Juan Nepomuceno Almonte, traidor imperialista, anti juarista, hijo del héroe José María Teclo Morelos y Pavón.
Por Miguel Ángel Serna Ortega.
Bien dice un dicho popular, que “de un santo sale un diablo” y esto viene a colación porque el gran patriota y héroe de México, el sacerdote José María Teclo Morelos y Pavón, fue el padre de Juan Nepomuceno Almonte y como fue hijo natural ya que la iglesia católica tiene prohibido hasta la fecha, que los sacerdotes contraigan matrimonio civil o eclesiástico, pues este “juanito” al que hoy nos referimos llevo toda su vida el apellido de su madre llamada Brígida Almonte.
No hay certeza del lugar de su nacimiento; según algunos fue Parácuaroy según otros, Nocupétaro o Carácuaro, poblaciones todas de la antigua provincia de Valladolid.
Con el tiempo y siendo todavía un niño, acompaño a su señor padre en algunas batallas durante la guerra de independencia, concretamente en el sitio de Cuautla en donde conoció a otro niño igual que él, de nombre Narciso Mendoza, conocido en la historia patria como “el niño artillero”.
Posteriormente su señor padre, lo envió a estudiar a Nueva Orleans, en los Estados Unidos de Norteamérica, lugar donde recibió la noticia de que su progenitor había sido fusilado por los realistas en San Cristóbal Ecatepec el día veintidós de diciembre de mil ochocientos quince, por el “delito” de pedir libertad para estas tierras mexicanas, ya que éramos esclavos de la España europea por más de trescientos largos años, con el visto bueno de la iglesia católica, apostólica y romana.
Juan Nepomuceno Almonte, regresó a México al consumarse la independencia nacional, el día veintisiete de septiembre de mil ochocientos veintiuno. Pasado un tiempo decidió por voluntad propia, ingresar al ejército, recibiendo el nombramiento de ayudante oficial del general jalapeño Antonio López de Santa Ana, tocándole participar en la batalla del álamo en la provincia de Texas, provincia que lucho por su separación de México, batalla en la que Santa Ana, perdió una pierna, misma que desde el Álamo hasta la capital de la Republica, fue conducida dicha pierna en un barril lleno de alcohol y por todas las poblaciones y ciudades en donde iba siendo transportada, la indicación del general “quince uñas”, esto es, el mismo López de Santa Ana, ordenó de que la bandera nacional, se izara a media asta en señal de duelo.
Juan Nepomuceno Almonte como político mexicano, está considerado en la historia como un vulgar traidor, pues fue uno de los encargados junto con Miguel Miramón, Tomás Mejía, José María Gutiérrez de Estrada y otros eunucos, mochos y traidores, de buscar a un soberano europeo para darle la corona de México, misma que recayó en la persona de Maximiliano de Habsburgo que vivía tranquilo en un hermoso castillo en Miramar, cercano a la provincia de Trieste en la provincia de Istria, actualmente Italia.
Ya que los conservadores mochos de aquel tiempo no querían como Presidente de la Republica de México, al licenciado Benito Pablo Juárez García, por chaparro, feo y sobre todo aborigen, así que fueron por un tipo apuesto blanco, pelo rubio que acepto gustoso por suplicas de su esposa Carlota Amalia, venir a nuestra tierra, desembarcando en el puerto de Veracruz y arribando después a la Ciudad de México, estableciendo su residencia oficial en el Castillo de Chapultepec desde donde impuso sus leyes durante tres años y donde al final en Querétaro es aprehendido por el republicano general Mariano Escobedo y sus tropas, después entregado a un tribunal militar precedido por el juarista general veracruzano Rafael Platón Sánchez, siendo sentenciado a ser fusilado junto con los traidores generales Miguel Miramón y Tomás Mejía, orden que se cumplió de acuerdo a nuestras leyes en el cerro de las campanas de la ciudad de Querétaro, triunfando así la república representada por Benito Pablo Juárez y derribando al imperio representado por Maximiliano de Habsburgo.
Por cuanto hace al hijo de Morelos, de nombre Juan Nepomuceno que entre los paréntesis fue comisionado para recibir en el heroico puerto de Veracruz a Maximiliano y a Carlota, para después ser coronados emperadores en la legendaria Catedral Metropolitana de la capital del país, temeroso y huyendo ya que vio que estaba perdido su “negocio político”, salió como pudo para el heroico puerto veracruzano, en donde se embarco para Europa, estableciéndose en parís Francia, lugar donde solo y olvidado murió el día veintidós de marzo de mil ochocientos sesenta y nueve.
La historia es nuestra maestra y guía “vamos patria a caminar, yo voy contigo”. “Quién no conoce la historia de su país, es un extranjero en su propia tierra”.