,
dos ejércitos se enfrentan en una cruenta lucha cuerpo a cuerpo, y casi se
escucha el fragor de la batalla. Es un combate desigual; los franceses empuñan
fusiles con bayoneta calada mientras los indígenas zacapoaxtlas, vestidos de
manta con cotones oscuros y huaraches, blanden sus afilados machetes, que
lanzan destellos de plata.
La épica escena está plasmada en un emotivo mural
del artista zacapoaxteco Luis Toral González, en el Palacio Municipal de
Zacapoaxtla, y representa la heroica gesta del 5 de mayo de 1862 a la sazón el
mejor del mundo. En esta epopeya, en la que el pueblo mexicano demostró su amor
a la libertad y a sus valores patrios, destacó el Sexto Batallón de las
Guardias Nacionales de Puebla, instalado en la villa de Zacapoaxtla, que
guarneció las trincheras exteriores de los fuertes de Loreto y Guadalupe, y fue
el primero en intervenir para rechazar el ataque de los invasores.
Actualmente, debido a un malentendido, ha surgido
un velado resentimiento de los poblados vecinos contra la ciudad de
Zacapoaxtla, acusándola de querer adjudicarse la gloria de la batalla del 5 de
mayo. El señor José Leónides Cabrera Mitre, nieto de uno de los combatientes y
actual cronista de la ciudad, relata: “En aquel tiempo el distrito de
Zacapoaxtla abarcaba poblaciones que hoy son municipios independientes. El
batallón se formó con gentes de muchas comunidades de la sierra norte de
Puebla, como Xochiapulco, Tetela, Zacapoaxtla, Cuetzalan, Xochitlán, Nauzontla
y otras; se le llamó Batallón Zacapoaxtlas por pertenecer a ese distrito con
base en esta villa; de aquí salió hacia Puebla para intervenir en la batalla.
Muchos hombres más se le unieron a su paso por los pueblos. No se pretende
negar la participación de nadie; por el contrario, se sabe que los de
Xochiapulco eran los más numerosos y fueron los primeros en entrar al combate.
Es muy lamentable que hoy existan antagonismos absurdos entre hermanos que ayer
lucharon juntos por la noble causa de defender a la patria”.
En la parte superior del mural están, de izquierda
a derecha, los retratos del subteniente indígena Ramón Vergara, abanderado; los
generales Juan Crisóstomo Bonilla, Juan Nepomuceno Méndez y el general indígena
Juan Francisco Lucas, quien estuvo almando del batallón; estos tres personajes
se conocen como “los tres Juanes de la sierra”. También están el coronel
indígena Manuel Ascensión y los generales Ignacio Zaragoza y Miguel Negrete,
así como la bandera del Sexto Batallón, cuyo original lo atesora el Museo
Regional de Puebla.
La ciudad de Zacapoaxtla está enclavada en las
frías elevaciones del norte del estado, pertenecientes a la Sierra Madre
Oriental. El extinto volcán Apaxtepec, al sureste, atestigua el origen
volcánico de la accidentada topografía. La región se conoce como “la Suiza
poblana” por sus abruptas cadenas montañosas separadas por profundos valles
donde corren caudalosos ríos, éstos, alimentados por los impetuosos arroyos que
bajan de las empinadas laderas, originan numerosas cascadas, como La Atepolihui
o Velo de Novia de 300 m de altura, la más alta de la zona. El clima es
templado y húmedo, con lluvias frecuentes y formación de densos bancos de
niebla que limitan peligrosamente la visibilidad en las sinuosas carreteras del
área.
La población fue fundada en 1540 por Jacinto de
Cortés, quien luego se convirtió en misionero minoritario de la Orden de San
Francisco, conocido como fray Cintos. En su centro está la Plaza de Armas o de
la Constitución, también llamada Zócalo; pintorescos portales flanquean tres de
sus lados. En el medio se yergue una esbelta comuna conmemorativa de la gesta
del 5 de mayo; fue levantada en 1888 por zacapoaxtecos que participaron en el
combate y tenía en su capitel algunas de las armas utilizadas en la contienda;
al no estar protegidas, se deterioraron rápidamente debido a las inclemencias
del tiempo. En el lado este de la plaza hay un monumento al benemérito Benito
Juárez; al sur, un busto del profesor Rafael Molina Betancourt, insigne
zacapoaxteco que desempeñó un destacado papel en el desarrollo del sistema
educativo nacional; y en el lado occidental, la estatua de un indígena nahua de
la sierra norte, ataviado con su ropa típica, empuñando un machete. El
monumento ensalza el glorioso triunfo de Puebla.
Al poniente del Zócalo está el Palacio Municipal;
data de 1890 y su fachada de cantera mezcla estilos bizantino y grecorromano.
En la planta alta hay un pequeño museo con tres salas: la de arqueología cuenta
con varias figurillas de piedra de las culturas prehispánicas que habitaron la
región; la de historia tiene una valiosa colección de documentos y objetos de
la época de la guerra contra los franceses; y la de artesanías posee una réplica
de una choza nahua y un altar de muertos, típicos del lugar. También en este
edificio está la biblioteca municipal, con una placa conmemorativa de la visita
de la célebre poetista chilena Gabriela Mistral quien, inspirada por el
encantador paisaje y la niñez indígena, les dedicó sentidas poesías.
Al oriente de la plaza está la parroquia
Lateranense, templo principal de la ciudad; construida en 1540 por fray Cintos,
inicialmente era sólo una ermita. En 1612, ya como iglesia, fue consagrada a
los apóstoles Pedro y Pablo; bajo su custodia quedaron otras congregaciones
regionales. Recibió el nombramiento de parroquia en 1798 y casi un siglo más
tarde (1882), en reconocimiento a su buen desempeño misional, fue beatificada y
adherida a la Basílica de San Juan de Letrán de la ciudad de Roma –de ahí el
título de Laterenense-, con las mismas indulgencias, jaculatorias y primicias
que aquélla.
En el mundo sólo hay tres parroquias con esta
categoría: la de Córdoba, en Argentina; la de Lima, en Perú; y ésta de Zacapoaxtla.
Su fachada toscana está rematada con un frontispicio triangular; el
impresionante muro frontal tiene más de dos metros de espesor. La enorme nave
basilical tiene bóveda única sostenida por arcos de nervadura y el altar mayor
es neoclásico con un nicho dedicado al santo patrono Pedro Apóstol, que aloja a
un Cristo crucificado. El reloj europeo de la torre mayor fue instalado en 1882
y el interior fue decorado en 1936 por el pintor Luis Toral.
Al norte de la parroquia hay una capilla,
construida en 1803, donde se rinde culto a un Cristo de Esquipulas traído de
Guatemala. Una cuadra al sur está el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe,
cuya construcción se inició en 1811 como ofrenda a la Virgen por salvar al
pueblo de los estragos de la Guerra de Independencia. También el artista Luis
Toral decoró sus interiores en 1942.
A un lado de esta parroquia está el mercado
municipal que los miércoles, día de tianguis, se extiende a muchas calles
aledañas; indígenas nahuas y totonacos llegan desde las inmediaciones ataviados
con sus trajes típicos.
Al poniente de la ciudad está la iglesia del Señor
de Nahuixesta, construida en 1775, a cuyo derredor se estableció en 1895 el
panteón municipal, con fastuosos mausoleos de principios de siglo. Al
expandirse el panteón hacia la empinada ladera, fue necesario hacer un
gigantesco terraplén para nivelar el terreno, lo cual ocasionó que, al bajar
por las inclinadas calles laterales, las sepulturas y sus muertos queden arriba
de los transeúntes.
Los mayores atractivos de la ciudad son sus tres
miradores: el de Santa Anitao Los Asientos en la entrada sur, la parte más alta
del poblado, donde el 25 de abril de 1863 se derrotó a los franceses que
intentaban tomar la población. Por los méritos heroicos en esta batalla y en la
de Puebla, Zacapoaxtla fue elevada al rango de ciudad en 1864, con el nombre
oficial de “Ciudad del 25 de abril”. El mirador norte, en la parte baja del
pueblo, es el más espectacular pues posee un estrecho puente desde donde se
pueden admirar las dos profundas hondonadas que flanquean la ciudad. Lo nombran
La Cortadura porque la barranca se hizo artificialmente en 1822 para detener el
avance de un batallón español, en la fase final de la Guerra de Independencia.
Junto a él, un gran obelisco conmemora la victoria de los héroes locales. El
tercer mirado, es un recodo de la calle Miguel Negrete, tiene una vista
magnífica de la cañada occidental y las altas sierras del noroeste. Al sur de
la ciudad están las ruinas de El Fortín, sólido edificio octagonal construido
en 1847, bastión de guarniciones hasta su destrucción durante la intervención
francesa.
Alrededor de Zacapoaxtla existen incontables sitios
de belleza extraordinaria. Destaca el valle de Apulco, enclaustrado en un
inmenso cañón, donde hay un centro acuícola dedicado a la cría de trucha
arcoiris. La carretera Zacapoaxtla-Cuetzalan cruza el valle y sube a la Cumbre
de Apulco, punto culminante de esta sierra, para luego descender bruscamente
hacia las planicies costeras, donde la vegetación se vuelve tropical, con
frondosas palmeras, impenetrables matorrales y tupidos grupos de helechos que
crecen en las laderas de los cerros. Más abajo, la extensión de los cafetales
es impresionante. Una bifurcación a la izquierda, conocida como la carretera
interserrana, llega hasta Zacatlán. Desde la Cumbre el panorama es maravilloso,
con el valle en primer plano y al fondo las escabrosas sierras cubiertas de
espesos bosques de pino blanco, encino, roble y oyamel, que se pierden
ondulando en el horizonte, teñidos de azul. Al sur se observa la cascada
Atepolihui cayendo sobre el río Apulco, y a la distancia se distinguen,
diminutos, los campanarios de Zacapoaxtla.
Otro sitio único es la cascada de la gloria,
enmarcada en un ambiente selvático, fascinante y misterioso. Enormes árboles
crecen a la orilla de un riachuelo que corre por una estrecha cañada de
escarpadas laderas; la humedad y la penumbra favorecen a musgos y líquenes que
se apretujan cubriendo las rocas. La exuberante vegetación oculta el suelo bajo
una mullida alfombra verde donde pululan infinidad de insectos, mientras las
enredaderas trepan por los troncos, estrangulándose entre sí, mientras buscan
afanosamente la luz del Sol.
Al anochecer, la estatua del guerrero Zacapoaxtla
recorta la silueta contra la iluminada fachada del Palacio Municipal. Traída
por un viento helado, una densa neblina invade la Plaza de Armas envolviendo la
figura del héroe en un halo resplandeciente: como un espectro que penase en la
noche, saliendo de un mundo oculto en la oscuridad. Hechizado por la inesperada
visión, imaginé al guerrero retornando del pasado para recordarnos aquella
gesta histórica de un puñado de valientes que dieron la vida para vencer al
invasor, ante la amenaza de destrucción de nuestros más preciados valores
patrios; valores que hoy tan fácilmente olvidamos, enajenados por una absurda
inclinación a sobrevaluar todo lo extranjero en detrimento de nuestro rico
legado cultural que nos proporciona el orgullo de ser mexicanos.
Para acceder a esta villa, enclavada en la
Sierra madre Oriental y partiendo de la ciudad de Puebla, tome dirección este
por la autopista 150 y a unos 19 km tiene que desviarse al norte por la
carretera 129; poco antes de llegar a Tlatlauquitepec tome el camino secundario
a la izquierda, que lo acercará a la ciudad de Zacapoaxtla. Debido a las
peculiaridades climatológicas de la región, sus casas son de techo de teja a
dos aguas, con anchos aleros sobre la banqueta para proteger a los peatones
durante las prolongadas lluvias.